El Estado es un órgano de explotación de la clase oprimida

A pocos días de un nuevo cambio de gobierno de la burguesía (recalcamos: de la burguesía), es bastante común escuchar a diversos opinólogos explayarse sobre «los cambios» que traerán estos «nuevos aires», sobre todo cuando se refieren al papel del Estado. Según sus decires, se va un Estado malo, antipopular y etcéteras, y viene un Estado bueno, popular y progresista, comprensivo, que va a repartir mejor porque va a ser árbitro entre los diferentes intereses…

El origen de la necesidad de ocultar el carácter de clase del Estado, tiene que ver con la tan mentada soberanía, o más bien, con el ejercicio del poder, en cuanto la democracia burguesa se fundamenta en la “delegación del poder soberano del pueblo al Estado mediante el sufragio universal”.

Esta es la gran mentira con la que por siglos los burgueses han sostenido su dominación: el Estado está al servicio de los monopolios, por lo tanto, el pueblo nunca en el sistema capitalista es soberano.

El poder del Estado lo detenta la clase dominante, que lo explota y domina. Engels, con gran precisión llama al sufragio universal “arma de dominación de la burguesía”.

La retórica filosófica tan propia del capitalismo choca abiertamente con la realidad: la clase trabajadora y el pueblo somos cada vez más conscientes que no tenemos hoy ningún espacio de participación ni decisión real en las cuestiones que afectan a nuestro pueblo y a nuestra tierra.

Los monopolios transnacionales son los que deciden la vida y la suerte de los millones que habitamos el planeta, por encima de cualquier frontera “nacional, y ponen al Estado a su servicio para llevar adelante su objetivo de obtener la máxima ganancia.

“La república democrática es la mejor envoltura política de que puede vestirse el capitalismo, y por lo tanto el capital, al dominar esta envoltura, que es la mejor de todas, cimenta su Poder de un modo tan seguro, tan firme, que ningún cambio de personas, ni de instituciones, ni de partidos, dentro de la república democrática burguesa, hace vacilar este Poder. (El Estado y la revolución, Lenin)

Estamos transitando una etapa en el contexto del Capitalismo Monopolista de Estado a nivel internacional, donde la actual crisis se presenta ya no como las crisis cíclicas tradicionales del capitalismo de libre concurrencia o monopólico, sino como crisis estructural y sostenida.

La autoconvocatoria y el ejercicio de la democracia directa en diversas experiencias del movimiento de masas por fuera de las instituciones de este sistema, tiene como esencia, la toma de decisiones y el protagonismo de la clase obrera y el pueblo. Es decir: el ejercicio del poder se va profundizando al calor de la lucha. Es esto lo que -justamente- cruza de lado a lado la crisis política del gran capital monopolista.

Hoy, más allá de cómo el pueblo utilizó la última elección para sacarse de encima al impresentable gobierno macrista, la desconfianza no ha perdido terreno y todas las instituciones del sistema están bajo la lupa. Es el momento de desenmascarar esta democracia burguesa basada en la mentira de la soberanía popular dentro del sistema capitalista.

Hoy, los pueblos del mundo con su protagonismo están poniendo en práctica el ejercicio de su poder, más allá del voto, sin pedirle permiso a nadie y rompiendo todos los corsés y las murallas que los monopolios han construido con su orden institucional.

Es desde esa práctica en esencia revolucionaria desde donde se constituirán las instituciones de un nuevo Estado, socialista. Bajo la estricta experiencia de cada pueblo hay que desarrollar en el nuevo poder revolucionario, lo que los monopolios y sus Estados a sus servicios están negando en lo más profundo de sus políticas.

El poder en manos de la clase obrera y el pueblo se logra con una revolución socialista, que no es más que más democracia revolucionaria, más movilización permanente del pueblo, es decir más democracia directa.

Un Estado de nuevo tipo basado en el involucramiento del pueblo en las decisiones del Estado, es el pueblo soberano en el ejercicio de su poder soberano.

Esa será la verdadera soberanía popular.

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