Por estas horas circulan cada vez más imágenes sobre las protestas en Estados Unidos, y por un momento los grandes medios mundiales desvían sus ojos de la crisis sanitaria y la dirigen obligadamente al movimiento de masas.
En la superficie de la noticia, las protestas se desencadenan producto del asesinato de George Floyd, de origen afroamericano, a manos de la policía, mientras es detenido sin ofrecer resistencia como lo atestiguan las filmaciones disponibles. Pero esto es tan solo una gotita más que rebalsa el vaso de la indignación popular. Detrás de este estallido de masas en Estados Unidos hay un contexto histórico determinado. Luego de la crisis de superproducción del 2008 el sistema capitalista nunca recuperó sus niveles de crecimiento económico, los Estados se endeudaron sostenidamente para salvar las deudas del sector privado. Millones de trabajadores fueron arrojados a la miseria, constituyendo en Estados Unidos, por ejemplo, verdaderas “ciudades carpa” a donde fueron a parar los sin techo. La burguesía, en su afán por sostener sus niveles de rentabilidad pese a la caída del crecimiento mundial, descarga necesariamente sobre los pueblos esta crisis verdaderamente estructural del capitalismo disminuyendo salarios, flexibilizando condiciones de trabajo, empeorando en general todas las condiciones de vida del pueblo trabajador para amasar mayores ganancias. Este empeoramiento en las condiciones laborales y la disminución de los salarios reales genera situaciones tan disonantes como que, por ejemplo, en Silicon Valley –zona donde están radicadas las principales empresas de tecnología en Estados Unidos, como Apple, Intel, Google, Adobe Systems o Nokia, por solo nombrar algunas- los trabajadores no tengan acceso a la vivienda y terminen durmiendo en sus automóviles. Sí, no estamos hablando de desocupados, estamos hablando de trabajadores con jornadas de 12 o 14 horas y que aun así no pueden costear un alquiler, por modesto que sea. Una de las zonas productivas más rentables del mundo con unos grados de desigualdad de esos niveles… Todo este contexto se ve agravado por la crisis sanitaria, donde el gobierno de Trump particularmente ha demostrado un desprecio absoluto por la salud del pueblo trabajador, y a un agravamiento producto de la actual crisis económica que dejó en la calle a 40 millones de trabajadores en ese país.
En este contexto el proletariado comenzó serias irrupciones, en todo el mundo, pero también en Estados Unidos: huelgas de trabajadores de servicios y grandes cadenas de alimentos, huelgas docentes (principalmente las de los docentes de Virginia y Los Angeles en 2017, con toma del capitolio local incluida), huelgas de los trabajadores de telecomunicaciones de Verizon y AT&T, y quizás, el acontecimiento reciente más resonante: la huelga de General Motors del 2019 donde se paralizaron 33 plantas manufactureras en 9 Estados, 22 almacenes de distribución y la solidaridad de los obreros de General Motors en Corea del Sur.
Que obtuso sería ver en las grandes manifestaciones que se están sucediendo en estos momentos aislar el fenómeno puntual, el asesinato de George Floyd, de todo un proceso donde los pueblos del mundo vienen pujando en su lucha por una vida digna. Una lucha incipiente, que se va macerando desde el odio de clase en cada represión en las empresas, en cada represión de la policía en barrios y manifestaciones, en cada discurso fascistoide de personajes como Trump, pero que poco a poco va encontrando canales para materializarse en grandes manifestaciones de masas como hoy sucede en Estados Unidos.
El pueblo de Estados Unidos no se rebela contra un acontecimiento más de impunidad policial. No, ese pueblo está dando un gran salto en calidad en la lucha por sus libertades políticas y desesperados los políticos burgueses intentan ocultar ese increíble salto en conciencia. Pero la práctica es poderosa, y en un día de lucha se condensan años de sufrimiento. La propia práctica de la masividad que adquieren las protestas en Estados Unidos produce avances gigantescos en la consciencia de las masas y ya nada será lo mismo, no solo para el pueblo trabajador de ese país, sino que toda lucha de masas de estas características masivas –además, en uno de los centros del poder mundial- aporta, impulsa y consolida la lucha de los pueblos a nivel mundial.
De la rebelión en Ecuador a la rebelión chilena (con su invaluable aporte referido a la autodefensa de masas); de los chalecos amarillos en Francia a los indignados de España; de la resistencia obrera en países como Italia o Francia frente a la pandemia, hasta las grandes huelgas obreras protagonizadas por el proletariado chino desde el 2010: desde todas las puntas del mundo y de la historia reciente, un hilo rojo recorre el inevitable camino en la agudización de la lucha de clases, de cada vez más pueblos en el mundo que luchan y harán parir de este invierno de explotación, nuevas primaveras de rebelión.