En uno de sus editoriales del día de la fecha, el diario La Nación publica un artículo cuyo título reza: “Los violentos grupos de choque ya están entre nosotros”.
El inquietante titular de uno de los medios más representativos de la burguesía monopolista en nuestro país, describe “el arsenal” encontrado a un grupo llamado Agrupación Piquetera MP 22 de Agosto. Acto seguido, define a tal agrupación como un desprendimiento de del ERP (Ejército Revolucionario del Pueblo). A partir de allí se vuelcan una serie de afirmaciones como contactos internacionales de este grupo, “que tendría lazos con un grupo extremista chileno”; y hace hincapié en que durante las marchas éste y otros agrupamientos no enarbolan la bandera celeste y blanca sino de color rojo “representativo del deseo de transformar a la Argentina en un presunto paraíso socialista como Cuba”.
Hasta aquí una enumeración más o menos cantada de lo que se puede esperar de un diario como La Nación; sólo podríamos reprocharle que olvidaron decir que se quiere atacar nuestra forma de vida occidental y cristiana.
Pero ya al final del artículo se devela la verdadera preocupación: “Las autoridades deben estar preparadas para mantener el orden público y asegurar la paz social. Aquella que supone, de inicio, que el poder político surge de las urnas y no de los palos, las capuchas y las amenazas… De cara a lo que ocurre en la región, en el horizonte se ciernen tormentas frente a las que debemos estar alertas”.
Como dijimos en otras notas, la burguesía monopolista ha leído y analizado correctamente lo que está pasando en el mundo y, en particular, en nuestra región. Por eso hemos dicho que están viendo las barbas del sistema cortar y ponen las suyas a remojar. Las advertencias de La Nación desde su editorial pone el acento en la defensa a ultranza de la democracia burguesa y sus instituciones cuando justamente lo que está pasando es que los pueblos salen a las calles a reclamar una vida digna, y ese reclamo viene pegado a un cuestionamiento de fondo de las formas de gobierno “democráticas” con las que la clase dominante hasta hace muy poco venía ejecutando su engaño. Y decir forma de gobierno es igual a decir que toda su institucionalidad está puesta en discusión.
La irrupción del movimiento de masas en la lucha política abierta contra el régimen de dominación, aun cuando todavía adolece de direcciones revolucionarias que puedan tallar en el derrotero de los acontecimientos, es una señal de alarma que la burguesía no desconoce. Por el contrario, lo advierte y pide prepararse para afrontar esta nueva realidad. Después están todos los análisis que se puedan hacer “para la tribuna”, pero lo esencial está planteado en notas como la referida.
Bien hacen en advertirlo dado que los hechos van demostrando que ni los discursos anti comunistas de otras épocas, ni la intervención de las fuerzas armadas en los conflictos, logran aplacar y dominar un movimiento de masas que atraviesa un alza de la movilización y de los reclamos de fondo que sostienen.
La lucha de calles ha sorprendido a la burguesía, tan segura estaba que los pueblos seguirían creyendo su farsa de bonanza y progreso. Semanas enteras han pasado en Chile, Haití, Bolivia, Ecuador en las que las masas ganaron las calles y han puesto de cabeza lo que antes estaba de pie. Con las características que toma la lucha en cada país, lo que atraviesa a todas ellas es que la institucionalidad del sistema cruje y profundiza la crisis estructural del sistema capitalista.
No estamos equivocados si afirmamos que este proceso se hará más agudo dado que los gobiernos querrán resolver “por arriba” lo que sólo tiene solución con los millones “de abajo” que están movilizados. Contradicción antagónica que sólo será posible superar con la ruptura de la misma. De allí la necesidad de avanzar en la construcción de alternativas revolucionarias que disputen la dirección del proceso hacia la toma del poder. Este es el nuevo escenario de la lucha de clases.
En nuestro país la aparente calma y el reciente triunfo de un partido de oposición es una característica insoslayable del momento que atraviesa la lucha de clases. La moderada expectativa del movimiento de masas en nuestro país deberá atravesar esa experiencia. Pero Argentina no es una isla ni está por fuera de los problemas estructurales de un sistema en decadencia. Más tarde o más temprano nuestra clase obrera y nuestro pueblo, también portadores de una vasta experiencia de lucha, irrumpirán en el escenario político rompiendo también con las ataduras del sistema ejercitando la autoconvocatoria y la democracia directa en abierta lucha política contra el enemigo de clase.
Mientras tanto cabe que los revolucionarios sigamos trabajando en la construcción de herramientas de organización que ayuden a que esa lucha política se desarrolle, acompañando el proceso que las masas transiten y, al mismo tiempo, poniendo de manifiesto la independencia política intransigente contra las políticas de la burguesía monopolista, sea del color que sea.