Desde que se lanzó la cuarentena, padres, docentes y alumnos, estamos sufriendo un verdadero atolladero de tareas. Una completa anarquía por parte del Ministerio de Educación que se transmite hacia las supervisiones (en el caso de la educación secundaria), y posteriormente hacia escuelas y docentes. Visto desde fuera, pareciera ser que a los docentes nos dio un ataque de envío de actividades hacia los alumnos en todos los niveles de la educación; visto desde afuera la cuestión parecería ser un capricho individual de los trabajadores de la educación. Pero nada aquí es caprichoso, ni en el sentido individual ni mucho menos en el sentido global. El mecanismo, desde que empezó este periplo, es el siguiente: en escuelas secundarias las supervisiones empezaron a exigir –desde el día cero- que se les envíen actividades semanales a los alumnos y que cada docente envíe un informe curso por curso con respecto a la evolución de las actividades, cuántos alumnos entregaron trabajos y que se centralice inclusive hacia la supervisión las actividades que los docentes envían. A partir de aquí hay entonces un apriete de arriba hacia abajo para generar actividades permanentemente. En principio, de ese apriete viene lo que se percibe como un atosigamiento de tareas. Pero detrás de esta bajada de línea hay intereses mucho más profundos que simplemente “continuar con el ciclo lectivo”.
Hace años distintos gobiernos vienen intentando implementar el uso de las plataformas digitales y la educación a distancia principalmente en el ámbito secundario y terciario. La fecha de inicio podríamos situarla en la iniciativa de la Secundaria del Futuro en CABA, que más tarde también fue impulsada en provincia de Buenos Aires e implementada en los terciarios técnicos de la Ciudad de Buenos Aires. La transformación educativa que viene impulsando la burguesía reviste varios intereses, aquí solo nos detendremos en uno de sus aspectos -el laboral-, sin entrar a discutir problemas pedagógicos o educativos en sí. Al respecto solo diremos que sin lugar a dudas el sistema educativo se encuentra “atrasado”, pero ese atraso corresponde al propio freno en el desarrollo de las fuerzas productivas al que nos somete el sistema capitalista, en ese campo, toda reforma educativa impulsada por la burguesía no puede dar respuesta a las aspiraciones que como pueblos tenemos en transformar para elevar la educación; en otras palabras, todo lo que pueda hacer el sistema para transformar el sistema educativo atrasa, porque los intereses del sistema son antagónicos a los intereses de los pueblos.
Volviendo a nuestro tema central ¿Por qué la burguesía viene insistiendo –antes de la pandemia inclusive- con la implementación de plataformas digitales? Bueno, en primer lugar está el negocio, como oportunamente hemos denunciado[1], en segundo lugar, y más importante todavía, está la flexibilización laboral que se esconde detrás del uso de estas plataformas. Con la Secundaria del Futuro en CABA el gobierno ha incrementado tremendamente el trabajo del docente en tareas administrativas que van desde el seguimiento alumno por alumno hasta la tarea burocrática de subir repetidas veces las mismas notas en diversas planillas. Al ejecutar estas tareas administrativas lo que se busca es elimina personal como preceptores y secretarios. Y por último se busca implementar un control absoluto de lo que el docente da en clase, al obligarlos a cargar las actividades de manera digital permitiendo de esa manera que los trabajos sean rápidamente centralizados por el gobierno. No han sido pocos los inconvenientes que ha tenido la burguesía para implementar esta serie de procedimientos donde además debemos contemplar que las escuelas no tienen instalaciones de internet o las mismas resultan insuficientes, los alumnos no tienen computadoras ni tampoco a los docentes se les brindan computadoras o conexión doméstica como para ejecutar dicho trabajo. Por último, en algunas escuelas nocturnas y en terciarios técnicos se aplicó directamente el dictado de clases virtuales para algunas materias, consiguiendo de esta manera: 1) disminuir los gastos edilicios al liberar alumnos que no tienen que asistir en forma presencial 2) aumentar la cantidad de alumnos a cargo de un mismo docente, cosa imposible si estos alumnos deben asistir físicamente a un aula donde no entran, por ejemplo, 100 o 200 alumnos que conforman un curso en una materia virtual. De esta manera de aumenta la “productividad” del docente, léase, menor gasto salarial para mayor cantidad de alumnos.
Para graficar un poco la situación: un docente secundario de la Ciudad de Buenos Aires cobra un sueldo promedio por hora cátedra de $ 1.500. Trabajando 36 horas cátedra semanales percibe un sueldo de $ 54.000. Salvo en casos muy específicos (como materias especiales en escuelas técnicas) la mayor parte de las materias tiene 3 horas cátedra semanales. Es decir que un docente con un sueldo de $ 54.000 tiene a su cargo 12 cursos con una media de 30 alumnos por curso. En total: 360 alumnos. Semanalmente debe corregir un trabajo por alumno, y volcarlo a las planillas correspondientes. O sea que mensualmente un docente debe corregir al menos 1.440 trabajos y volcar el seguimiento en las planillas. Eso pasaba antes de la pandemia con docentes y alumnos que no tienen las herramientas para desarrollar el trabajo virtual y que además tampoco han sido capacitados para ello. Pero sobre todo, prescindiendo del aula, es decir que además de corregir hay que preparar las clases, los trabajos, etc.
Pero la crisis del COVID19 vino a “empujar” por la fuerza la implementación masiva de este tipo de trabajo. Con o sin plataformas digitales unificadas, el Ministerio obliga a los docentes a dictar clases de manera virtual donde se han multiplicado las labores: 1) se le pide a los docentes que se hagan cargo de buscar los emails de contacto con los alumnos (tarea que debería ejecutarse de manera centralizada por las escuelas); 2) se les pide un seguimiento semanal de los alumnos de manera escrita, tarea que en otras circunstancias se resuelve con la interrelación docente-alumno en las aulas y que además viene a desplazar tareas efectuadas por los preceptores; 3) se exige que los docentes den tareas permanentemente a los alumnos. De más está decir que este último punto no se refiere a ningún problema educativo, sino que, como los anteriores, se refiere a un incremento en la presión y el control hacia los trabajadores de la educación. También, desde ya, se avanza en el control hacia los alumnos por parte del gobierno o la institución privada en forma directa, lo que constituye de por si un cercenamiento a las libertades políticas en el aula –libertades que históricamente estuvieron atrasadas dado el papel represivo que cumple la escuela como institución en manos del sistema capitalista-.
Todo esto se desarrolla en un contexto en el cual son los propios docentes quienes deben hacerse cargo del costo en instalaciones (computadoras e internet salen del salario docente, no del gobierno o la institución privada). En el caso de los alumnos, por su parte, se produce una suerte de “selección natural” a lo darwinismo social: solo aquellos que tienen computadora e internet en la casa, y disponibilidad para utilizarlos pueden acceder a este tipo de educación.
Al avanzar con la utilización compulsiva de plataformas virtuales también se busca eliminar la relación docente-alumno en el aula, lo que implica un mayor control político sobre la comunidad educativa por un lado, y por otro lado también hace a la concepción de “selección natural”, a decir: solo pasan los alumnos que tengan la capacidad de comprender los contenidos dictados en forma virtual. El dictado de clases en forma virtual no suplanta bajo ningún punto de vista la transmisión de conocimientos que se efectúa en el intercambio en el aula. Apuntar a suplantar la educación asistencial por la virtual es un concepto fascista por donde se lo mire.
Pero el sistema avanza también en lo ideológico. Por estos días estuvieron circulando por las redes distintos textos e intervenciones de burócratas sindicales que dicen “los docentes estamos trabajando, no se detuvo el sistema educativo”.
Los docentes, explotados por estos días por la enorme carga laboral que viene descargando el gobierno y las instituciones privadas, muchas veces se sienten identificados, pero ésta no es más que una vil mentira adornada con algunas verdades: sí, los docentes estamos trabajando, y mucho; pero no, no estamos educando, estamos trabajando para cumplir trámites exigidos desde arriba para implementar de manera masiva la educación virtual, el control político y el aumento de la “productividad” docente.
Lo que se disfraza detrás de esta verdad a medias es que nos están implementando una flexibilización laboral a gran escala que en el corto plazo implicará una mayor carga burocrática para los docentes, una eliminación de puestos de trabajo (porque el trabajo de secretaría y de preceptoría pasa cada vez más a manos de los docentes), una disminución salarial (al hacernos cargo de parte de los elementos de trabajo como computadoras e internet) y una profundización del control político tanto en la relación docente-alumno como en el contenido de las materias, violando de esta manera todos los estatutos que declaran la libertad de cátedra.
Al igual de lo que sucede en el sector industrial, donde el gran capital “aprovecha” la crisis para reducir salarios a los trabajadores mientras por otro lado genera inflación; al igual que sucede con los trabajadores de la salud, donde bajo la excusa de la vocación los someten a trabajar en las peores condiciones sanitarias, sin elementos de protección personal y en instalaciones sin mantenimiento ni tecnología necesaria, en educación el capital también aprovecha para avanzar en el ajuste al pueblo trabajador.
No negamos la utilización de la tecnología y las plataformas virtuales como forma complementaria y progresista ¡bienvenida sea la tecnología! Pero lo que se oculta detrás de ese discurso bonito no es una actualización del sistema educativo, sino una flexibilización laboral directa. Preparemos la resistencia activa a esta flexibilización: la educación virtual no suplanta al aula; los docentes estamos trabajando, pero la escuela no sigue funcionando.
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[1] “El monopolio GEMS EDUCATION de Sunny Varkey aterrizó en Argentina en el 2015. De hecho a poco de haber asumido como Presidente, Macri se reunió con Varkey en Davos. El programa de Varkey se llama Programa de Liderazgo e Innovación Educativa. Casualmente el Ministerio de Educación porteño pasó a llamarse MINISTERIO DE EDUCACIÓN E INNOVACIÓN.” Ver https://prtarg.com.ar/2018/12/24/para-ellos-la-educacion-es-un-negocio-para-nosotros-un-derecho/