La Escuela primaria Nº 223 está ubicada en el Barrio Valentina Sur, un barrio de casas bajas y calles angostas, en el cual hasta no hace mucho, una de las pocas calles asfaltadas era la de la entrada principal. El edificio es compartido en el turno vespertino con el CPEM Nº 42, una escuela para adultos. En los últimos años, más cerca del río, en una zona que antes era rural, de la mano de la especulación inmobiliaria se empezaron a instalar barrios cerrados; aquí, igual que en tantos otros lugares de Neuquén y de Argentina, conviven las necesidades más elementales de la gente con la opulencia obscena de los que más tienen.
La mayor parte de sus habitantes está compuesta por empleados, obreros, cuentapropistas y changarines. Y aunque parezca un cuento de ficción, en la provincia argentina que es la principal productora de gas, y a no más de cien kilómetros del yacimiento Vaca Muerta, en Valentina todavía hay personas que carecen de ese suministro y se ven obligadas a cocinar y calefaccionarse con garrafas o leña.
La escuela carece de un SUM, cuya construcción es reclamada desde hace treinta años, por lo que, los alumnos realizan parte de sus actividades en el patio; un sector del mismo es de cemento y, por su antigüedad, está poceado y con partes salientes con puntas cortantes; otra parte es de tierra, allí se talaron los árboles pero quedaron partes del tronco y de las raíces expuestas. Las consecuencias para los alumnos son fundamentalmente dos: los días de frío, lluvia o viento, tienen que estar encerrados adentro, y cuando están en el patio, corren el riesgo de tener un accidente.
El pasado lunes ocurrió uno de esos accidentes, que no fue uno más sino el número veintiséis en el último semestre. Un chico se cayó y se golpeó en la cara mientras jugaba en el patio, lo que le produjo heridas cortantes. Cuando llegó la mamá y vio a su hijo, estalló la indignación, como en tantas otras oportunidades, pero esta vez no se guardó silencio, comenzaron a circular los mensajes, primero entre los padres, después entre los vecinos, y todos fueron llegando a la escuela de manera autoconvocada; alguien llamó al sindicato desde donde enviaron representantes, y así, espontáneamente se armó la asamblea.
Los “gerentes” sindicales, al principio con la connivencia de los directores de las dos escuelas, intentaron convertirse en referentes y representantes de toda la comunidad, pero la asamblea como órgano democrático e independiente lo impidió; se resolvió que todas las decisiones fueran tomadas por la propia asamblea y sin intermediarios.
Una de las resoluciones fue tomar la escuela, para lo cual se organizaron turnos de tres horas cada uno, con todo lo necesario para la permanencia en el establecimiento. Otra fue movilizarse al día siguiente hasta el CPE junto con otras organizaciones como la Comisión Vecinal, para formalizar el reclamo ante las autoridades educativas.
Posteriormente, al llegar los alumnos del CPEM Nº 42, se les informó de la situación, éstos hicieron una asamblea en la cual se decidió apoyar la toma.
A la mañana siguiente, se le exigió a las autoridades del CPE que fueran a la escuela para dialogar con la comunidad. Pasado el mediodía, éstas llegaron acompañados de personal de infraestructura del consejo, y frente a las mamás, papás y vecinos, se comprometieron a la inmediata reparación del patio y a la construcción del SUM. Una hora más tarde, ya había ingenieros tomando medidas y obreros iniciando los trabajos.
Una mamá comentó emocionada que “en una hora conseguimos más que en treinta años”, y esta frase simple de una persona sencilla de nuestro pueblo, resume una realidad, que en treinta años, pasaron infinidad de gobiernos y conducciones sindicales de ATEN, y ninguno hizo nada porque a ninguno le importó nada, y todos, en períodos electorales, nacionales, provinciales, municipales o sindicales, fueron a hacer discursos grandilocuentes y plagados de retórica barata con el único fin de conseguir votos, y después se fueron a vivir como patrones, porque todos ellos viven sin trabajar, igual que los patrones.
Esta experiencia de una escuela de un barrio humilde de una provincia lejana, puede parecer nimia. Sin embargo, para quienes la protagonizaron, fue un acto de dignidad, comprobaron que con unidad y masividad pueden lograr lo que se propongan, y que para ello, no necesitan de parásitos funcionarios, sean del Estado o sean del sindicato.
Al día sábado 5 de octubre, la escuela continúa tomada y sin clases, hasta que los funcionarios del gobierno formalicen por escrito los compromisos asumidos verbalmente, lo que seguro ocurrirá en los primeros días de la semana entrante. Pero eso es anecdótico, lo importante como decía El Principito “lo esencial es invisible a los ojos”.