La lucha de nuestro pueblo es abarcadora, profundamente abarcadora y humanamente abarcadora.
Esa lucha puja cada día más fervientemente contra las injusticias, los atropellos, las brutalidades políticas y represivas.
Las irracionalidades más controvertidas que la burguesía monopolista y sus serviles defensores nos imponen están en la mira de todas ellas.
Esa lucha que se hace más extendida al sostener los derechos políticos que pretenden ser esquilmados a la clase obrera y las masas populares, se hace más extensa a su vez, a medida que crecen desproporcionadamente las injusticias de este sistema putrefacto.
Las demandas sociales y políticas que la propia dimensión de las políticas burguesas no puede contener abarcan todos los escenarios.
En abierta contradicción con ellos abreva la concentración de ganancias a costa de la superexplotación y el saqueo y se abalanzan con plena decisión de los gobiernos, los ajustes, las rebajas salariales, los despidos, la represión, el hambre y la pobreza.
En plena crisis estructural y en el escenario de pandemia bajo el azote del Capitalismo Monopolista de Estado esta realidad es la que domina la escena haciendo más contrastante y antagónica la lucha de clases. El estrecho marco de las políticas del poder burgués se enfrenta pues a la creciente movilización de las más amplias masas. En este escenario cada injusticia cometida por la burguesía es una injusticia contra el pueblo entero, sea en una fábrica, sea con la militarización de las barriadas, sea por la represión de una protesta en las calles, sea por el encarcelamiento de compañeros que reclaman justas demandas, sea por la lucha contra las indignantes condiciones de trabajo y de vida, sea por las consecuencias del aislamiento o el control policíaco.
Sea el que sea, cualquier tipo de atropello político y económico que el propio poder político burgués impone es una afrenta contra nuestras necesidades y derechos.
Así lo van entendiendo por experiencia propia los trabajadores y el pueblo. Por ello y con justa razón las respuestas que se configuran desde los lugares de trabajo y las barriadas tienen el sello de la independencia política de las bases. Frente a la rebaja de salario se exige el pago de salario completo; frente al hambre más ollas populares; frente a los despidos, movilización y paro; frente a las persecuciones y el acoso laboral, medidas de fuerza de todo tipo seguido de denuncias; frente al aislamiento social y la crisis, más solidaridad de clase; frente a la propia anarquía del sistema, más organización y unidad, frente a la persecución y encarcelamiento de los luchadores populares, libertad inmediata y basta de persecución política.
Tal es la fisonomía que adquiere la lucha de clases que se expresa de mil formas y va acentuando cada vez con más rigor el poco margen para las medias tintas a la hora de avanzar en conquistas y demandas.
La detención del compañero Sebastián Romero ayer en la República Oriental de Uruguay se da en este contexto. ¿De qué se lo acusa? De exigir desde la protesta y la movilización su derecho a oponerse al brutal ajuste contra los jubilados y el pueblo de la llamada “reforma previsional” que imponía el gobierno de Macri a costa de una brutal represión. Se lo acusa como a otros tantos luchadores de clamar por vida digna y rebelarse ante semejantes afrentas impulsada a fines diciembre de 2017.
Hoy en este escenario de luchas y frente a los intentos de limitar derechos y profundizando las injusticias que vienen de la mano de la crisis que se descarga en las espaldas de pueblo y que trae aparejado los consecuentes intentos represivos de control social, cabe sin ningún tipo de miramientos la exigencia de la libertad inmediata del compañero Sebastián Romero y demás compañeros encarcelados por ejercer sus derechos políticos.
Libertad inmediata de todos los detenidos y luchadores populares.
Libertad a Sebastián Romero encarcelado en Uruguay.