Hace más de un mes que en el barrio Los Pinitos de la zona de Libertad, pcia. de Bs. As. no tienen agua. Los vecinos deben ir a buscarla a varias cuadras de sus casas, a una canilla pública. No es precisamente un barrio rudimentario, ni una toma con viviendas precarias sino, una barriada popular de gente de trabajo en pleno corazón del municipio de Merlo.
Al mismo tiempo que ello ocurre, cerca de allí, la intendencia invierte su tiempo y millones de dólares en finalizar la construcción de una monumental Plaza Inclusiva. Los portales de internet de la intendencia de Merlo no dejan de mencionar las grandes obras que este municipio realiza. Sin embargo, a vista de todos, la única que llama la atención es esa gigantesca plaza, las demás obras están, pero no existen. Son parte de un paisaje de arreglos que no arreglan nada y que desde los últimos treinta años se repiten una y otra vez como si fueran una única fotografía que aparece aquí o allá tan vacía e inconsistente como la propaganda que les hacen.
Miles de personas de trabajo, estudiantes, jubilados y hasta cortejos fúnebres (por estar a dos cuadras de un cementerio), pasan frente a esa plaza gigantesca a toda hora, por la mañana, por las tardes, por las noches, de ida y de vuelta de sus actividades laborales, trámites o estudio. Nadie juzga abiertamente la obra, pero sí, en sus silenciosas miradas se aprecia un destello de ¿a ver cuánto aguanta?
Las lluvias del fin de semana dieron la respuesta. Quedo bajo agua. Al igual que parte del barrio El Pinito, que, como un triste destino, ahora la tienen en abundancia. Al igual que innumerables barriadas del municipio y de todo el conurbano.
En ese portal municipal, la fotografía de un puente peatonal de hormigón armado en una avenida céntrica de Pontevedra, un puente pequeño y mezquino para su función y lugar, muy mínimo -como todo lo que hace el Estado burgués-, no aparece derrumbado por los desbordes de un arroyo y por la inconsistencia de su estructura, tampoco la inundación de la gigantesca plaza.
Menos aún las barriadas inundadas por la construcción de la Autopista 2 Circunvalación, en la localidad de 20 de Junio en el límite con La Matanza, -que, dicho sea de paso- Macri inauguró a escondidas hace unos días por miedo al escrache.
El negocio inmobiliario que rodea la construcción de esta autopista, que además tiene un carácter estratégico por ser vía de comunicación para el transporte de mercancías de forma más rápida a todo el sur de Buenos Aires, no debe ser empañado por las zonas anegadas y por falta de obras e infraestructura que la rodean.
Lo canales rudimentarios y los zanjones llenos de basura que desbordan con cada lluvia, de ningún modo pueden reemplazar las obras que el Estado de los Monopolios no está dispuesto hacer. Falta de obras, obras inútiles, obras inconclusas, obras faraónicas y solo con un sentido de negocios… este es el marco donde se mueve la obra pública, las llamadas grandes obras que la propia burguesía se ensalza en inaugurar o en esconder. En los límites de su estrechez no entran las necesidades de nuestro pueblo. El carácter de clase del Estado es indisoluble en cualquier ámbito de su acción.
Aquí, como en todo el conjunto de la acción política y económica del Estado, se hace evidente el despilfarro de recursos, la corrupción, el oportunismo, la desidia y la putrefacción con que actúa.
Pese a las intenciones de limar, suavizar y prometer, que gobernantes, intendentes y medios intentan, esta realidad y sus consecuencias es indisimulable. Ningún discurso y ningún video, ninguna fotografía pueden servir de consuelo.
La furia de millones de personas que ven perder sus bienes, que ven empeoradas sus condiciones de vida y trabajo -no solo por falta de obras sino, por todo el conjunto de las políticas del poder monopólico- solo tiene un sentido: la necesidad impostergable de barrer con la clase dominante y su Estado. Es decir, la necesidad de construir el camino de una revolución social mediante la acción y organización política de nuestro pueblo.