El proyecto revolucionario ilumina el presente y se transita a diario

Cuando hablamos de situación de agobio de la clase obrera y nuestro pueblo en general, nos referimos a la multiplicidad de problemas que caen sobre los hombros de cada familia.

La necesidad de resolver los problemas urgentes nos insumen las veinticuatro horas del día, a pesar de lo cual se siente que los mismos no se superan y siempre aparecen otros. Esa vida diaria, sumada a la falta de perspectiva que nos presenta la continuidad de esta democracia burguesa, verdadera dictadura de los monopolios para con todo el pueblo, nos repliega en nuestros propios círculos familiares y nos nubla la posibilidad de una salida propia.

Desde esa perspectiva, que es la visión impuesta por la institucionalidad del capitalismo, vemos y comprobamos día a día que no hay salida. Nos encontramos solos y peleamos cotidianamente contra todo tipo de trabas a las que se han sumado múltiples tareas adicionales que -a caballo de las nuevas tecnologías-  nos han impuesto complicando aún más nuestras vidas (emisión de facturas, extracción de salarios desde cajeros, pagos por internet, recarga de tarjetas de transporte y otros trámites que antes se hacían en las oficinas y empresas y ahora nos las han cargado para que “cómodamente podamos resolverlas desde el diván de nuestro living”, para lo cual habría que contar con diván y living). Así nos han alargado el tiempo de trabajo que avanza también sobre las horas que debiéramos dedicarle a ocupaciones gratificantes.

Es cierto que la burguesía, con su gobierno de turno, ocasiona esos problemas por su objetivo de mantener o aumentar sus ganancias, pero también los usa hábilmente para tapar, oscurecer u obstaculizar las vías de solución social de los mismos.

El agobio conspira contra el camino de la unidad social para la resolución de los problemas y provoca un sentido opuesto a la búsqueda de soluciones tirándonos hacia adentro. Pero la experiencia histórica de nuestro pueblo y, particularmente de la clase obrera, ha dejado surcos imborrables en el pensamiento y sentimiento colectivos, que impulsan a buscar soluciones sociales en la calle con los vecinos, junto a los hermanos de clase en la fábrica, en la escuela, en la empresa con los demás trabajadores. Decenas y cientos de conflictos, que no cesan y se reproducen, nos dan la razón.

Por eso el papel de los revolucionarios es vincular permanentemente esos problemas agobiantes a las condiciones impuestas por el sistema y la vía de solución de los mismos a  nuestra propuesta política de no dejarlos gobernar, plantando como bandera que nuestra dignidad no espera a octubre. Debemos ayudar a tirar la muralla del avasallamiento de conflictos que tienden a paralizan al movimiento, elevando la mirada y mostrando el camino… la salida a esta mugre corrupta y en decadencia que es el sistema.

Cada problema de esa índole, aunque parezca personal o familiar, es de carácter político porque hace a la cosa pública y se resuelve socialmente con política revolucionaria.

La revolución es cosa del día a día, encontrando las vías de solución mediante la acción conjunta, organizada socialmente, independientemente de la tutela de las instituciones del sistema que, por el contrario, tiran hacia atrás.

La acción de masas independiente de toda tutela burguesa, buscando los canales de solución a los problemas cotidianos, la organización en la práctica de democracia directa para conseguir los objetivos, la confirmación permanente y, en casos, el aprendizaje que con dicha conducta a la burguesía se le arrancan reivindicaciones y derechos por la fuerza de la movilización y la acción directa en un combate sostenido contra sus intereses que lesionan los de las mayorías laboriosas, es vital para la acumulación de fuerzas organizadas hacia el golpe final contra su poder.

Por eso afirmamos sin dudas que la revolución está en marcha ya que cientos de luchas que se libran por esa vía, en forma consciente o intuitiva, nos reafirman que es necesario profundizar con decisión el introducir estas ideas revolucionarias como única vía de solución no sólo del agobio actual sino a la vez, de una perspectiva de salida para el presente y futuro de los trabajadores y el pueblo contra la burguesía monopolista.

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