Se ha corrido el velo de las principales causas de la crisis política que atraviesa al conjunto de la burguesía monopolista y su gobierno, que muy lejos queda de la llamada grieta o de quién es más o menos odiador del otro, ni quién es más o menos estatista. Lo que se ha revelado es la profunda puja intermonopolista que disputa qué sector de los monopolios se beneficia, justamente, del manejo de los resortes del Estado para su exclusivo beneficio.
En unos pocos días se ha puesto de manifiesto que esa puja existe, agudizada por la extrema gravedad de la crisis capitalista planetaria. De lo que se trata, en la Argentina y en el mundo, es de dirimir qué monopolios siguen en la mesa de decisiones y qué otros deben desocupar la silla en la que se sentaban.
La vicepresidenta Cristina Kirchner recomienda la lectura de un artículo del diario Página 12, en el que se critica la foto del 9 de julio del presidente Fernández con algunos de los representantes de la burguesía monopolista. Semanas antes, se dejó trascender que el ex presidente Duhalde recomendó a Fernández “sacarse de encima” a la vicepresidenta, tal como lo hizo Néstor Kirchner con él mismo. Y hoy se conoce una carta firmada por el propio Duhalde, junto a otros cientos de referentes políticos y empresariales, llamando a una mesa de diálogo para afrontar la crisis.
Se equivocan gravemente los que hacen una lectura de esta situación como posicionamientos personales o de grupos, sin ver detrás qué intereses monopolistas impulsa cada quien. En el marco, como decíamos al principio, de la disputa mundial de los monopolios en el medio de la peor crisis del sistema la que, dicho sea de paso, se encuentra recién en sus inicios.
Cada crítica, opinión o propuesta que se hace está enmarcada en la representación que cada sector lleva delante de intereses monopolistas concretos; no existe posibilidad alguna que esto sea de otra manera porque lo que la situación ratifica, a pesar de los que mienten con la posibilidad de un capitalismo distinto, es que el papel de los monopolios entrelazados a nivel mundial no se ha terminado sino que muy por el contrario el capital trasnacional aprovecha la crisis para avanzar en sus políticas contra la clase obrera y el pueblo en todo el mundo.
Esa es su expresa intención, la que se verá si es posible de llevar a cabo en el medio de una lucha de clases que se intensifica día tras día.
Tener claro esta realidad permite poder entender a qué responden estas pujas y a las políticas que los revolucionarios debemos impulsar para mantener una posición independiente de cualquier variante de la burguesía monopolista.
En forma falaz, algunos sectores del oficialismo se muestran sorprendidos por descubrir cómo funciona el capitalismo actual. Se les podría recordar, por ejemplo, que Néstor Kirchner en septiembre de 2006 procedió con entusiasmo a tocar la campana que inicia la rueda de operaciones de la Bolsa de Nueva York, acompañado por su esposa y por el entonces jefe de gabinete y actual presidente. Allí mismo declaró “agradecemos el gesto del mercado de invitarnos, volvimos al lugar del que nunca debimos haber salido”, rodeado de empresarios norteamericanos y sólo dos empresarios argentinos: Paolo Rocca, de Techint, y Jorge Brito, del Banco Macro. (https://www.pagina12.com.ar/diario/elpais/1-73327-2006-09-21.html)
Tanto funciona igual el capitalismo y con iguales protagonistas que el mismo Jorge Brito ofreció su mansión para recibir (junto a otros empresarios como Miguel Acevedo, Marcos Bulgheroni, Marcelo Mindlin) a los dirigentes del oficialismo Sergio Massa, Eduardo de Pedro y Máximo Kirchner. (https://noticias.perfil.com/noticias/economia/maximo-kirchner-se-convierte-en-interlocutor-con-los-empresarios.phtml)
Al parecer el hijo de la vicepresidenta sigue la tradición paterna: sabe dónde “tocar la campana”, mientras su madre cumple el papel de “crítica del sistema”.
Esta serie de hechos, aparentemente inconexos, son parte de la disputa que mencionábamos que se está dando con toda virulencia por estos días.
En el medio, se profundiza el malestar y el descontento por abajo incluso de la propia base electoral del oficialismo. Ello acompañado de un crecimiento sostenido de la resistencia activa, principalmente en el proletariado, que a estas alturas es la clase que, de hecho, ha mostrado una conducta política consecuente en defensa de sus reclamos. Al mismo tiempo que actúa frente a la pandemia con una política totalmente antagónica en relación a las políticas de la burguesía monopolista, luchando realmente por privilegiar la salud y el cuidado de los trabajadores y sus familias.
Así están dadas las cosas; por arriba movimientos que apuntan a definir qué sector monopolista se queda con el timón del Estado en el que intervienen absolutamente todas las variantes político partidarias. Por abajo una resistencia obrera que crece junto al malestar de amplios sectores del pueblo, que preanuncian que la lucha de clases se agudizará por lo que los revolucionarios debemos sostener la lucha ideológica y política permanente, con el fin de lograr que todo ese potencial de lucha y organización que se viene desplegando encuentre un camino de verdadera independencia política y no caiga en el seguidismo de ninguna política promonopolista.
Es conocida la habilidad de la burguesía para inventar aparentes salidas que garanticen la continuidad de su dominación y del sistema, por lo que la tarea revolucionaria es desnudar cada paso que la clase dominante y sus fuerzas políticas realicen en ese intento, al mismo tiempo que incentivamos la organización y unidad desde las bases que construya las herramientas que le permitan a la clase obrera y al pueblo materializar su propio poder.