A propósito del Estado y la lucha por el poder político

Nuestro Partido ha realizado durante los últimos tres meses un ciclo de charlas públicas (que luego quedan publicadas en nuestro canal de Youtube) en donde abordamos algunos aspectos que nos parecen muy importantes, como el origen del Estado, el tema del imperialismo hoy y, por último, el Capitalismo Monopolista de Estado en nuestro país. En cada “cierre” de esas charlas abiertas los participantes tuvieron la oportunidad de hacer preguntas y –más allá de algunos temas que aparecieron como propuestas para futuras charlas- el tema del Estado y la preocupación por entender dónde estamos parados y qué podemos hacer para revertirlo ha sido una constante. El objetivo de estas líneas es ayudar a seguir profundizando los temas allí planteados.

La lucha por el poder es la lucha por la destrucción del Estado de la caduca y moribunda sociedad capitalista. Sólo sobre sus ruinas, será posible construir una sociedad socialista. Porque la existencia de la sociedad capitalista va a contramano del proceso histórico y su sostenimiento es lo que ahoga la posibilidad de desarrollo del ser humano.

Esto es lo que ocurre en nuestro país y forma parte del mundo dominado por la burguesía.

El ser humano es colectivo y nunca individual. La producción de alimentos, vestimenta, viviendas, caminos, redes eléctricas, hidráulicas, gasíferas, medios de locomoción, escuelas, hospitales y centros sanitarios, y cuantos bienes en general existen, se realizan en forma social. Todos los días, millones de personas contribuimos a la fabricación de esos bienes. Ningún medio de producción puede ser puesto en funcionamiento por un individuo aislado.

Sin embargo, la sociedad capitalista toma al individuo aislado por sobre el ser humano que es social por naturaleza y por virtud del desarrollo histórico de la fuerza productiva que ha alcanzado su mayor nivel en esta sociedad y que, contradictoriamente, al no poder avanzar hacia otra forma de organización social superadora, se constituye en traba de dicho desarrollo.

Esta contradicción insalvable es la que genera las tensiones sociales porque a la hora del goce de lo producido, en vez que el producto vuelva socialmente a manos de quienes lo produjeron, va a parar a manos individuales de quienes NO lo produjeron (la clase burguesa propietaria de los medios de producción).

Esta clase minoritaria dispone también de la distribución según su propia necesidad basada en la acumulación capitalista de dichos bienes (es decir, con el único objetivo de obtener más ganancias), dispone además del intercambio de dichos productos por otros y, por último, rige el consumo de los mismos, reservándose la mayor parte de lo producido para volver a producir y acumular capital a costa del consumo de las mayorías populares que fueron quienes produjeron anualmente esa masa gigante de productos. Por ejemplo (y no hace tanto tiempo atrás): 1.000.000 de automóviles, alimentos para 400 millones de habitantes, 60 millones de cabezas de ganado, y así podríamos seguir dando ejemplos de enormes volúmenes de productos.

Altos niveles de producción que si estuvieran orientados a cubrir las necesidades y aspiraciones del pueblo satisfacerían a todos sin excluir a nadie y sobrarían para generar una reserva que desarrolle mejores condiciones futuras que beneficiaría al pueblo entero.

Esto no es así obviamente ya que las leyes objetivas de este sistema basado en el capital generan contradicciones sociales insoportables en donde las clases antagónicas (proletarios y burgueses) colisionan. Las instituciones del Estado protegen esa relación social injusta y cuando se expresa ese antagonismo están prestas a actuar en forma represiva para sostener el orden actual.

La educación emanada del sistema reproduce el ideario burgués, y así todas las esferas en las que el Estado rige el funcionamiento de la sociedad responden a la imagen y semejanza de la burguesía y más precisamente de la burguesía monopolista.

Los crímenes sociales que son los que a diario ejecuta la burguesía con sus funcionarios estatales, provocando miles de muertes por causas evitables, enfermedades, miseria, despojos y robos de bienes y a la dignidad popular, quedan impunes, hasta que el conflicto social les impone algún castigo.

Toda la fraseología de igualdad, democracia, justicia social, y libertad sucumben frente a la lucha y el enfrentamiento entre los antagonismos de clase, en donde las instituciones y fuerzas de seguridad se ponen al servicio de la clase social propietaria. Entonces, la igualdad, la democracia, la justicia y la libertad sólo la gozan los burgueses, y más precisamente, los burgueses más poderosos, es decir, los monopolistas.

El resto de la sociedad argentina quedamos sometidos a los designios de los capitalistas. En conclusión, el poder de la burguesía se instrumenta a través del Estado que legaliza, sostiene y reproduce el poder burgués, que va a contrapelo del desarrollo histórico y el progreso humano.

Todo el aparato estatal responde a los intereses económicos, políticos y sociales de la burguesía monopolista porque fue armado durante años para ese fin. Bajo este principio, toda idea basada en la participación del pueblo en la política del sistema, la ampliación o profundización de la democracia, el reclamo por la presencia del Estado para que regule las relaciones sociales, la estatización de resortes económicos, la controversia famosa de estatal o privado, no sólo es falsa y anodina, sino que encubre el problema central y desvía el eje de la lucha contra el poder burgués. Un salvavidas de plomo. Cuando el Estado interviene lo hace para bloquear, ahogar o reprimir las luchas del pueblo contra el poder de la burguesía y nunca para resolver los problemas sociales, salvo cuando la lucha del pueblo lo determina de otra manera.

Sólo la lucha contra el poder burgués, el enfrentamiento al intento de imposición de sus políticas para continuar con este estado de cosas, la organización para avanzar hacia una mejor vida por parte del pueblo, son la única herramienta efectiva para alcanzar mejores condiciones de vida, porciones de justicia, mejor distribución de la riqueza, conquistas políticas y sociales, etc., en el período que le queda de vida a este sistema capitalista que resiste a su eliminación.

El futuro está cuando el movimiento de masas con la clase obrera a la cabeza avanza en sus luchas iniciado un camino independiente del poder burgués, desde el ejercicio de la democracia directa. Esto ayuda a ver con más claridad no solamente los sectores en pugna, sino que va dejando en descubierto el instrumento que usa la burguesía para sostener su dominación: el Estado.

Es por eso que la lucha por la revolución, la necesidad de la toma del poder político en manos de la clase obrera y el pueblo, sólo puede concebirse como lucha por la destrucción del Estado capitalista, como paso previo a la construcción de una nueva sociedad.

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