El perverso juego de monopolios. ARCOR: cierre, apertura y mentira

Hace días apareció la noticia[1] en los mentideros de difusión (confusión) masiva, que La Campagnola, empresa de Arcor, cerraba sus puertas en la localidad de San Martín, Mendoza, y la trasladaría a Villa Mercedes, San Luis, perjudicando a unos 150 trabajadores, más proveedores y trabajadores de empresas satélites que totalizan unas 1300 personas. Esto se suma a suspensiones de 100 obreros en las plantas de Arroyito (Córdoba) y San Pedro (Provincia de Buenos Aires).

El argumento de la empresa es la consabida “crisis” ya que, en su comunicado oficial, acusaba a los altos costos, la caída generalizada del consumo y las importaciones de productos similares, fundamentalmente, desde Brasil, que le han causado pérdidas de $ 1.000 millones y grandes deudas financieras que ascienden a $ 2.053,5 millones.

La empresa no explica cómo hará para sortear esos problemas, de índole nacional, desde San Luis, República Argentina.

En el mismo medio de comunicación masiva, con horas de diferencia respecto de la noticia anterior, pudo leerse[2] que Arcor instalará una nueva planta de producción en Luanda, capital de Angola, país situado en el África subsahariana, región en donde grandes monopolios mundiales se han lanzado a su conquista en busca de mano de obra superbarata, fuentes de materias primas aún poco explotadas por el capital financiero internacional y territorios atrayentes para enseñorearse y regir pedazos del mundo hoy en disputa puntual.

Pocos días después, aparece la noticia[3] de que Arcor adquiere más acciones de La Serenísima con una inversión de US$ 996.634,00, aumentando su porcentaje de participación en la compañía lechera al 43%.

La empresa no explica, cómo, con semejante deuda financiera, por la cual llora a mares, obtuvo los capitales que la inducen a instalar otra planta a más de 8.500 kms.

Inmediatamente, el mismo medio de confusión masiva, publica[4] un comentario financiero en el que describe y reproduce declaraciones de financistas internacionales quienes, a pesar de los intereses más bajos que ofrecen en el mercado financiero internacional los bonos de empresas monopolistas, son preferidos a los bonos que emite el Estado argentino con intereses superiores en más del doble.

Entre los bonos más confiables por la solvencia que presentan las empresas monopolistas que operan en Argentina, los financistas apuntan los que emite Arcor.

La empresa no explica cómo es que tiene tanta solvencia dada la deuda que acusa y los problemas derivados de la crisis denunciada.

Queda al descubierto, por obra de sus propios encubridores, la falsedad de una crisis económica reiteradamente repetida como caballito de batalla por los monopolios en nuestro país. La utilización de argumentos que sólo sufren los trabajadores, el pueblo laborioso (profesionales, pequeños y medianos productores, cuentapropistas, y sectores medios en general) quienes son vapuleados por el proceso de destrucción de ingresos a que son sometidos por los grandes monopolios en medio de una brutal intensificación de la concentración de capitales, es la falsía más absoluta de la que son cómplices todas las instituciones del Estado, los partidos políticos que no develan la artera celada y, por el contrario, le hacen coro a la mentira conjuntamente con el gobierno y todos los candidatos a presidente y miles de cargos quienes esperan agazapados a hacerse de los mismos el próximo octubre.

Arcor, como un depredador antes del ataque a su presa, está afilando sus uñas, preparando nuevas líneas de producción que le permitan mayor productividad, pagar menores salarios y producir más, extendiendo su participación en un mercado que se limpiará con el quiebre de pequeñas y medianas empresas, a partir de lo cual sus próximos satélites le rendirán mayores tributos, anclando su presencia en otros territorios mundiales que le permitirán mayor tasa de ganancia con salarios miserables.

Lo de Arcor es sólo un ejemplo de la actuación de todos los monopolios en nuestro país. La oligarquía financiera dueña de los mismos, amasa enormes ganancias en tiempos de crisis para el pueblo y concentra capital a costa de la disminución de los ingresos de la mayoría laboriosa. Ésa es la condición impuesta, y hacia su profundización se dirigirán todas las políticas de los gobiernos de turno, porque son políticas de Estado, y éstas están decididas en los despachos de los grandes monopolios.

Lo único que puede ponerles freno es el desarrollo de la lucha política de clases del proletariado y el pueblo.

Reproducir entonces los cientos de conflictos que se vienen desarrollando en pos de conseguir mejores condiciones de vida no sólo es la vía para conquistar sino también para ir organizando una fuerza nacional de la clase obrera y el pueblo que no sólo detenga esta orgía de obtención de plusvalía a la que se aferran la burguesía monopolista, sus gobiernos y funcionarios de turno, sino que los haga retroceder y les arrebate el poder sobre el Estado y la producción.

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