Para la clase dominante ha sido un “miércoles negro”. Para nuestro pueblo todos los amaneceres son negros.
Ayer todas las variables económicas del mercado han sido una peor que otra. Pero si de política hablamos, ayer miércoles la burguesía monopolista ha fracasado en otro intento de afianzar -en ese terreno- su dominación.
Han pasado solo cuatro años de este gobierno y nuevamente por estas horas la gobernabilidad que tanto “aman” los políticos de todo el arco electoral sufre un nuevo golpe cada vez más certero. Esto pone a las elecciones de octubre tan lejanas… como lejanas son aún las aspiraciones de voto de nuestro pueblo, cuando las boletas y los gastos hay que pagarlos hoy.
El sistema, todas sus instituciones, han trabajado para la “gobernabilidad”. Nadie por arriba ha sacado los pies del plato. Pero la historia de nuestro país -y de nuestro pueblo en particular- es aleccionadora.
La lucha de clases, de una u otra forma, se expresa siempre. Y esa es la verdad de lo que está sucediendo por estos días, la sensación que así no se puede seguir. Viviendo. Esto ha ganado el sentimiento de las mayorías y se ha ensanchado hacia todos los sectores de la sociedad.
Los impunes y los oportunistas de la oposición política electoral del sistema se han dedicado a frenar todo intento de movilización y espíritu de lucha que ha venido de abajo. Han hecho la vista gorda a la ola de despidos, a las consecuencias de una inflación incontenible, a la baja del poder adquisitivo del salario, etc. Pero están advirtiendo que “octubre” está lejos, muy lejos y que un “miércoles negro” los obliga a debatir salidas políticas de tal situación, van entendiendo que la realidad se los está llevando puesto a todos.
En estas circunstancias, los revolucionarios persistimos en la idea que a este gobierno no hay que dejarlo gobernar y en ello, el ganar la calle pasa a un plano táctico determinante. No se trata de cómo llegar a “octubre” en términos electorales, se trata de cómo seguir viviendo el día a día y es ello en sí mismo lo que ataca la dignidad de nuestro pueblo.
Ganar la calle en el sentido estricto de la palabra y en el más amplio de ella.
Entendemos por más amplio, cuando en la base de esa lucha por la dignidad que se da en todos los planos, preparamos las organizaciones que deberán dar batalla a las avanzadas del poder burgués.
Organizaciones de las más diversas, las ya creadas y las que se vayan creando, que golpeen la gobernabilidad impuesta por todo el aparato institucional del Estado. Incrementar la ola de reclamos, resistir, pelear y unificar en el sentimiento mayoritario de la población, poniendo lejos las aspiraciones electorales de “octubre” de todas las fuerzas políticas y gremiales del sistema.
La democracia representativa está unificada en esa consigna “octubrista”, de no hacer olas. La democracia directa, la que está viniendo en varias batallas que da nuestro pueblo -por el contrario- aspira a cambios profundos. Y a la vez, aspira a condicionar no solamente la actual realidad sino todo lo que venga de la clase dominante.
Sabe Macri que no es la Sra. Kirchner la que llevó ayer el riesgo país al podio del mandato actual. Los grandes jugadores del planeta han asimilado que la inestabilidad política viene de una profunda desconfianza de nuestro pueblo a todo lo que le viene de arriba, independientemente de quien gane o pierda en un proceso electoral.
No pudieron convencer a nuestro pueblo que el camino del ajuste era la solución estructural a sus problemas. Es por ello que -cada tanto- “los pactos de caballeros” por arriba fracasan en sus intentos. Ayer, varios tiraron la piedra y la moneda política: sobre todo “octubre” les exige hoy mostrar sus cartas de oportunismo electoral ya intolerable.
Ganar la calle en los dos sentidos ya planteados ha calado muy hondo en el poder burgués. Ese estado de bronca y rebeldía no se detendrá aunque el mismo se exprese de formas inéditas. Asimilando de nuestra parte (las mayorías explotadas y oprimidas) que esta gobernabilidad propuesta por todo el arco de la clase dominante está siendo golpeada y seguirá produciendo más “miércoles negros”, pero ahora, en el plano eminentemente político de todo el sistema institucional burgués.