La línea de pobreza medida por el INDEC era de 43.810 pesos en julio de este año. Hacemos la salvedad que la clase dominante acomoda las estadísticas a su antojo pero de todas formas vamos a tomarlas como referencia, y nada más que eso.
Tomando esa cifra establecida en julio, llegando a finales de octubre se puede afirmar que con el aumento del costo de vida de los productos esenciales que componen la canasta de una familia tipo esa cifra supera fácilmente los 50.000 pesos. Esta afirmación no necesita de estadísticas; es la comprobación en la vida cotidiana de que el salario cada mes que pasa alcanza menos. Y reiteramos, hablando solamente de los productos esenciales.
Traemos cifras concretas ya que las mismas son más que elocuentes para dimensionar el fenómeno de la pobreza. Efectivamente, la burguesía monopolista y sus medios cuando abordan el tema dejan una sensación de que la pobreza aumenta porque gran parte de la población se queda sin trabajo, formal o informal, lo cual es absolutamente cierto que eso pasa. Volviendo a las cifras del INDEC, tres millones y medios de personas perdieron el empleo en el segundo trimestre del año.
Pero lo que no dicen es que muchos, la mayoría podríamos decir, ya eran pobres antes de perder el empleo. Millones de compatriotas (según las cifras del primer trimestre, el 60% de la población ocupada) arañaban los 29.000 pesos de sueldo. Si tomamos como referencia la cifra oficial referida al inicio de la nota, también podremos afirmar con seguridad que el 80% o más de los asalariados no llegan a la misma. De nuevo, aquí no necesitamos estadísticas, es una comprobación que cualquiera puede realizar mirando a su alrededor.
Entonces esa idea impuesta que en Argentina “es pobre el que no trabaja” es absolutamente parcial, y por lo tanto falsa. La inmensa mayoría de los trabajadores y trabajadoras del país que cotidianamente producen para la ganancia que se apropia el capital monopolista, son pobres. No alcanzan a sostener los gastos básicos de sus familias por lo que deben endeudarse ya no para comprarse un terreno, un auto o irse de vacaciones, sino para poder comer.
Esa es la magnitud del descomunal ajuste que cae sobre las espaldas del pueblo trabajador. Este gobierno, como el anterior, responde así efectivamente a las demandas del capital monopolista mundial que, para amortiguar la inevitable tendencia de la caída de la tasa de ganancia, apunta a reducir la masa salarial como “remedio” para superar sus crisis. Ese remedio trae como consecuencia un deterioro constante del nivel de vida del pueblo trabajador, causa de la baja en el consumo y de las crisis de superproducción que la burguesía resuelve con más destrucción de fuerzas productivas y más achicamiento del salario. Una conducta a la que no hay que buscarle ninguna lógica racional; la anarquía de la producción en pos de la ganancia a como dé lugar es la única lógica que el sistema capitalista puede mostrar.
La idea que la burguesía impone cuando oculta que la pobreza es un problema de los que no tienen trabajo y de los que sí lo tienen, se reproduce en el seno del proletariado con frases como: “afuera la cosa está peor”; “por lo menos tenemos trabajo”; éstas actúan como un temporal freno a las posibilidades de organización y de lucha por los derechos y reivindicaciones obreras.
Sin embargo, la realidad comienza a hacer ver que los salarios se licuan día tras día y que las condiciones de trabajo son cada vez de mayor explotación lo que acumula una bronca creciente en las bases. Es la etapa de resistencia activa que está atravesando la lucha de clases en nuestro país; las demandas son crecientes así como el malestar, las acciones de lucha también crecen aunque todavía sin masificarse.
Por lo que el debate político en el seno de la clase y de los sectores populares cobra especial relevancia en estos momentos dado que con el mismo también se abordan problemas que hacen a la organización que aun falta consolidar para que la clase como tal pase de la resistencia a la ofensiva. Junto con esos indispensables debates, con la persistencia en la propaganda de las ideas y políticas revolucionarias, con el aporte de puntos de vista que ayuden a desarrollar las luchas, los problemas de la organización concreta de las fuerzas obreras de base comienzan a ser abordados desde otra perspectiva. Allí debemos persistir las fuerzas revolucionarias ayudando a impulsar y a construir herramientas de lucha que se organicen en torno a la idea y la práctica de la democracia obrera, afirmando estas posiciones en las vanguardias obreras que comienzan a destacarse para que las mismas sean las transmisoras hacia el conjunto de la masa obrera.
Es un camino que se viene transitando, no sin dificultades, pero las mismas no deben afectar la convicción de que ese es el camino para contribuir a que el proletariado sume experiencia, fuerza y organización que lo lleven a irrumpir en la lucha política nacional con la impronta de clase, con lo que la lucha de clases avanzará importantísimos pasos en el camino de la lucha por el poder.