El «horno no está para bollos» y eso preocupa y ocupa a la burguesía y su gobierno

Lejos de proteger la salud de la población mundial, y más precisamente en nuestro país, la «cuarentena» tal como fue y es implementada ha tenido como fin:

1) La aceleración de la destrucción masiva de fuerzas productivas para superar, al modo burgués monopolista, la crisis global de superproducción del capitalismo, es decir, eliminar de los mercados toda actividad que obstaculizara el flujo de los capitales que sobrevivirán al final de dicha crisis.

2) Frente a un sistema de salud ya destruido por el propio capitalismo, intentar evitar un mayor colapso y no comprometer el sistema de salud privado basado en la ganancia, reduciendo al máximo los costos, tanto para la salud como para el funcionamiento del sistema productivo que había que sostener, justificando la adopción de mínimas medidas tipo placebo de parte de las empresas respecto de la pandemia y culpando a las masas de cualquier incremento en los contagios, cargando las tintas en el plano del contacto social y familiar, desvinculando del contagio al contacto laboral en las empresas monopolistas.

Para tales objetivos, la burguesía monopolista con el Estado y el gobierno de turno a su servicio, pergeñaron tal estrategia y, entonces, aplicaron la siguiente metodología:

1) Miedo irracional generalizado para meter a las poblaciones en sus casas, y disciplinamiento de las masas para evitar así la resistencia a las medidas draconianas de aceleración de destrucción de fuerzas productivas.

2) Garantía de continuidad en el funcionamiento de determinadas áreas productivas que se declararon “esenciales” desde un principio y que, luego, se ampliaron según lo dictaban las pujas intermonopolistas, y cierre de las que molestaban al tránsito y reproducción futura del capital monopolista generando así un brutal proceso de concentración de capitales.

3) Achatamiento del salario y condiciones de trabajo en favor de una mayor explotación de la mano de obra, por las vías de la baja forzada de ingresos laborales, del despido (más de doscientos mil según reconoce el ministro Moroni, con expectativa de 1.000.000 al final del año, según algunas estadísticas publicadas en los medios), suspensiones masivas y cierre de empresas.

4) Incremento de subsidios estatales a los monopolios y reducción de gastos en salud, educación, viviendas, y partidas sociales en general.

5) Destinar un ingreso básico elemental (IFE) a los sectores más pobres y desprotegidos de la población que terminan siendo migajas con el objetivo defensivo de contener el descontento social.

6) Reducción de los haberes jubilatorios y saqueo de los fondos de jubilación y pensión (cosa que comenzó a hacerse antes de la pandemia), como medidas principales.

Todo esto va dejando su saldo destructivo que mella a niveles profundísimos los niveles de vida de la población y genera también problemas de índole social, político y de salud.

Así como hay actividades que fueron destruidas, otras se van modificando al ritmo de la experimentación que se opera en este escenario de supuesta protección… Los monopolios imperialistas nunca han protegido a los trabajadores y pueblos, por el contrario, desde su surgimiento, los han agredido en todas las líneas a favor de sus ganancias.

Sabemos que el virus existe, pero la pandemia y las medidas tomadas para la supuesta protección de los pueblos se basan en una gran mentira que oculta la crisis inédita, en su profundidad, del sistema capitalista o se vuelve negocio millonario como es el caso de la carrera de las vacunas.

Además de los engaños ya mencionados se suma la lucha intermonopolista, ahora franca, en torno a la vacuna contra el Covid19, a partir del anuncio de Rusia que dejó atrás a Inglaterra, Estados Unidos y China entre otros, y por lo tanto todo el aparato mediático de la competencia trata de poner en duda, a pesar de que lo que está en juego es la salud del mundo, porque hay otro negocio en puerta. El gobierno, por su parte, creyó encontrar un poco de aire y anunció con bombos y platillos la producción de la vacuna de Oxford (laboratorio Astra Zeneca) a cargo de los multimillonarios Slim y Sigman, ¡para el año que viene!

Otro caso grotesco, aunque menos importante pero que muestra la verdadera cara de los negocios con menores costos, es la vuelta a las prácticas de los futbolistas a quienes se les hace el test serológico (más barato e ineficiente), en vez del PCR, para la detección del covid19.

Y a todo lo anterior, sumamos el hecho que se liberan cada vez más actividades precisamente cuanto mayor es la curva de contagio, al tiempo que se incrementa la acusación de irresponsabilidad a los pobladores. Pero esta liberación de actividades viene de la mano de la necesidad de descomprimir la gran presión política, económica y social de la población.

A medida que va pasando el tiempo, se va comprobando el verdadero motivo de la movida al tiempo que van quedando descubiertos los métodos terribles a los que es sometida la población laboriosa que se va contagiando del virus en sus lugares de trabajo, transportes colectivos, centros de salud en estados deplorables (no sólo para los enfermos sino para el personal al que se le niega lo más elemental para el propio cuidado).

El Estado y los monopolios a los que sirve el gobierno de turno, tratan de sostener y alargar las medidas, pero las masas y, sobre todo la clase obrera, van incrementando la resistencia y desobediencia a todas las medidas, aunque todavía resulta confuso el papel del Estado y del gobierno, lo cual no ayuda a desatar las fuerzas.

A pesar de todos los esfuerzos, la burguesía monopolista no puede acallar la lucha de clases y los reclamos por salarios, condiciones de vida, en contra de la violencia y delincuencia del Estado a través de las fuerzas de seguridad y del lumpenaje (el que controlan y el que no), contra las incoherencias de las prohibiciones sociales vs. la permisividad para los negocios monopolistas, etc., van preocupando y poniendo más a la defensiva política a la clase en el poder y su gobierno incapaz de lograr una unidad de la burguesía.

Y entonces aparecen los lamentos: justo ahora que, sobre el piso del nuevo salario de US$ 125 y el terreno supuestamente fértil para una nueva vuelta de tuerca en la flexibilización laboral, y adaptación de las herramientas de producción y estatales a la “nueva normalidad” creada sobre esa base de empobrecimiento generalizado, se aprestan a hacer los negocios hartamente esperados.

Justo ahora que lograron “acordar” un plan de producción con superexplotación entre 42 instituciones financieras a las que llaman “Consejo Agroindustrial Argentino” que se propone llevar la producción de ese ramo desde los US$ 65.000 millones a US$ 100.000 millones.

Justo ahora que Peugeot lanza su nuevo auto fabricado en el Palomar, que Ford se apresta a lanzar mundialmente, desde Argentina, el SUV Territory, y que el resto de las automotrices se frota las manos con sus fábricas robotizadas y listas para la próxima “nueva normalidad”.

Justo ahora que las petroleras consiguieron un precio sostén de US$ 45 el barril que subsidia el Estado, contra los US$ 32 que vale el barril Brent en el mercado mundial. Justo ahora que, de la mano de capitales “chinos” se proyectan obras públicas (rutas, ferrocarriles, centrales hidroeléctricas), tendientes a abaratar costos para la exportación. Justo ahora que los monopolios reciben el 50% de los salarios a través de los ATP.

Justo ahora, sectores de la clase obrera (aunque dispersos) alzan sus voces, incrementan la resistencia y meten palos en la rueda haciendo peligrar el ambicioso plan acordado (que más que acordado deberíamos decir subordinados desde el menor capital al mayor), en medio de los sectores de producción que los monopolios han definido para catapultarse.

Allí están, en primera línea, los obreros de Algodonera Avellaneda, los metalúrgicos de Villa Constitución, los mineros de Andacollo, los portuarios del litoral santafesino, los obreros de la ya concentrada industria lechera, los colectiveros de populosas e importantes provincias, a quienes se suman otros trabajadores como maestros y auxiliares docentes de diversas jurisdicciones, médicos y personal de salud, etc.

El horno no está para bollos y eso preocupa y ocupa a la burguesía y su gobierno.

Otro engaño va llegando a su fin… Los trabajadores grabaremos en nuestros sufridos cueros una nueva cicatriz que sólo compensaremos con nuevas luchas por nuestras necesidades y aspiraciones, nuestro partido contribuirá a destapar más la olla, a acelerar la puesta en evidencia del populismo, a abrir aún más las puertas de la rebeldía de las masas y a mostrar el camino de la revolución.

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