Pobreza, trabajo asalariado, y futuro de nuestro país

La semana pasada la UCA (Universidad Católica Argentina) publicó datos sobre la pobreza infantil en Argentina.

La misma, medida hasta el año 2018 inclusive, alcanza a 51,7% de la población infantil lo cual incluye a 5.913.719 niños de 0 a 17 años. En un año, la cifra se elevó en casi 1.000.000 de niños ya que a fin de 2017 la cantidad de niños pobres alcanzaba la suma de 5.004.235, siempre según las estadísticas de la mencionada universidad. Aumento de la pobreza infantil es, lógicamente, aumento de la pobreza de la población.

Pero hay otro dato notable que surge de los estudios de la misma UCA y es que el trabajo infantil en el mismo período subió desde el 12% al 15,5% en los niños desde 5 a 17 años. ¡En medio de un proceso de pérdida de puestos de trabajo para los adultos, suspensiones, jubilaciones anticipadas, etc.!

En consecuencia, la pobreza aumenta y el trabajo infantil también. Esto nos muestra palmariamente no sólo la aberración que significa el trabajo infantil para la ganancia ajena, es decir, la explotación capitalista más extrema, sino que el trabajo no resuelve las vidas del proletariado, sino que es el medio necesario de la acumulación capitalista.

Con esto último queda expuesto negro sobre blanco que no hay ninguna solución para la población a partir de la “oferta” de trabajo que prometen la burguesía en su conjunto y los gobiernos de turno en sus discurso cínicos y desvergonzados.

El trabajo asalariado, con su tendencia inexorable a su degradación, es una necesidad de la burguesía para la acumulación capitalista y esa acumulación capitalista se ejecuta a costa de la pobreza generalizada de las masas.

El problema de la pobreza no se resuelve no con el trabajo asalariado colectivo puesto en función de la ganancia de unos pocos parásitos burgueses monopolistas que es como funciona todo el sistema productivo del país. La eliminación de la pobreza y de la explotación infantil se resuelven con la distribución de la riqueza nacional destinada a la población laboriosa. Y eso sólo se logra con el trabajo colectivo de una sociedad bajo una planificación nacional de satisfacción de las necesidades y desarrollo futuro de la población.

Pero eso no puede realizarse si el PIB (Producto Interno Bruto), sigue siendo privado. Es decir, si todo lo que producimos y los medios de producción incluida la tierra, pertenecen a los monopolios, los bancos, los grandes comercios nacionales e internacionales, etc., en pocas palabras, a la oligarquía financiera que nos gobierna. Si el Estado reúne los fondos que cobra mediante impuestos y recaudaciones de todo tipo, incluyendo la metida de manos que hace sobre las cajas de jubilaciones, obras sociales (con la complicidad y beneplácito del sindicalismo empresarial) y se lo reparte en forma de subsidios a los dueños de esos capitales gigantes, como, por ejemplo, lo está haciendo con la industria automotriz ahora para la venta de automóviles 0 Km. ¡Como si los 6.000.000 de niños pobres necesitaran autos 0 Km! Y así podríamos seguir citando los subsidios dados por los gobiernos de turno a las mineras, a las petroleras, a los grandes capitales a los que les dio miles de millones de dólares prestados por el FMI para que se fugaran del circuito financiero dejándonos al pueblo la deuda, etc. (Ver nota de ayer publicada en esta misma página).

La brutalidad y ferocidad del sistema capitalista en descomposición y en su último tramo de histórico de vida, sólo puede ser detenida por una lucha de clases organizada desde cada fábrica, barrio, escuela contra el sostenimiento del poder de esa oligarquía financiera monopolista y sus gobiernos de turno.

Pero sólo podremos darle fin con la disputa por el apoderamiento colectivo y social de los trabajadores y del pueblo laborioso del total de la producción nacional para beneficio propio, lejos de ser un sueño inalcanzable, es una tarea necesaria e impostergable para acabar con el asesinato en masa, la degradación y la extensión de la pobreza que representa el sostenimiento del capitalismo. Sueño utópico, inalcanzable e irrealizable es creer que el capitalismo financiero puede convertirse en beneficioso para los trabajadores y el pueblo.

La lucha por el poder, por la construcción del socialismo, es la única vía que tenemos en Argentina para terminar con toda esta lacra. Y organizar esa lucha significa la generalización de las luchas que hoy están llevando distintos sectores populares y la construcción de esas organizaciones que comienzan a despuntar como herramientas que el pueblo utiliza para ese combate, hasta la concreción de una organización nacional capaz de dar el puñetazo final al poder burgués.

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