Uno de los ataques político ideológicos más importantes de la burguesía cuya usina son las instituciones del Estado, los gobiernos de turno y todo el aparato político, es la persistencia en la mentira de que la situación económica y social afecta a todos por igual. Bajo esa lógica, las diferencias de clase no existen y, en consecuencia, todos los argentinos debemos unirnos para enfrentar las dificultades que nos caen como lluvias de sapos y culebras desde un supuesto exterior comandado por alguna circunstancia, voluntad maligna o catastrófica no precisada y/o ayudada por el gobierno inmediatamente anterior al de turno que no supo, no quiso o no pudo resolver el problema por incapacidad, por corrupción u otra razón ajena al propio funcionamiento del sistema económico social.
Pero a la hora de proponernos, las mismas usinas de la mentira, las diversas “soluciones”, acuden también al exterior para encontrar las fuentes de salvación nacional y a las mismas personas del mundo político, económico financiero que se reciclan año tras año y que pululan, desde hace décadas, alrededor de los cargos estatales e institucionales. Con ello, tenemos un círculo vicioso del cual es imposible salir: los capitales con sus mercados mundiales son los causantes de las plagas que llueven sobre nuestras cabezas, pero los capitales internacionales, nos dicen, son los que tenemos que atraer para resolver los problemas.Ahora, los mismos políticos y funcionarios reciclados que han servido a gobiernos de distinto signo son quienes se aprestan a administrarlos, supuestamente, ocupando los cargos de los que no se desvinculan jamás.Entonces el carrusel vuelve a girar y caballitos, autitos y jirafas son ahora montados por los mismos personajes que antes se habían sentado en los elefantitos, patitos y cisnes. Nadie se baja de la calesita.
Las propuestas, gobierno tras gobierno, son las mismas: pedir préstamos para afrontar el vaciamiento de las reservas, generar condiciones para la venida de los capitales salvadores, trabajar con más esfuerzo para producir más y mejor, achicar salarios y flexibilizar las condiciones del trabajo asalariado para hacer más tentadora la captación de capitales, disminuir el déficit fiscal recortando los gastos en educación, salud, vivienda, jubilaciones, seguridad social y elevando los impuestos masivos para recaudar más, aumentar las exportaciones de todo lo que producimos, etc.
Pareciera que todo el sacrificio que, generación tras generación, venimos haciendo desde siempre, no fue suficiente para que hubiéramos salido a flote. Ha habido cosechas récord, hemos tenido un rodeo de tres cabezas de ganado por habitante, se han producido un millón de automóviles al año, se generó electricidad y energía de todo tipo con la construcción de represas, centrales atómicas, parques eólicos, proliferación de campos petroleros.Se ha producido oro, cobre, hierro, aluminio, plata y otros metales. Se han producido grandes barcos, aviones, camiones y trenes. Se han procurado millones de toneladas de pescados y mariscos. Se han fabricado medicamentos, se confeccionaron tejidos y vestimenta, elementos de limpieza y sanitarios, se ha proporcionado al mundo granos y alimentos capaces de satisfacer a diez veces nuestra población, se tendieron y ¡desarmaron! enormes redes de ferrocarriles… Pero nada de eso bastó.
Todo ese capital construido con el esfuerzo del trabajo asalariado, profesionales, cuentapropistas y pueblo laborioso, no es suficiente. Se necesitan más capitales… nos dicen.
Lo que no nos cuentan y callan arteramente, es que todo ese capital social acumulado en pocas manos monopolistas es el causante de nuestras tragedias a las que estamos expuestos solamente quienes lo producimos… Penurias a las que son ajenos quienes se apropian individualmente de esos capitales y disponen discrecionalmente de los mismoscon el “derecho” que les otorga el ser propietarios de las acciones y títulos de propiedad. En suma, esa concentración de capitales destinados no a satisfacer las necesidades y aspiraciones del pueblo sino a obtener cada vez mayores ganancias basadas en el trabajo social no retribuido es la causa de todos los males. La acumulación de capitales en esos monopolios y no la falta de los mismos, es lo que genera nuestras desgracias como pueblo laborioso. La pobreza de las grandes masas es el resultado de la riqueza de las pequeñas minorías parásitas que disponen de los capitales. La confirmación de lo que decimos es la compra, por parte de los monopolios, de miles de millones de dólares que el Banco Central sacó a la venta ni bien recibido el crédito del FMI en medio de la crisis económica que nos enrostran… Los capitales estaban, pero no destinados al mejoramiento del pueblo sino a la obtención de ganancias fáciles. No hacen falta capitales. ¡Sobran capitales!
Pero esos capitales, parte de los cuales fueron a parar a distintas partes del mundo y parte a incrementar la mecanización y robótica en las industrias monopolistas (de lo cual dan fe los obreros de las mismas) que se preparan a obtener ganancias multiplicadas sobre la chatura salarial y empeoramiento de las condiciones laborales y sociales de las grandes masas asalariadas, el cierre y quiebra de pequeñas y medianas industrias y comercios, etc., son las causas del empeoramiento en nuestras condiciones de vida y disminución de los ingresos.
Este nuevo piso, que aún quieren hacer descender más, valiéndose de las mismas mentiras y mecanismos de decisión, es el que pretenden los grandes monopolios y sus gobiernos de turno, “ofrecernos” como propuesta política de continuidad institucionalal pueblo laborioso.
En síntesis, el problema de Argentina no es la falta de capitales sino en manos de quién está la riqueza, lo que se expresa en la lucha de clases entre quienes somos los trabajadores asalariados y pueblo laborioso por un lado y los monopolios y sus funcionarios estatales y políticos que se enriquecen empobreciéndonos.