La zanahoria de octubre y los “manteros” de la democracia burguesa

Se conoce como los “manteros” a aquellos vendedores que en las veredas de los centros comerciales extienden sus mantas y exhiben las mercaderías que venden. Esto siempre y cuando no aparezcan las fuerzas represivas del Estado y le decomisen sus mercaderías; por lo que cotidianamente su pelea es por conseguir ese espacio en el cual intentan vender sus productos sin que los desaloje “la ley”.

Con todo el respeto que estos trabajadores merecen hacia las formas que buscan para ganarse el sustento, hacemos un paralelo entre los mismos y aquellas fuerzas que, llamándose revolucionarias, hacen de la política electoral de la burguesía su principal táctica.

Efectivamente, como los manteros que buscan un lugar donde les permita el Estado burgués monopolista desarrollar sus ventas, las fuerzas aludidas se desgañitan nombrando la lucha, a la clase obrera, al pueblo, hasta al socialismo, pero terminan en las redes de lo que la burguesía mejor sabe hacer que es dominar con el engaño de la democracia burguesa. Y a ese engaño acompañan, promueven y alientan.

Se amparan en las enseñanzas leninistas acerca de la utilización de los medios legales de lucha, cuestión que no ponemos en discusión dado que el revolucionario ruso argumentó de sobra sobre esas cuestiones. Lo que sí decimos es que transpolar lo que Lenin escribía en 1914/15 sobre una situación concreta de la revolución rusa a la actualidad y, peor aun, tomar como dogma una cuestión que es eminentemente política es la primera señal de que la teoría marxista-leninista para analizar la lucha de clases no es tomada en cuenta.

La lucha para que las ideas revolucionarias lleguen a las más amplias capas del pueblo explotado y oprimido es permanente; los métodos para lograr ese objetivo no lo son. Queremos decir que un método que era útil a principios del siglo XX, en un país en el que los revolucionarios luchaban por hacer caer la tiranía y ganar terrenos para la lucha abierta contra el régimen capitalista, no puede parangonarse con la situación actual.

La afirmación de que se debe, por principios, participar en las contiendas electorales que la democracia burguesa propone deja de lado la experiencia histórica que nuestro pueblo ha desarrollado en relación con esa democracia. Tan cierto como que la ideología dominante ha calado en las más amplias masas acerca de que la vía electoral es la “única” vía de lucha política, es que los revolucionarios debemos desnudar esta falacia que lo único que intenta (y lo logra todavía) es que el movimiento revolucionario no encuentre un cauce propio que rompa con la institucionalidad que, contradictoriamente, las más amplias capas de la población rechaza. Si se utiliza el argumento de que la ideología dominante todavía influye en la conciencia de las masas, lo que se está haciendo es dejar de lado el papel de los revolucionarios, de los comunistas.

En El Manifiesto Comunista, Marx y Engels afirman: “Los comunistas por lo tanto, son en primer lugar, en la práctica, el sector más avanzado y decidido de los partidos de la clase obrera en cada país, el sector que empuja a los demás hacia adelante; en segundo lugar en la teoría, tienen la ventaja sobre la gran masa del proletariado de la clara comprensión de los derroteros, y de los resultados generales últimos a los que ha de abocar el movimiento del proletariado”.

Empujar al movimiento “hacia delante” implica, precisamente, dejar “atrás” las prácticas y concepciones que frenan el desarrollo de una política revolucionaria en el seno de la clase obrera y el pueblo. Mucho más todavía cuando el movimiento, desde las luchas genuinas que se desarrollan en una lucha de clases que (por definición) siempre es compleja, ha comenzado a transitar derroteros en los que la democracia directa es ejercida como método antagónico al de la democracia representativa, es decir la democracia burguesa. Justamente, la “ventaja de tener clara comprensión de los derroteros, y de los resultados generales últimos a los que ha de abocar el movimiento del proletariado” representa, en la actualidad, comprender esos fenómenos que se manifiestan en la lucha de masas y buscar que los mismos sean comprendidos y vistos por el movimiento como el camino que nos lleva a la ruptura con el régimen al que combatimos.

No alcanza con denunciar a los partidos y dirigencias que hacen de las elecciones de octubre la salvación del pueblo. También hay que oponerle a esas políticas tácticas claras que, aun en minoría en la sociedad, ayuden a hacer avanzar a las masas hacia formas y métodos de lucha política propios que ayuden a desembarazarse de las políticas y concepciones de la clase dominante.

El llamado a votar candidatos presidenciales que lo único que proponen es “la ruptura con el FMI” o que “la crisis la paguen los capitalistas”, sin nombrar siquiera el papel del Estado y la necesidad de su destrucción no tiene nada que ver con la afirmación de Lenin en El Estado y la Revolución: “La idea de Marx es que la clase obrera tiene que romper, aplastar la ‘maquinaria estatal’, y no limitarse solamente a tomar control de ella”; esta afirmación queda absolutamente divorciada de un programa que llama a votar a los candidatos de “izquierda” sólo porque son de esa identidad y, en teoría, serían mejores que los que hasta ahora ganaron elecciones.

Queda así subordinada completamente la táctica revolucionaria a una política que no denuncia siquiera que el Estado burgués (y la clase que lo sustenta) es nuestro principal objetivo a derrotar.

Sabemos que para responder sobre estas cuestiones nos hablarán de los “programas de mínima” y “de máxima”. Pero es ese un falso debate si no se lo aborda desde los objetivos históricos del proletariado que son destruir la maquinaria estatal burguesa y, a partir de allí, construir las bases del Estado proletario para la construcción del socialismo. Y sobre esto, ni una palabra.

Dejamos aquí planteados algunos ejes de una discusión que sabemos es más amplia y abarcadora.

Lo hacemos, eso sí, desde los principios de nuestra ideología: los comunistas no le mentimos a las masas.

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