La generalización de los ataques a las conquistas políticas económicas y sociales que implican la eliminación de conquistas laborales, en barrer las leyes provisionales, la educación y salud pública entre otras, son el denominador común de las políticas de las diversas facciones de la oligarquía financiera a escala planetaria.
La esencia de la globalización es la profundización de la explotación y el sometimiento de los pueblos por medio de la dominación del capital.
Esta política tiene sus expresiones particulares en cada región y en cada país. Cada gobierno se disfraza con un ropaje distinto y un discurso más o menos identificándose con un interés u otro, con el fin de ganar apoyo para sus planes. Pero aún a pesar de esas diferencias políticas, adornadas por la estética proselitista -por decirlo así y aún a pesar del andamiaje propagandístico que sustenta a cada una de estas aparentes diferencias- la realidad es que su identificación con los planes del capital monopolista son inocultables y los exponen como nunca antes.
La estética de gobiernos como los de Bolsonaro en Brasil y el de Piñeira en Chile aparentan una distancia abismal. El primero con una brutalidad consumada. El segundo con un aparente sesgo democrático e institucional. Sin embargo, ambos deben sortear la crisis política derivada de la lucha de clases que enfrentan cada uno en sus países.
Lucha de clases que los expone y que evidencia nítidamente que las diferencias entre uno y otro son formales.
Los ataques a las condiciones salariales y previsionales, es decir a la clase obrera y al pueblo, son en ambos casos bien definidas. El estudiantado brasileño durante el mes de mayo protagoniza masivas movilizaciones frente a los recortes en la educación, y la huelga general que paralizó el país el viernes pasado frente a la reforma previsional que impulsa Bolsonaro, hablan por sí solos.
De igual manera se suceden masivas movilizaciones y huelgas en Chile, frente a los ataques a las condiciones laborales de mineros y docentes, movilizaciones y huelgas que en el caso docente llevan más de una semana, y en el caso de los mineros arrancaron el viernes y son por tiempo indeterminado.
La lucha de clases no sólo identifica el escenario político que representa cada gobierno de turno, sino el carácter común de la lucha de los trabajadores y el pueblo frente al capital.
Establece que las diferencias entre los de arriba, aún a pesar de sus guerras intestinas, no están por fuera de su condición como clase explotadora y sometedora.
La lucha de clases reduce toda la parafernalia de recursos dilapidados en campañas electorales, al cruento enfrentamiento que en verdad se ventila y que no pueden encubrir.
Enfrentamiento, que a medida que recrudece producto de las medidas cada vez más reaccionarías que intentan, son expuestos por la lucha de las masas, despojando todo el supuesto sentido ético del gobierno y desnudando que lo que encubren con sus mentiras es más explotación y oprobio.
La lucha de clases -que adquiere un carácter más amplio y masivo en nuestro continente- apabulla y socava también los planes del capital monopolista en nuestro país, generaliza la crisis política de toda la superestructura y todo el entramado de negocios, y se ve sacudido por las perspectivas de gobierno que dominarán el escenario.
Por ello, el mayor empeño de la campaña electoral en Argentina está puesto en la paz social, tan importante como los negocios y las políticas de ajustes futuros con más reformas laborales y previsionales. Aún a pesar de sus diferencias, los pactos de gobernabilidad deben ser las garantías centrales para la implementación de sus planes.
La burguesía está inquieta frente a un panorama internacional de luchas de clases que no puede contener y esconder. No pueden evitar profundizar la explotación y saben que sus intentos de contención y paz social son momentáneos.
Hay que profundizar la ingobernabilidad desde cada lugar de trabajo y cada barriada. Hay que avanzar de desde las bases en el enfrentamiento a sus planes de mayor sometimiento.
Las lucha de clases -cada vez más masiva en nuestro continente- es también una espalda muy ancha donde confluir para la lucha revolucionaria, en pos de una revolución social que barra con esta lacra que es el capitalismo y construya y sociedad socialista.