No despertar una sola ilusión en un sistema perverso que ataca nuestra dignidad como seres humanos.
En estas semanas, los partidos políticos y organizaciones gremiales del sistema han profundizado su idea política de llegar a las elecciones. Cuentan para ello con todo el aparato burocrático del Estado, los medios de propaganda y una sarta de funcionarios al servicio de la dominación de clase.
Influyen en el pueblo con la idea general de esa meta, no dejan espacio sin ocupar, y en ello disputan sus intereses palmo a palmo. Nos brindan un mundo “de futuro” con fuegos de artificio. Una vez más, la mentira y el engaño son los primeros actores de una obra teatral decadente y miserable. Mismos personajes, mismas historias de “buenos y malos”… remanidas promesas que nunca se cumplen.
Del otro lado de la barricada, la mayoría aplastante del pueblo estamos cansados de tanta subestimación a nuestra inteligencia social ya adquirida. Es cierto, nos han influido en la idea de llegar a octubre para que desde allí, nos dicen unos y otros, comencemos a “volar alto”. Pero la mayoría sabemos que nos mienten y -de hecho- una y otra vez, volveremos a castigar. De una u otra forma la inestabilidad política de la clase dominante también saldrá mal herida.
Los revolucionarios sabemos sobre la intuición de nuestro pueblo respecto a que las cosas no se resolverán después de las elecciones. Y así, entendemos que la táctica de aquí a octubre es no dejarlos gobernar para condicionar en forma permanente a todo el arco de poder burgués, antes, durante y después del acto electoral.
Es un momento de dolor y bronca contenida, pero sabemos que para avanzar en este proceso de no dejarlos gobernar y -a la vez- condicionar al que venga, hay que seguir avanzando en el proceso de acumulación de fuerzas políticas materiales organizadas, que vayan dirigiendo todo ese torrente de descontento hacia una salida de cambio revolucionario.
La clase dominante nos lleva una ventaja en el sentido político e ideológico, respecto a que la única salida para cambiar las cosas es con el voto en octubre, con la democracia burguesa. O sea: la democracia representativa apuesta todo su poder de fuego en mantener la mejor forma de dominación que es el engaño.
Pero los revolucionarios entendemos que nuestra sociedad ha hecho su experiencia de democracia burguesa, un camino que nos mostró la verdadera cara de los políticos, funcionarios y parlamentaristas burgueses, de la justicia altamente corrupta, de las fuerzas represivas protegiendo los intereses del gran capital monopolista… Sabemos que este mismo sistema creó sus anticuerpos, trabajó a fondo para borrar toda idea de cambio de sistema. Para ello no se quedó solo con el terrorismo de Estado aplicado en los 70. Caída la dictadura vino la democracia burguesa conquistada por la lucha de nuestro pueblo, y la burguesía monopolista no se quedó cruzada de brazos a la hora de garantizar que el sistema parlamentarista garantizase los intereses de clase de un Estado a su servicio.
Es en este sentido que los revolucionarios respetamos a rajatabla la experiencia que como pueblo hemos hecho a partir de 1982. Una experiencia muy rica para conocer a fondo el papel del Estado monopolista. Pero de lo que se trata hoy es de acumular fuerzas políticas y orgánicas para entablar la disputa política que ponga sobre el nuevo escenario de la lucha de clases la idea antagónica entre democracia representativa o democracia directa.
Para octubre ya está dicho: no dejarlos gobernar y crear un estado de condicionamiento a la clase dominante.
AL que se quede o al que venga. Esto es ir desplegando la experiencia que nuestro pueblo ya viene haciendo desde hace décadas, con metodologías democráticas que en esencia hacen el acento en las propias fuerzas y por abajo, confrontando en esa dinámica permanente para concientizar que es la base del nuevo poder que aspiramos.
Nada será fácil en este camino ya emprendido por nuestro pueblo. La clase dominante tiene los recursos del Estado monopolista para frenar esta vertiente de cambio. Pero tiene un punto débil: no es creíble para la gran mayoría de la población, lo cual lo hace inestable, vacilante, plagado de contradicciones por intereses económicos y políticos cruzados.
Al poder burgués debemos atacarlo por su eslabón político más débil para acumular fuerzas de cambio revolucionario. Resistir donde haya que resistir, confrontar, enfrentar, movilizar, elevar la organización política revolucionaria como una gota de agua, todos los días. Y en ese permanente movimiento, elevar en el pueblo la conciencia de cambio revolucionario.
Hay nuevas y nuevas camadas de hombres y mujeres de nuestro pueblo que haciendo sus experiencias de lucha. Conociendo al poder burgués desde el enfrentamiento, se suman cotidianamente a la búsqueda de una salida profunda al caos que ofrece este sistema. Son fuerzas que quieren un puesto de lucha para llegar a buen puerto.
Es allí en donde los revolucionarios no nos desesperamos. Pero en las condiciones que sea, deberemos ir a fondo con las posiciones independientes que permitan aumentar el poder fuego de las ideas y proyectos revolucionarios ya en marcha.
El engaño que nos propone el poder burgués es muy grande, pero también nuestras verdades son muy grandes. Porque no están sometidas al poder de los mercados y al poder de los monopolios.
Pero lo cierto es que hay que ir a fondo con el proyecto revolucionario, no despertar una sola ilusión a un sistema perverso que ataca nuestra dignidad como seres humanos.
Mienten, corrompen, pero no podrán con nuestro pueblo si los revolucionarios no mezquinamos la idea de la posibilidad de una salida. La democracia directa que pregonamos desde la experiencia hecha es la herramienta y la metodología que deberemos impregnar con más ahínco en la lucha por el poder.