Por estos días una serie de acontecimientos políticos, vacacionales, festivos han creado una atmósfera de remanso. Nada ha cambiado en la vida real pero de una u otra manera todos queremos que las cosas mejoren y eso pesa. Cierta tolerancia, poca, pero parecería ser que estamos “comprando” tiempo, un compás de espera.
Lo cierto es que las boletas siguen llegando, con o sin aumento, no importa, pero además todos los días comprar para comer es todo un desafío. La mayoría de la población asalariada que trabaja en negro, en condiciones casi marginales no llega a fin de mes, el resto de asalariados, tampoco. Acosados con deudas, si no es con las tarjetas es con los bancos… pasan los meses y nuestros salarios no pueden cubrir los descubiertos que se producen. Se postergan los arreglos de las casas, de la compra de vestimenta y el pensar en mañana, literalmente, es salir a pelearla a sabiendas que estamos en inferioridad de condiciones.
No salimos de una terrible noche aunque nos “vendan” destellos.
Hoy, 14 de enero comienza a pesar la idea de que así las cosas nos pueden seguir. Los “tiempos ya comprados” se vienen gastando rápidamente y por más habilidad política que tenga este gobierno comienza a pesar que el cheque firmado no está en blanco.
No hay un proyecto político de salida a esta crisis estructural del sistema en manos de la burguesía. Son muchos años de acumulación en el pueblo que van en varias direcciones y que de una u otra manera expresan la necesidad de un cambio.
Por arriba permanece la inestabilidad y la crisis política. Por abajo el constante descontento.
Las fuerzas en pugna, las clases enfrentadas dirimen batallas de todo orden. La burguesía monopolista y sus respectivos gobiernos no pueden gobernar y dominar como quisieran y por abajo aún falta un trecho importante para que todos esos «grises» mencionados se sinteticen en una fuerza de cambio revolucionario que pueda quebrar una gobernabilidad esencialmente anárquica como lo es la del sistema capitalista.
La historia y las experiencias de la lucha de clases no se repiten pero llevan consigo “la sabiduría” para asimilar el presente y el futuro inmediato.
Para los revolucionarios este presente está abierto. Vulgarmente diríamos que la moneda está en el aire, y no hay una receta que pueda afirmar que las cosas van a ser así o de otra manera.
Pero hay certezas que son resultantes de décadas. Hay un presente que exige aferrarse a los principios que permitan desarrollar la política y la organización política en todos los niveles hacia la revolución socialista.
Es una época histórica de ascenso de masas internacional, de embrionario peso político del proletariado industrial que hemos desarrollado en varias notas. Pero necesitamos trabajar sobre las certezas y en ello los revolucionarios plateamos que la lucha ideológica contra el sistema y la materialización en organización de todo el descontento son tareas inmediatas de todo el movimiento presente y futuro.
Las fuerzas clasistas se preparan, consciente o inconscientemente. Se sabe que así las cosas no están bien, hay un clima que agita que “algo nuevo va a pasar”. Eso es muy cierto, lo afirmamos de cabo a rabo, hay hechos nacionales e internacionales que así lo confirman. Pero insistimos: los revolucionarios tenemos que tener firme el timón que los cambios revolucionarios tienen un carácter de clase y una fuerza de clase, y en ello no podemos descuidarnos un solo instante.
Hay todo un torrente de aspiraciones políticas democráticas de nuestro pueblo pero que incluso trasciende nuestras fronteras. Se avanza, se quiere cambiar y las experiencias de esa acumulación tienden a pesar cada vez más. Pero no es suficiente avanzar por ese nivel de aspiraciones si en esos reclamos políticos no se introduce cada vez más la necesidad de cambios revolucionarios, de llevar ese caudal hacia la revolución social.
La clase dominante lo sabe. La burguesía pondrá todo su esfuerzo para sostener el sistema y este gobierno lo está haciendo. Pero de este lado de la barricada el proletariado industrial aún no juega el papel de dirigente político de este proceso tan complejo. No acaudilla ese descontento y ese malestar y en ello las dirigencias de los gremios juegan el papel de dique de contención.
Nadie les cree, pero aún aparecen como un paraguas frente a los trabajadores. A ese dique de contención hay que quebrarlo, erosionarlo, carcomerlo y en ello los revolucionarios deberemos alentar las más variadas tácticas políticas y de organización que posibiliten una acumulación de fuerzas necesarias para derrotar definitivamente los pilares de contención del sistema. Definir claramente los objetivos a seguir dentro de cada establecimiento con aspiraciones locales y nacionales, aferrarlos al terreno de la masividad, cada vez más abajo y trabajar en esa dirección sorteando las dificultades para enfrentar un enemigo que es parte y arte del poder.
En el futuro inmediato el descontento de todo nuestro pueblo seguirá creciendo. Esto exige de los revolucionarios trabajar con mayor intensidad en el desarrollo de la aparición cada vez más comprometida de la clase en cada confrontación.
Explicar el por qué la clase tiene que actuar como clase, por qué debe cimentar sus fuerzas. Y en todo ese ir y venir, elevar la conciencia de clase para ir aculando las fuerzas necesarias para la lucha política por el poder.