La burguesía tiene intereses y los defiende en todos los terrenos en disputa, tanto dentro de su propia clase en forma individual como contra la clase obrera y el pueblo en forma conjunta.
Ellos, los dueños de los medios de producción, los ricos, los poderosos, la oligarquía financiera tienen sus partidos políticos y desde allí dicen representar los intereses de toda la población encubriendo el carácter de clase dominante.
Hoy en nuestro país tenemos claros ejemplos de estos partidos de la burguesía que con variedad de nombres conforman un mosaico de diversidad de intereses presentes en los ámbitos parlamentarios votando leyes a favor de quienes tienen el verdadero poder del Estado que son los monopolios.
Estos partidos expresan representatividad y quien gane en las elecciones actúa a favor de uno u otro sector del poder. En las últimas décadas, los gerentes de las empresas han ocupado cargos directos en el Estado.
Se dicen representantes y como dice la constitución nacional “El pueblo no delibera ni gobierna sino por medio de sus representantes y autoridades creadas por ésta Constitución”, es decir votamos cada 4 años, le delegamos a estos “señores” que nos gobiernen y ellos lo hacen para defender sus intereses de clase o, vulgarmente diríamos, sus negocios.
Pero volvamos a los partidos burgueses que no son pocos, entre ellos dos o tres muy viejos conocidos de la realidad política de nuestro país. Frente de todos, Cambiemos, Radicales, etc…, para no hablar de partidos provinciales y otras derivaciones de la fauna política.
Pero hoy, en medio de esta crisis del sistema capitalista los partidos de la burguesía, fundamentalmente los que hemos nombrado, están utilizando su “representatividad” para salvar sus propios negocios como Vincentin” entre otros y una serie de beneficios para rescatar a grandes empresas transfiriendo riquezas generadas por nuestro pueblo a los bolsillos de los más poderosos.
Estas fuerzas políticas utilizan el poder del Estado con el engaño y la represión con diversidad de métodos y de experiencia adquirida en décadas de dominación.
Si bien en nuestra clase obrera y en nuestro pueblo va creciendo una resistencia silenciosa y a la vez se está tomando conciencia de cómo la burguesía desde el parlamento gobierna para ellos sin contemplar los intereses de millones de explotados y oprimidos, está faltando de este lado de la barricada el fortalecimiento del Partido que defienda y exprese los intereses de la clase obrera y el pueblo. Aún nuestra fuerza y la de otros destacamentos revolucionarios son extremadamente débiles para poder llevar todo el potencial existente de rebeldía por un camino de lucha por el poder.
Es que el rechazo a las fuerzas política burguesas es muy fuerte y eso delata un alto nivel de conciencia de lo que no se quiere, pero eso no alcanza para cambiar el rumbo de la historia que nos trajo hasta aquí.
Se trata de que todo ese potencial se exprese políticamente desde una democracia directa, no “representativa”, una democracia que no delegue a sus “representantes” sino que ejerza el derecho a gobernarse con una participación directa y ejecutiva de lo votado en mayoría. No queremos en este artículo profundizar sobre la Democracia Directa, ya que hemos abundado mucho en ello y en esta misma página el lector puede acceder a documentos que explican mejor nuestro proyecto y nuestro programa.
Sin embargo, queremos plantear que para llevar a cabo esta idea de lucha por el poder se hace necesario fortalecer nuestro Partido y otros destacamentos que enarbolan los intereses de la clase obrera muy lejos de una idea de democracia “representativa” que alimenta la idea de que existe un capitalismo bueno y un capitalismo malo.
La construcción de un partido revolucionario, su fortalecimiento, es parte del compromiso que debe asumir la avanzada de la clase obrera y del pueblo que hoy, en las peores condiciones que se encuentra nuestro pueblo, asumen desde sus barricadas la defensa de los intereses de nuestra clase, pero subordinados en lo fundamental a la lucha económica. Se necesita que estas avanzadas vayan asumiendo responsabilidades políticas para insertar el proyecto político revolucionario y asumir la dirección política de la lucha por el poder.
La burguesía y sus partidos políticos no son confiables para nuestro pueblo, lamentablemente eso nos roza a todas las organizaciones revolucionarias y todo cuesta el doble en la labor de construir ésta organización política revolucionaria. Flaco favor han hecho, y hacen, las fuerzas de izquierda electoralistas, “revolucionarias” en el parlamento pero defensoras del sistema en las barricadas. Son fuerzas que frenan el ímpetu de cambio que viene de muy abajo.
Pero y a pesar de todas las vicisitudes sin el fortalecimiento del Partido político de la clase obrera y el pueblo el camino de los cambios revolucionarios será siempre dificultoso. Hay que avanzar en la unidad de la clase obrera y el pueblo, avanzar en la solidaridad de clase, aferrarse al terreno de la resistencia, acumular fuerzas bien abajo, en la profundidad de nuestro pueblo, hay que desplegar la democracia directa, fortalecer la diversidad de organizaciones políticas y de todo orden que nuestra sociedad se va dando en la lucha por los derechos políticos, pero hace falta un partido político proletario que desprendido de intereses de clase burguesa, con una política independiente de toda especulación que genera el negocio guíe toda esa fuerza ya establecida hacia la revolución. Está muy bien la desconfianza hacia los partidos políticos burgueses, pero ya es hora que también los destacamentos proletarios, fundamentalmente los obreros que le están poniendo el pecho a las balas de la actual crisis, rompan con la desconfianza a sus propias fuerzas y eleven sus responsabilidades políticas sumando su experiencia y su odio de clase a las filas de los actuales destacamentos que están organizando el proyecto revolucionario.