Los planes del gobierno de los monopolios son claros: reforma laboral, achatamiento del salario, y aumentos de los porcentajes de ganancia en beneficio de los grandes especuladores. Sin ir más lejos, y ya producido el cierre de listas de cara a las PASO, el ministro Dujovne viajó a Nueva York, uno de los centros mundiales del poder económico, para hablar con los inversores. ¿Qué fue a plantear? Que el gobierno va a avanzar con la pretensión de ampliar de manera firme la reforma laboral, que es lo que exigen las grandes empresas para venir a producir en el país, reduciendo el costo empresario con mano de obra más que barata.
¿Las “alternativas” políticas a nivel nacional plantean un escenario diferente? De ningún modo; el rumbo económico trazado por los organismos internacionales de crédito y los dueños de los grandes capitales ya está trazado, y apunta con claridad a garantizar el aumento de la cuota de ganancia para las empresas de la burguesía.
Veamos algunas cifras. Según un estudio de la Universidad de Avellaneda, en Argentina se pierde un empleo formal cada dos minutos. Es decir, 30 puestos de trabajo por hora. ¿A quién le conviene esto? A los grandes capitales concentrados de la economía, que cuentan así con un “ejército de reserva” de mano de obra desocupada, dispuesto a trabajar por bajos salarios. De este modo, el costo del salario (capital variable) se reduce a niveles paupérrimos.
De hecho, en tres años se ha reducido en un 52% el valor del salario real en la Argentina. Y esto, en cuanto al empleo formal, en una economía con un alto porcentaje de trabajo en negro, que no para de crecer. La desocupación medida por el INDEC ya se localiza arriba del 10 %, pero seguramente es mucho mayor. La llamada línea de pobreza ya supera los 30.000 pesos, con lo cual más de la mitad de la población en el país es pobre. También podríamos decir que la mayoría de las jubiladas y jubilados son indigentes, pues el límite en cifras está por encima de los 12.000 pesos, a lo que apenas llega la jubilación mínima. Más de la mitad de los niños y niñas son pobres.
Mientras tanto, la obra pública, que se presenta como un estandarte del gobierno de la burguesía, sirve para lavar dinero y favorecer a los empresarios amigos. Las empresas contratadas y que ganan misteriosamente las licitaciones son las grandes beneficiarias del modelo económico. Lo mismo podemos decir de las empresas energéticas. Hace unos días vivimos en el país un hecho sin antecedentes: un apagón histórico que dejó a oscuras a toda la Argentina por varias horas, habiendo aún sectores que no han recobrado el servicio eléctrico.
Pero eso sí, los tarifazos hicieron más ricos a los accionistas de esas empresas, amigos del poder de turno, castigando al pueblo trabajador que no sabe cómo llegar a fin de mes con sueldos miserables.
Nada va a cambiar a partir de diciembre, cuando asuma el nuevo gobierno. Gane quien gane, las cosas se pondrán cada vez más difíciles ya que los planes apuntan a profundizar el ajuste, precarizando a la población para que ellos sigan haciendo sus negocios. Si decimos que la dignidad no espera a octubre, decimos que los problemas que nos aquejan como pueblo no se resuelven en las urnas.
Eso no es democracia. El término no es el adecuado. En una verdadera democracia, los “representantes” no toman decisiones por encima y a espaldas de los “representados”. Es notable cómo el aparato ideológico de la burguesía ha impuesto concepciones falsas aún en torno a la etimología de los términos. Democracia es poder del pueblo. En la verdadera democracia, el pueblo toma las decisiones. En todo caso, podrá haber diferentes formas de organización, pero nunca un Parlamento que legisle atribuyéndose el mandato de sus representados.
Por eso decimos, la llamada democracia no es, en realidad, democracia. Eso que llaman democracia (“El pueblo no delibera ni gobierna, sino por medio de sus Representantes y autoridades creadas por esta Constitución”, dice la “Carta Magna” en su artículo 22) es en realidad una fantochada para que la burguesía sostenga sus negocios.
Por eso, sostenemos la idea que, solamente creando organizaciones de masas desde las bases obreras y populares, en las que la herramienta por excelencia sea la democracia directa, es que habrá un horizonte diferente para las generaciones futuras. Octubre es para ellos, la burguesía y sus políticos. El futuro, por el que debemos pelear, es para nosotras y nosotros, el pueblo trabajador.