Los partidos políticos son la expresión de intereses de clases en pugna.
No existen partidos políticos desclasados o policlasistas. Cada organización tiene por detrás un sello de clase. Sintéticamente representan intereses de clase y así se manifiestan a la hora de llevar adelante sus programas.
En nuestra sociedad los partidos de la burguesía están muy cuestionados, su presente caótico de fórmulas “incomprensibles” pone al desnudo ante millones de compatriotas una resultante inevitable de décadas de corrupción, de “servilletas”, de “bolsos”, de testaferros que utilizaron los partidos políticos para escalar posiciones y desde allí responder a sus intereses de clase; intereses de clase cada vez más concentrados y cada vez más expuestos en beneficio de los monopolios.
Los partidos políticos de la burguesía defienden a ultranza el sistema democrático burgués y -por sobre todas las cosas- la democracia representativa.
Pero los partidos políticos no son sólo los de la burguesía. Sin embargo, muchas veces los partidos que representamos los intereses de la clase obrera y el pueblo nos vemos arrastrados por una oleada de desprecio que tienen las mayorías de nuestra sociedad por el partidismo, trate del que se trate.
Por un lado, podríamos decir que esa desconfianza en lo que le viene de arriba es muy buena, es esa desconfianza estructural la que no permite que por arriba logren una dominación de clase estable. La gobernabilidad de la burguesía está cuestionada, aunque aún no esté claro el camino a seguir como salida a tanta indignidad que nos proponen.
Pero por otro, la burguesía ha hecho mucho daño en el plano ideológico cuando le ha quitado la impronta de clase a sus partidos y se presentan ante la sociedad como policlasistas. Este daño ha tenido un costo muy alto, porque también fue influenciando a varias generaciones de vanguardias que se han enfrentado y se enfrentan a la burguesía. Ya no es suficiente no confiar en lo de arriba, ya hay un piso conquistado en ese terreno. Se trata entonces que la existencia de un proyecto revolucionario se impulse desde esa base adquirida de enfrentamiento, experiencia de organización y de metodologías democráticas, que nada tienen que ver con lo que propone la clase dominante.
Pero para poder llevar adelante ese proyecto se necesita de un partido político que represente los intereses de clase del proletariado, que son los intereses de todo el pueblo explotado y oprimido.
Esa necesidad de fortalecer el partido de clase se vio afectada por esa práctica de los partidos burgueses que esencialmente muestran las peores caras de corrupción interna, verticalismo rayano en autoritarismo explícito, imponiendo candidatos a dedo, listas compuestas de personajes siniestros o que la población desconoce.
Para la burguesía, este sistema compuesto por los partidos “tradicionales” es esencial para sostener el sistema capitalista. Que los medios de producción permanezcan en cada vez en menos manos y sostenidos con la legalidad que le confiere la Constitución nacional y su Estado, le da un sentido estratégico a la importancia de los partidos burgueses.
Pero del otro lado de la barricada, destacamentos políticos del proletariado, partidos políticos de clase que contienen un proyecto de interés para todo el pueblo, también son imprescindibles para poder sintetizar la experiencia extraordinaria de nuestra clase y de nuestro pueblo, que pueda guiar ese gran torrente de aspiraciones de cambio existente en nuestra sociedad, para que los medios de producción pasen a manos de quienes lo hacemos todo.
Necesitamos fortalecer un partido político de clase que incorpore a las avanzadas que está dando nuestro pueblo para ir materializando la salida revolucionaria, que no aparecerá si no le ponemos toda la energía para hacerlo.
Cuando en las vanguardias surgidas desde las luchas, de las avanzadas que da nuestro pueblo, los destacamentos revolucionarios no nos detenemos a dar la lucha ideológica que nos presenta la burguesía, es que estamos haciendo una concesión oportunista al bombardeo que nos proponen desde la ideología dominante.
Hay que construir un partido que represente los intereses de clase del proletariado y de todo el pueblo, y para ello no puede haber concesiones. Hay que explicar una y mil veces del por qué la burguesía ha metido el virus de la desconfianza apoyada en la mitad de la verdad. Es cierto que en el camino de construir un partido proletario las existencias de errores son reales. Pero también es cierto que la construcción de un partido proletario es portador de lo nuevo, que requiere una nueva sociedad, que conlleva romper con las ataduras de un sistema perverso como es el Capitalismo, que no solo frena la producción sino que frena el desarrollo espiritual de la sociedad.
A los revolucionarios que están en búsqueda de una salida a tanto oprobio los llamamos a reflexionar y debatir estos pensamientos, poder asimilar que su incorporación a un partido con proyecto de clase implica ponerle el hombro a la construcción de una robusta fuerza capaz de guiar hacia la revolución tanta riqueza humana que ha generado nuestra sociedad.
Se necesitan fuerzas humanas materiales y reales, se necesitan fuerzas organizadas capaces de unir en un solo puño el golpe principal hacia el enemigo de clase.
Para los que están dando los primeros pasos en estos grandes cuestionamientos hacia dónde ir, para quienes han probado ya las miserias de las fuerzas políticas de la burguesía tan proclives al negocio electoral, para aquellos revolucionarios que en algún momento han perdido la confianza en un proyecto político pero nunca se han alejado de la lucha con nuestro pueblo, les planteamos enérgicamente que se necesitan muchas manos organizadas en el partido de clase para consolidar y masificar el proyecto en todo el pueblo.
Está todo por hacerse (aunque hay mucho hecho). En épocas como las que vivimos, faltan manos organizadas para desnudar y combatir a una clase dominante que trabaja en lo ideológico para hacer desaparecer de la faz de la tierra la idea de que la clase obrera cuente con su propio partido político.