Hablar del Che un día después de su aniversario no ha sido casual.
Quizás el mismo hubiese aceptado esa postergación. Un comunista de principios, convencido de la ideología del proletariado, un Marxista-Leninista muy lejos de las adulaciones personales.
El 9 de octubre, el día siguiente de su muerte una corriente de tristeza recorría millones de almas en el planeta. No era la pérdida de su persona solamente, en todo caso, primaba el dolor por haberse debilitado todo un pensamiento de la sociedad humana encarnado en hombres y mujeres de tamaño calibre.
Tras su muerte, la clase dominante festejó su caída, pero no se dejó llevar por ese miserable triunfo: comenzó a disparar la munición gruesa para combatir la idea de la revolución social, la lucha por el poder.
Se instaló la lucha ideológica no solo contra esa figura inocultable de la historia, sino a toda esa concepción revolucionaria. A partir del 9 octubre se incrementó “el contrabando ideológico”, en un marco internacional en donde las fuerzas de la revolución y de la reacción dirimían combates por sostenerse.
Cuba y Vietnam, y tras de ellos, decenas de pueblos del mundo batiéndose por nuevas salidas para sociedades castigadas por el sistema dominante.
Tantos años han pasado de aquel 9 de octubre, de ese día después de su caída, de ese dolor inconmensurable y de ciertas visiones estratégicas de su pensamiento profundo que hoy comienzan a brotar en todas las latitudes.
El capitalismo no dio solución a ninguna de las aspiraciones de los pueblos del mundo. El Che tenía razón.
Su idea de establecer varios Vietnam comienza a traducirse aún más ampliamente cuando van emergiendo millones de almas descontentas con el actual estado de cosas que se alzan por uno y mil motivos.
Cuando su preocupación en el pensamiento revolucionario, en la construcción de la sociedad socialista le otorgaba principal protagonismo a la participación de la clase obrera y con ello al resto de la población, es decir, una acción directa en la administración del nuevo Estado.
Se aferró a los principios y soportó las ofensivas ideológicas cuando en su histórica presencia en Punta del Este caracterizó la imposibilidad de que las burguesías nacionales pudiesen tener un proyecto propio.
Cuántas décadas pasaron de ese acontecimiento y cuánto diversionismo ideológico tuvo que actuar para que esa idea no diese paso al proyecto de la clase obrera como uno independiente de la burguesía, que ya por aquel entonces estaba presente como oligarquía financiera, en un sistema dominado por el Capitalismo monopolista de Estado.
No dio tregua ni paso al oportunismo, advirtió desde mucho antes la necesidad de una revolución socialista y ayudó a parir el pensamiento revolucionario en un nuevo giro de la historia. Ayudá a parir Partidos que -como el nuestro- se sostuvieron desde sus orígenes con principios revolucionarios, con independencia de clase. Advirtiendo en esa llama encendida que la persistencia que transmitió el Che, en las peores condiciones de ofensiva ideológica del sistema, supo sostenerse aún en los estrados internacionales, en la boca del lobo del verdadero poder monopolista.
Este 9 de octubre recordamos el día anterior con el espíritu de lucha revolucionaria que supo contagiar a varias generaciones pero que hoy adquiere una envergadura de distinta calidad para persistir en el proyecto revolucionario de la lucha por el poder.
En todo caso, traducimos nuestra aspiración a que en las sociedades humanas haya infinidad de CHE, masificando el pensamiento y la acción revolucionaria desde la clase llamada a parir la nueva historia de la humanidad.