A nivel planetario la ola de fusiones, absorciones y quiebra de grandes empresas está en pleno desarrollo. No importa cómo se presente esta situación, pero estamos convencidos que esto recién empieza. El tendal que se avecina es la respuesta de un sistema capitalista andrajoso y de una clase dominante necesitada de destruir fuerzas productivas.
En los últimos tiempos en la industria automotriz se fueron delineando estos procesos y la pandemia aceleró en forma vertical tal situación.
En la disputa intermonopolista de este sector productivo-financiero se han incorporado otros grandes jugadores que vienen a integrarse en el negocio. Por otro lado, como en el caso de Tesla, a competir en el terreno del coche eléctrico en forma directa.
Empresas como Wayno (perteneciente a Google) están a la cabeza de grandes y nuevos jugadores. Es una compañía de autos robotizados para logística que está haciendo sus primeros pasos en EEUU y Francia.
Entre los “nuevos conglomerados” podemos destacar algunos de los que ocupan los primeros puestos para analizar hasta qué punto se ha llegado en la socialización de la producción y el entramado tejido en años de una oligarquía financiera parada y necesitada de apoderarse de los Estados.
FCA, Fiat Chrysler, se ha fusionado en diciembre último con Peugeot. Cabe recordar que estas empresas vienen trabajando con Wayno para la robotización de automóviles. Esta nueva fusión se apoya en varios pilares distribuidos en diferentes puntos del planeta a saber: FCA es una empresa de origen ítalo – estadounidense, PSA francesa. Tributariamente está radicada en Holanda, su centro de operaciones está en Londres y cotizan en bolsa en NY, Milán y Paris entre otras. Este “nuevo” grupo se llamaría STELLANTIS y centraría su principal estrategia en el auto eléctrico.
Estar en este pelotón implica mayor inversión directa, ingentes capitales y mayor peso político en los Estados para favorecer su nuevo protagonismo.
La pandemia vino a acelerar un proceso de destrucción de fuerzas productivas que de una u otra manera eran, son y serán un problema a resolver por los monopolios.
Autopartistas en el mundo, muchas de ellas de gran porte, quedarán en el camino. FCA y PSA fusionados hacen pie en diferentes países y buscan el favoritismo de los Estados para acelerar aún más ese proceso en un camino complejo. Las dificultades de llegar a un acuerdo en la Unión Europea de hace pocos días es el reflejo del verdadero poder en danza que disputa palmo a palmo cada euro en forma de “préstamo” o “subsidio”.
La principal fuerza productiva afectada en estos procesos es la sociedad humana.
Por estas semanas los despidos, las suspensiones, la baja salarial, la mayor productividad y la implementación de las nuevas leyes de reformas laborales son nada más y nada menos las consecuencias de un sistema capitalista que frena el desarrollo de las fuerzas productivas y a la vez es un freno para toda la sociedad.
En nuestro país la repercusión planetaria no se hace esperar. Tales fusiones en el contexto internacional re direccionan los negocios y para ello es de destacar la entrevista que publica ayer Ámbito Financiero con el CEO de VW.
En toda su primera exposición juega el papel que tiene que jugar: llora e implora (pero amenazante) para decir que en el mundo hay más de 200 países para producir y que Argentina es uno más de ese pelotón. En la parte última tiene que “vender” el producto y se desvanecen sus mentiras. VW, al igual que otras automotrices en nuestro país, viene haciendo inversiones solo comparables a años de gran bonanza. En Pacheco se levantó una nueva planta con tecnología (china) de nueva generación, con plataformas y pintura solo comparable con plantas más avanzadas en el mundo.
La Amarok se irá trasladando a Sudáfrica en un plan de fusión internacional con Ford y en Pacheco se fabricarán en los próximos años las SUV (vehículo utilitario deportivo), un nicho de alta tecnología que en breve saldrá al mercado con o sin pandemia.
Esta fusión, VW-Ford entró de lleno en la disputa por el auto eléctrico y para ello concretaron compras de otros monopolios fundamentalmente radicados en China, emulando a otras fusiones del sector. Por ejemplo, empresas dedicadas a la fabricación de baterías.
Es de destacar que nuestro buen “señor” CEO de VW adelantó que se traerían coches eléctricos al país, pero lo que no dijo es que las nuevas instalaciones se corresponden a las necesidades de esta disputa internacional y sabe muy bien que México, China y Argentina producirán en este segmento de SUV. Sabe además que es imposible instalarse en “200” países y montar un “galpón” para producir un coche de alta gama. VW argentina es parte de esa batalla internacional de fusiones, en donde Ford argentina sufrió las consecuencias directas de este proceso.
Las disputas intermonopolistas recién empiezan en este nuevo giro de la historia del capitalismo. Es una verdad que está tomando fuerza. Pero, a la vez, estas fusiones necesitan profundizar e ir rompiendo barreras “nacionales”. Ninguno de estos complejos industriales – financieros tiene “patria”. General Motors-Honda, Renault-Nissan junto a Jaguar, VW-Ford-Hyundai-Kia son una muestra que sus operaciones consideran al mundo como una gran fábrica.
Estos conglomerados toman decisiones políticas cada vez más globalizadas y sus pujas se establecen en los propios Estados. Las grandes dificultades del sistema capitalista en una crisis de superproducción es que necesitarían a nivel planetario una centralización política. Pero la misma se encuentra hostigada por sus propias contradicciones y por la lucha de clases que se presenta particularmente en la industria automotriz, con una ola de paros y huelgas muchas de ellas de carácter salvaje y otras de carácter organizado, desbaratando iniciativas de la clase dominante fundamentalmente en la concreción de reformas laborales que, como en Francia, fueron para atrás.
Los populismos, los nacionalismos ocurren “puertas adentro” de cada frontera, intentos de activar autoritarismos que disciplinen a los pueblos laboriosos por la fuerza represiva o por el engaño. Los Trump, los Bolsonaro o los gobiernos reaccionarios de los países del este europeo que no serán “sancionados” por la Europa “liberal y democrática”.