Desde marzo a la fecha, el gobierno y todo el aparato estatal, informativo y político del sistema nos han bombardeado con la idea de lo que ellos denominan “trabajo esencial” para definir cuáles son los sectores autorizados para desplazarse, trabajar y producir en el marco de la pandemia. Claro es que dicha definición obedece a los objetivos que ellos tienen y que, como veremos, son contrapuestos y antagónicos con los intereses de la mayoritaria población obrera y trabajadora oprimida por el capital.
Esta contradicción, como es natural, provoca otra serie de contradicciones que salen a la luz y van ocasionando descreimiento cada vez en mayor cantidad de personas del pueblo que comprueban en el propio cuero que lo que menos interesa al poder es cuidar la salud y proteger la vida de los sectores vulnerables.
Lo primero a tener en cuenta, tal como lo venimos denunciando, es que todas las medidas políticas, económicas y sociales tomadas por el gobierno se centraron en paliar la crisis estructural mundial que los mismos capitalistas provocaron sosteniendo un sistema que ya hace agua por todos los costados y no tiene visos de recuperación, razón por la cual, su continuidad significa la profundización del empeoramiento de las condiciones de vida para obreros y pueblo oprimido.
A partir de ese objetivo es que el gobierno nacional, al igual que los gobiernos del mundo, cada uno interpretando cuál sería la metodología a aplicar para resolver, en beneficio de los grandes capitales, el problema de la crisis (a la cual se sumó la pandemia), tomó y toma las medidas que nos hacen cumplir, aunque las vistan y maquillen como cuidado de la salud.
Así, por ejemplo, han definido las actividades que consideran “trabajo esencial” dividiendo las mismas por ramas de producción y servicios, otorgando permisos a ciertas empresas para funcionar bajo supuestas normas o protocolos para el “cuidado” de los trabajadores.
Todos los trabajadores que pertenecen a esos “trabajos esenciales” fueron convocados a ejercer sus funciones. Pero, salvo algunas cuestiones formales de inicio, la práctica demostró que no hubo real preocupación por parte de empresas ni gobierno por cuidar la salud de los mismos. Todo se ha limitado a que los trabajadores cumplan sus funciones y que se garanticen las ganancias y/o las políticas de Estado a favor de los monopolios.
Desde nuestro punto de vista proletario que parte de la firme convicción que el centro de preocupación es la producción y la reproducción de la vida del ser humano y no la producción y reproducción del capital tal como les interesa al gobierno y al poder de los monopolios mundiales, consideramos que el trabajo esencial es el que realizan las mayoritarias masas de trabajadores y pueblo oprimido para sostener sus vidas, intentar mejorar sus condiciones de existencia, sostener a sus familias, proveer y acompañar al desarrollo de nuestros hijos, proteger a las personas más vulnerables como los enfermos, los ancianos, los discriminados, etc.
Nada de eso se ha hecho desde el gobierno, por el contrario, se bajaron salarios empeorando las condiciones de vida, los jubilados fueron burlados arteramente al disminuirles los porcentajes de aumento de sus haberes, los discriminados fueron más discriminados quitándoseles sus posibilidades de sustento diario al no dejarlos trabajar para sostener sus familias y perseguirlos con represión, los pobres (incluidos millones de trabajadores cuyos salarios no alcanzan para llegar a la canasta básica) fueron arrojados a mayor pobreza, etc. De esta manera se profundizó la situación de los más vulnerables y se tornó vulnerables a quienes todavía tenían algunas defensas dadas sus condiciones de vida, con lo cual se aumentó el riesgo social de vida en caso de contraer el virus.
Es que en todas las ramas de la producción el trabajo esencial, el único que tiene que ver con el objetivo de los trabajadores, es el tiempo de trabajo en que el obrero justifica su salario, pues el resto del día trabaja gratis para el capitalista sólo para aumentar su capital. Y ese tiempo inservible para el obrero, pero muy valioso para el capitalista no contribuye en nada al beneficio social. Y, sin embargo, constituye el mayor tiempo de trabajo diario de cualquier obrero y empleado a sueldo.
El trabajo no esencial es el tiempo en que el obrero es explotado por el capitalista y el tiempo en que cualquier trabajador de cualquier rama trabaja en beneficio de la clase capitalista en su conjunto o, en el caso de los trabajadores públicos, para que funcione el aparato estatal del que se vale la burguesía para aumentar sus beneficios.
Y ese trabajo se ha seguido haciendo durante todo este periodo en cualquier tipo de industria, empresa y en sectores del empleo público que funcionan, al tiempo que el gobierno velaba y vela para que otros trabajadores, sobre todo los pertenecientes al sector informal o quienes trabajan por su cuenta que en total suman entre 8 y 9 millones (casi un cuarto de la población), no realicen las tareas que les permiten sostener a sus familias y contribuir al bien social.
Es que, en realidad, ése es uno de los objetivos encubiertos que tienen los sectores monopolistas y sus gobiernos en el mundo tal como ocurre en nuestro país. Eliminar masivamente una cantidad de tareas que ellos consideran que “ensucian y traban” el camino que los capitales monopolistas, a causa de la crisis de superproducción, deben despejar para dar una vuelta más de tuerca en la concentración de capitales y en la superexplotación de las masas proletarias y populares. Todo esto acompañado de un brutal descenso de las condiciones de vida de la población oprimida para optimizar sus ganancias y la distribución de mayores recursos estatales a los monopolios.
Además de no cuidar nuestra salud tomando las medidas que se deberían haber tomado (protocolos, cuidados de no contagio en las empresas, provisión de elementos de sanidad, aumento de las frecuencias del transporte público de pasajeros para el traslado más seguro de los trabajadores, modificación de ámbitos de trabajo, garantía de provisión de luz y gas y atención sanitaria para el pueblo oprimido, así como provisión de comida a fin de aumentar las defensas inmunológicas para los sectores más vulnerables y otras medidas que se deberían tomar en beneficio de los trabajadores y pueblo laborioso que todo lo producen), se ha hecho y se hace todo lo contrario sólo en beneficio del gran capital… y esta irracionalidad tendrá su devolución que, más tarde o más temprano, les llegará a los responsables.