“Buenos y malos” o el terror a la lucha de clases

En momentos como el actual, en donde diversos pueblos se plantan frente a la institucionalidad y los designios impuestos por este sistema cruel e inhumano, vale la pena detenerse sobre la idea que la historia de nuestras sociedades es la historia de la lucha de clases.

En el capitalismo, la división de las clases está identificada por las relaciones de producción, por la forma en que la sociedad produce mercancías. En el seno de las relaciones de producción, cada individuo ocupa un lugar en la producción, determinado por la división social del trabajo. Y en el mismo desarrollo de la producción de mercancías, se encuentran identificadas dos clases sociales fundamentales para la reproducción del sistema capitalista: la clase obrera, que es la que produce las riquezas con sus propias manos y la burguesía, la cual se apropia de lo producido.

La clase obrera se ve obligada a venderle su fuerza de trabajo a la burguesía, ya que no tiene otro medio de subsistencia, mientras que la burguesía es la poseedora de todos los medios de producción, y por lo tanto de todo lo producido.

Desde el nacimiento del capitalismo, al igual que las diferentes sociedades donde existieron oprimidos y opresores, el antagonismo de clases es inherente al mismo sistema de producción. Por lo tanto, la lucha de clases entre quienes defienden sus riquezas y quienes luchamos por una vida digna existió y seguirá existiendo como consecuencia natural del capitalismo.

En esta breve definición de lucha de clases, queremos destacar que en el marco del sistema capitalista de producción, las luchas y los enfrentamientos que hoy están llevando adelante los pueblos movilizados incluyen la contradicción antagónica entre la burguesía y el proletariado.

En el transcurso del desarrollo del capitalismo, la burguesía industrial fusionada con los grandes capitales bancarios, se han constituido como oligarquía financiera, dominando y desapareciendo a las viejas burguesías nacionales, bajo el yugo de su poderío, para obtener el control absoluto no sólo de la plusvalía y los mercados mundiales, sino también de los Estados del mundo, con el objetivo de adueñarse de las riquezas naturales de los países y de las riquezas producidas por millones y millones de obreros, dejando como consecuencia un tendal sin número de seres humanos en el destierro de la pobreza, la destrucción y la muerte.

Tras el nacimiento del capitalismo monopolista de Estado, última fase de desarrollo del sistema capitalista, la oligarquía financiera ha cooptado los Estados en el mundo, como también en nuestro país, poniendo en funcionamiento todas sus instituciones a su servicio estricto, para el beneficio de sus intereses.

Donde son directamente los monopolios quienes toman las decisiones políticas y económicas que encaminan el destino de cada país, colocando e interviniendo inclusive, en cargos fundamentales como funcionarios de Estado, a gerentes y empleados de altos rangos de las empresas monopólicas.

Quienes gobiernan en este Estado, serán quienes les toque administrar en cada etapa los intereses de la oligarquía financiera. Y es aquí mismo, donde la burguesía ha demostrado que teniendo claro su objetivo de seguir perpetrada en el poder, no le ha hecho asco a nada y su gobierno puede tener tintes de cualquier color u olor, con caretas tanto de izquierda como de derecha o de centro, según más le convenga; ya que mientras pueda seguir extrayendo plusvalía a costa de la explotación de la clase obrera, nada le importa

No debe sorprendernos que tanto los intelectuales burgueses y el diversionismo de izquierda, pretendan imponer falaces discusiones políticas, sosteniendo que en el marco de esta democracia burguesa, existen los representantes de la derecha, que serían los malos, y los representantes de la izquierda, que serían los buenos. Y en este mismo sentido, los de izquierda serían quienes están con la democracia y los de derecha con los milicos.

O lo que sería lo mismo, auto proclamaciones de “nacional y popular”, o que hay empresarios buenos y empresarios malos, es decir, afirmando que “hay burgueses buenos que hacen grandes inversiones para que el país salga adelante”, como si no dependiera que para que esos negocios e inversiones sean redituables, se tenga que exprimir a más no poder a nuestra clase obrera.

Por eso alertamos que cuando todo debate político se simplifica hablando de “derecha” o “izquierda”, el único objetivo que se persigue es el de esconder la raíz madre de todas las luchas, que es el antagonismo de clases.

“Izquierda”, “derecha” o “centro” son definiciones que intentan entorpecer la avanzada de la lucha de clases, que cada día va tomando más impulso. Los partidos políticos de la burguesía como también “la izquierda” que tiene la mirada puesta en el parlamentarismo burgués, utilizan estas terminologías con el objetivo de dividir a la clase obrera y el pueblo, porque le tienen terror a la lucha de clases.

Es por eso que desde nuestro Partido sostenemos que, así como los pueblos del mundo vienen dando significativos pasos en los diferentes niveles de movilización, enfrentamiento y en ese camino avanzando en la unidad, todas las movilizaciones que se desatan desde los diferentes sectores de la sociedad y que siguen ahondando cada vez más la crisis de gobernabilidad e institucionalidad de la oligarquía financiera, abonan enormemente la posibilidad material del proyecto revolucionario y la toma del poder con la clase obrera como vanguardia.

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