En la semana del 11 al 15 de marzo del 1971 se desarrolló en la Provincia de Córdoba una masiva lucha de masas contra la dictadura militar encabezada en el año 1966 por Ongania. Esta lucha se conoce popularmente como “el Vivorazo” o el “segundo Cordobazo”.
El Cordobazo, en mayo del 1969, puso en el escenario de la lucha de clases en nuestro país la impronta insurreccional contra la dictadura de los monopolios y sus medidas económicas y políticas antiobreras y antipopulares. Permitió acelerar la ingobernabilidad y la crisis política, al debilitar a la dictadura de Ongania. El escenario previo y posterior al Cordobazo esta signado por un crecimiento de la lucha de masas, por enormes puebladas y por insurrecciones locales en todo el país. El Vivorazo se inscribe en este período de ingobernabilidad creado por el descontento generalizado de nuestro pueblo, frente a la represión y los cruentos ataques a los trabajadores y demás sectores sociales. Este estado de bronca contra toda esta política del capital monopolista fue creciendo durante todo ese período de tres años y fue creando las condiciones políticas para la caída de esa dictadura militar.
El Vivorazo no fue sólo una movilización y una suma de huelgas, paros y tomas de fábricas, no fueron sólo luchas estudiantiles, de comerciantes pequeños y medianos y demás sectores populares, fue la más amplia movilización de las masas que desde la acción de la clase obrera y el pueblo expresaron de manera práctica la combinación de todas estas formas de lucha, confluyendo en un norte: voltear la dictadura y cambiar ese estado de cosas.
Este protagonismo que colmó las calles y que fue seguido por la lucha de barricadas en las fábricas, centros universitarios y barriadas -para hacer frente a la represión que desató el interventor militar Uriburu- pasó de ser una pueblada para transformarse en una verdadera insurrección. La conjugación de las organizaciones obreras clasistas y combativas construyendo su independencia política -muchas de ellas proscriptas-, con las bases obreras organizadas en sus fábricas y en estado asambleario junto a las organizaciones estudiantiles y las organizaciones populares, después de meses de luchas y enfrentamientos, -protagonistas del primer Cordobazo- confluyeron nuevamente en un torrente de enfrentamiento demoledor que precipitó la caída del interventor militar en la provincia a pocos días de asumir.
Las políticas opresivas que en nombre de los monopolios impartía la dictadura sufrieron un durísimo golpe, ya que la ingobernabilidad creada desde las bases se generalizaba en todo el país, agudizando la profunda crisis política en la superestructura -que mostraba un cuadro de fisuras y quiebres imposibles de subsanar- generalizando y proceso de intrigas, de cambio de cúpulas y de incertidumbre que desnudaba los propios quebrantos de la aparente y monolítica dictadura.
Los monopolios y la dictadura -como su brazo armado- veían peligrar su poder de dominación,veían como arreciaba la lucha de clases y cómo estos vientos tormentosos en los que las políticas revolucionarias jugaban un importante rol ganaban terreno. Frente a esta perspectiva -siniestra para ellos- se vieron obligados a llamar a elecciones constitucionales y retroceder frente a la ofensiva de masas respecto de las condiciones económicas y políticas que no pudieron imponer.
Han pasado más de 40 años de estas aleccionadoras batallas por una vida digna. En todo este período la burguesía monopolista ha perfeccionado sus mecanismos de engaño, su ideología ha sabido neutralizar momentáneamente las nociones de revolución y toda su significación.
Sobre esta base ha perfeccionado los mecanismos de opresión y sus dictados. Ha hecho un culto esotérico de la democracia burguesa y a las supuestas instituciones representativas del pueblo. Ha hecho del Estado y los gobiernos a su servicio una expresión cabal de todo ello. La totalidad de los medios de producción está en manos del capital monopolista y la concentración de los mismos y la lucha por la ganancia es infinitamente más aguda y cruenta.
Por otra parte, la producción que se ha socializado a escala planetaria introduciendo mecanismos y métodos productivos colectivizados muy superiores a los de aquellos años, ha hecho del protagonismo de los obreros en las decisiones productivas, un verdadero cambio acercándolos a la dirección colectiva de los propios procesos productivos. Es decir, ha utilizado esta ventaja en la dominación de los medios de producción para incrementar las formas de explotación. Esta base material ha cambiado y junto con ella las formas de organización social y política.
En este escenario, los propios sindicatos han quedado a la retranca. Su empantanada organización burocrática y su ejército de alcahuetes al servicio de las patronales no representan más que a los monopolios y sus políticas de ataque a los trabajadores al servicio de la explotación.
El único mecanismo por el cual se mantienen es precisamente el engaño y la extorsión, lejos de la democracia de las bases, lejos de toda expresión de protagonismo genuino de los obreros, estas organizaciones sindicales caducas, son un reflejo de la propia estructura dictatorial del capital monopolista. Por ser una clase en descomposición, la burguesía a exacerbado todas y cada una de sus instituciones, y desde el Estado con sus políticas, los resultados se traducen en más penurias a los trabajadores y el pueblo. Más pobreza, más miseria más explotación, más corrupción política y económica, más putrefacción de su propia dominación.
Han pasado más de 40 años del Vivorazo y, aunque las aguas de los ríos no son las mismas, no por ello los ríos dejan de ser caudalosos y torrentosos, cada vez en mayor medida.
Porque en la misma medida en que los pueblos asimilan su propia historia, encuentran los medios y las condiciones para enfrentar la opresión dictatorial del capital monopolista en las condiciones que les toca vivir.
Las crecientes movilizaciones locales que semana tras semana van estampando cada vez más nutridamente el desprecio a todo el ajuste y los tarifazos, las luchas por salarios y la organización de bases que se llevan puesto a las propias cúpulas, las incipientes formas de organización independiente en las fábricas, la búsqueda incesante de respuestas y el reanimamiento que hace crecer la rebeldía, todas expresiones que se asientan en un estado de repudio y en una actitud cada vez más definida para enfrentarlas, configuran nuevos escenarios que hacen que la burguesía y el gobierno de turno trastabillen y vean con preocupación cómo se desmoronan sus engaños.
Son las aguas torrentosas creando sus propias condiciones de enfrentamiento masivo. En la medida que los revolucionarios integren este escenario desde la construcción de un proyecto de transformación revolucionaria, el avance a nuevas instancias de lucha que arrinconen al poder, es decir, el poder local y la insurrección, sobre estas nuevas condiciones se hará valer el peso de la experiencia histórica que nuestro pueblo supo construir y conquistar.