El camino de la revolución es arduo… no es fácil y requiere de más esfuerzo de lo que actualmente hacen el proletariado y el pueblo argentinos.
Pero dicho esfuerzo significará la posibilidad de revertir la situación que, desde hace décadas, venimos sufriendo, y sufrirán las generaciones futuras si no se avanza hacia ese objetivo.
La decadencia de un sistema basado en la sistemática, corrupta apropiación de trabajo realizado con el esfuerzo de unos veinte millones de trabajadores que día a día ven descender su nivel de vida y el de sus familias para enriquecimiento de un puñado de especuladores parásitos, es imposible sostenerla si luchamos con el fin de terminarla.
No solamente está quebrantado el presente de esta sociedad sino también el futuro, y no hay salida posible fuera del enfrentamiento a esta realidad agobiante. No dejarlos gobernar contra nuestra integridad no es una consigna romántica. Por el contrario, es la necesidad que tenemos que cubrir, tal como se viene haciendo en distintos lugares del país y desde diversos sectores sociales.
Pero esto no es suficiente, hay que redoblar la apuesta y lanzarse con energías contra los opresores. La unidad entre los trabajadores y el pueblo laborioso es urgente y necesaria. La misma debe tejerse cotidianamente en busca de ir conquistando palmo a palmo cada uno de nuestros derechos que incluyen aumentos de nuestros ingresos, abaratamiento de los bienes necesarios para la vida, fundamentalmente los alimentos, acceso a la medicina y salud pública, educación, viviendas, seguridad, etc. Así como las pequeñas piezas hacen a las grandes máquinas, también las pequeñas luchas acumularán fuerzas y experiencia para las grandes y decisivas.
Hemos comprobado que sus “soluciones” sólo aumentan los privilegios de la clase dominante (la burguesía, fundamentalmente, la oligarquía financiera) quienes deciden conjuntamente con los gobiernos de turno, todas las medidas que les permiten apoderarse cada vez de mayores riquezas. No cabe ninguna expectativa sobre sus reiteradas mentiras de mejoras y de una salida a esta crisis, pues la crisis del pueblo es el bienestar de ellos.
Los ejemplos de luchas y conquistas a través de las mismas, nos enseñan que la unidad es del pueblo, lo cual quiere decir que debemos unirnos por ser quienes producimos y trabajamos (clase obrera y pueblo) y porque sólo nosotros podemos sacar adelante al país. Está en nosotros rechazar cualquier división de las que nos plantan para confundirnos y eso lo venimos experimentando.
La implementación de las asambleas y la democracia directa que en ellas ha reinado, debe ser nuestra metodología a defender y a generalizar, pues con esa práctica no sólo aventamos cualquier posibilidad de traición a los objetivos de la lucha sino que también nos damos el camino autónomo, independiente de la tutela de los dueños del poder y fortificamos la impronta revolucionaria que anuncia a la nueva sociedad basada en la apropiación social de toda nuestra riqueza y de la producción que seremos capaces de desarrollar no sólo para satisfacer las más básicas necesidades sino también de proyectarnos hacia un crecimiento como país liberado de la explotación capitalista.
Es cierto que deberemos luchar denodadamente contra sus instituciones corruptas y perimidas, contra los esbirros y traidores que nos ponen en primera línea investidos de funcionarios estatales, sindicalistas entregadores, politiqueros de baja estofa y otros personajes que prestan su servicio al sector monopolista. Pero esto ya lo venimos haciendo…
Y aunque el camino esté poblado de avances y retrocesos, de conquistas y desencantos, es la única alternativa que tenemos como pueblo para dejar de ser sometidos como los esclavos del siglo veintiuno.
En ese andar se irán consolidando las nuevas organizaciones fabriles, barriales, estudiantiles y de todo tipo que deberemos desarrollar y que hoy apenas asoman en el amplio contexto social, pero que se presentan como firmes retoños de un gran tronco que será nacional.
No podemos tener más expectativa que en nuestras propias fuerzas como clase y como pueblo ya que frente a la clase burguesa sostenedora del capital financiero, nuestro futuro está en la rebelión pero con un claro proyecto que dé vuelta las cosas y las ponga de pie tal como deben ser: la producción y la riqueza debe ser destinada a quienes la producen y hacen el esfuerzo (los trabajadores y pueblo laborioso), a sus familias y a sus descendientes. Y quien se oponga a semejante proyecto liberador debe ser combatido sin un ápice de duda.