Pudrición del sistema por arriba; necesidad de socialismo y revolución por abajo

Sobre la idea de Marx y Engels expresada en el Manifiesto Comunista (1848), Lenin formulaba lo siguiente: “Los hombres han sido siempre, en política, victimas necias del engaño ajeno y propio, y lo seguirán siendo mientras no aprendan a descubrir detrás de todas las frases, declaraciones y promesas morales, religiosas, políticas y sociales, los intereses de una u otra clase. Los que abogan por reformas y mejoras se verán siempre burlados por los defensores de lo viejo, mientras no comprendan que toda institución vieja, por bárbara y podrida que parezca, se sostiene por la fuerza de determinadas clases dominantes”. (Tres fuentes y las tres partes integrantes del marxismo. Lenin).

El origen de este escrito de Lenin tiene 171 años, y sigue tan vigente como nunca para nuestra realidad.

Los acontecimientos que rodean las “nuevas” fórmulas para las próximas elecciones no son más que un verdadero certificado de pobreza política de la clase dominante. Es muy difícil encontrar semejante situación en nuestra historia. Tanta distancia entre una superestructura abocada a los faraónicos negocios monopolistas y un pueblo que camina por el sendero de la subsistencia.

En las últimas cuatro décadas, la clase dominante ha pegado muy fuerte con la ideología que lo sustenta. Trabajó y centró toda su labor en algunos terrenos fundamentales. A saber:

1.- Hacer “desaparecer” la lucha de clases. Basado en sucesivos procesos denominados “socialistas” que fracasaron. (Desde ya, fueron concebidos como socialistas cuando en la realidad se sostenían con un capitalismo de Estado). Burguesías que detentaban el poder y con ello precipitaron una oleada de descontentos políticos y sociales que conmovieron los cimientos de estas sociedades. La globalización intentaba dar respuestas ideológicas, presentándose como la panacea de la humanidad y logrando una centralización política e ideológica para afirmar un sistema capitalista por el resto de la vida de las sociedades futuras. La ofensiva ideológica no tuvo freno y en su punto álgido apareció la idea del fin de las ideologías, acompañada por la desaparición lisa y llana de la clase obrera. Los años 80 y 90 expresaron esa ofensiva de la mano de una intelectualidad que había sido “amiga” del proletariado en los años 60 y 70.

2.- Negar la lucha por el poder y la necesidad de construir un Estado proletario y popular. La burguesía monopolista asimiló y ganó en experiencia que las fuertes corrientes revolucionarias, construidas en décadas de enfrentamientos por el poder, ponían en escena un verdadero cambio del Estado. Sobre las ruinas del Estado burgués se construiría un Estado proletario y popular. Había que tomar el poder y en ello se experimentó lo mejor que la sociedad humana había producido hasta allí.

La Comuna de París, la Revolución Bolchevique, Cuba revolucionaria y socialista eran un “mal” ejemplo para los pueblos del mundo, agobiados por la explotación y opresión de la burguesía, presentase como se presentase. En la ofensiva ideológica de las últimas cuatro décadas, la burguesía tuvo en claro de que había que golpear la conciencia revolucionaria, negar la revolución.

En nuestro país -y sobre la base de estos dos enunciados fundamentales- la burguesía alternó dos formas de gobierno: dictaduras fascistas y (desde el año 83) democracia burguesa o representativa, conquistada con la sangre de nuestra clase obrera y de nuestro pueblo.

La democracia burguesa irrumpe para quedarse hasta nuestros días y es en ese proceso de muy larga data que nuestro pueblo adquiere y asimila por experiencia propia que esta forma de gobierno está impregnada de corrupción, de barbarie institucional en todas sus áreas.

Desde las propias entrañas de este perverso sistema de gobierno, de dominación de una clase altamente concentrada, es que aparecen las experiencias de lo nuevo. Algo que viene de lo muy profundo, de una u otra manera y de diversidad de expresiones verdaderamente democráticas, en donde nuestro pueblo produce una alternativa a todo lo ya conocido: la Democracia Directa, que se enfrenta a toda la podredumbre del sistema.

Pero a decir verdad es aquí en donde la historia exige, aprieta, conmueve; es aquí en donde nos comienza a pesar esa ofensiva desatada por la burguesía que difícilmente podremos pasar por alto. Nos han golpeado y muy duro.

Enfrentar esa ideología de dominación es un reto permanente, y para ello, el destino que nos debemos imponer es llevar al seno de nuestra clase obrera y de nuestro pueblo la verdadera historia de la lucha de las clases.

La propaganda revolucionaria es también enfrentarlos en el terreno de la lucha ideológica, realizar las tareas revolucionarias en concreto es explicar el porqué de los enunciados planteados en la introducción y poner en su lugar la concepción de la lucha de clases, de la necesidad de la lucha por el poder y de la construcción de un Estado proletario y popular. Son tareas que, combinadas con las políticas revolucionarias, con las organizaciones independientes que se gestan por todos lados, empujaran las historia para adelante.

La burguesía monopolista se ha sustentado en el poder también por la guerra ideológica abierta contra la clase obrera. Pero esa guerra no ha terminado: esa burguesía en ofensiva de los años 80 a nivel planetario y en nuestro país hacen agua hoy por su eslabón más débil: el político. Y por allí hay que pegarle una y otra vez. Pero nada será suficiente si las nuevas camadas de luchadores, (aquellos que están al frente de innumerables procesos de lucha) no asimilan que de lo que se trata es de ahondar la lucha ideológica en los rasgos fundamentales antes mencionados.

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