En los últimos meses a muchos sectores de la clase obrera y el pueblo inquietos y comprometidos con la lucha de clases, o por lo menos sensibles y conscientes de que algo hay que hacer para derrotar estas políticas de explotación, hambre y miseria a la que está sometido nuestro pueblo, les surge el interrogante del por qué ya no reventó todo. Máxime en una coyuntura de suma gravedad en el terreno de las políticas económicas que recaen como nunca contra el pueblo, sumado a una crisis política que no solo se expresa en tal terreno el gobierno, sino todo signo de presumidas oposiciones políticas parlamentaristas y organizaciones de carácter particularmente sindical y supuestamente denominados movimientos sociales, que se la pasan coqueteando y jugando a la democracia en pactos de gobernabilidad y falsas confrontaciones, con la intencionalidad explicita de frenar la lucha de clases. Como afirmamos en los últimos días, las burguesías monopolistas más allá de sus confrontaciones intestinas, lanzaron toda su superestructura a jugar (en aras de la gobernabilidad) el nuevo engaño: HAY QUE ESPERAR HASTA OCTUBRE… Unos porque “viene la salvación y esto se acaba,” los otros “si ganamos, los inversores se van a quedar”… (¿?) Huelgan las palabras.
Y es –quizás- en el interrogante donde esta una parte parcial de la respuesta. Naturalmente, los enemigos del pueblo a través del engaño y todos los medios que posee a su alcance, intentando dividir, generando falsos líderes y confrontaciones, nos pretenden hacer ver un marco político de alcoba como lo único valedero y existente. Donde la agenda existente es la que pone la burguesía.
Tal afirmación que hacemos y que lógicamente suena absurda, no lo es tanto, si le damos por un lado el marco y contexto real del desarrollo aún tan insuficiente de las fuerzas auténticamente revolucionarias. Y por el otro, el alto nivel de bronca y hastío de las grandes mayorías. Es decir, aquí surge una gran contradicción y la punta del ovillo de dónde tirar para encontrar explicación por que esto no reventó, comprendiendo que nada es absoluto.
En primer lugar tenemos dos formas de verlo. Una, podríamos decir que en otras circunstancias se produjeron grandes explosiones sociales y estaban débiles las fuerzas de la revolución. O peor aún, ni existían, como fue el 2001. Quizás se ponen expectativas en tales experiencias históricas, pero no debemos olvidar que el 2001 está muy presente y tal extraordinario acontecimiento terminó dejando en manos de la misma burguesía los hilos del gobierno y el poder. Es decir, más de lo mismo… si bien es cierto que dentro de los actores principales no estuvo el proletariado.
Pero esta lucha sí influenció a todo el pueblo, que no sólo tiene una larga experiencia, sino que aprendió. Donde necesariamente y fundamentalmente, la ausencia de una alternativa política revolucionaria en la actualidad pesa enormemente y sobre todo en la clase obrera.
Pues, la política revolucionaria desata fuerzas inimaginables en las masas, pero mayor aun en la clase obrera, que por su práctica necesita sentir el respaldo de su propia organización. Que si bien es un camino que está transitando, este como todas las cosas no es lineal
Ganar en nuevas y renovadas experiencias y romper con viejas y perimidas organizaciones se constituye hoy en una etapa trascendental. Desde la proyección histórica en desarrollo, con una coyuntura plagadas de despidos (acompañada de una propagandización de esto). Y organizaciones de la burguesía metidas en el seno de la propia clase obrera, que si bien no amedrentan a las vanguardias, (es decir los compañeros más decididos a organizarse y dirigir), son las más amplias masas obreras las que con justa razón desde un punto de vista material, en el hoy y ahora, se encuentran frenadas porque necesitan la fuerza de una organización de nuevo tipo, que comience a dar señales claras de políticas y metodologías revolucionarias que se demandan desde lo intuitivo hasta lo conciente.
Y lo conciente e intuitivo no sólo está alcanzado por toda la podredumbre y el manoseo, es más profundo, está por las nuevas prácticas sociales de la producción que son más socializantes que antes de la revolución tecnológica.Comprender eso hoy es revolucionario. Las masas obreras aspiran a la democracia directa, y tal democracia directa también hay que construirla, factor decisivo que destrabará el desarrollo más ofensivo de la lucha de clases.
La democracia representativa es el baluarte de la burguesía como elemento político de dominación, que está maltrecho y desvencijado, para las amplias mayorías. Los políticos burgueses y el parlamento son lo que son, un nido de ratas que sostienen la dominación política de los monopolios. Eso es claro no sólo para los trabajadores sino para las mayorías del pueblo argentino. Nos dicen: “pero es lo que hay”, y entonces se quiere replicar la misma democracia representativa en los lugares de trabajo. Pero una cosa es votar y otra es luchar, la cual necesita masividad. Si no se logra masividad no hay contundencia posible para quebrar la correlación de fuerzas contra el enemigo.
¿Hay bronca? Sobra la bronca. ¿Hay hartazgo? Sobra el hartazgo. ¿Hay odio a esta situación? Sobra el odio. Pero si pensamos que nuestra clase obrera es tan inocente estamos realmente equivocados y no es el único factor ni el determinante. Pero si es esencial que los hombres más decididos y comprometidos sepamos estar a la altura de escuchar a las masas, y de saber interpretar, para poder ofrecer un proyecto revolucionario que desate la furia contenida de este pueblo extraordinario.
Los hechos sorprendentes y hasta azarosos no escapan de ninguna manera a los vaivenes de la lucha de clases. Y menos aún a lo sorprendente que resultó ser nuestro pueblo en más de una ocasión de la historia. Pero los revolucionarios debemos estar abocados a la gran tarea que nos da nuestra razón de ser: organizar la lucha de clases para que la clase obrera y el pueblo lleven adelante el triunfo de la revolución, en todas las etapas que nos toque transitar.