La experiencia de los obreros de Algodonera Avellaneda es un ejemplo para todos los trabajadores. Desde la ciudad santafesina de Reconquista supieron enfrentar a un monopolio como el grupo Vicentin y conmover a toda la sociedad de la región.
En plena etapa de pandemia, cuando toda la clase obrera se encontraba afectada por suspensiones, rebajas salariales y amenazas de todo tipo de parte de la burguesía, los textiles de Algodonera Avellaneda protagonizaron una lucha que puso en el centro de la discusión equiparar los sueldos a la canasta familiar y romper con prácticas de abuso y maltrato sufridas en la fábrica.
El conflicto se expresó con una huelga que duró casi tres meses, con bloqueo del acceso a la planta, cortes de ruta, movilizaciones en Reconquista y la vecina ciudad de Avellaneda. Identificaron claramente que el reclamo tenía como interlocutor a todo el grupo empresarial, y llevaron su protesta a las oficinas de Vicentin en Avellaneda y al domicilio de los gerentes de la empresa. Cosecharon un amplio respaldo social, empezando por sus familias y abarcando a trabajadores de los más diversos sectores. Las muestras de solidaridad llegaron desde rincones muy distantes en el país, para comprender la trascendencia nacional que alcanzó la protesta. El apoyo recibido en el corte del puente sobre la Ruta nacional N° 11 que une a Reconquista con Avellaneda y la inmensa movilización del 30 de agosto, luego del desalojo del acampe en la puerta de la fábrica, indican que el reclamo llegó a lo más profundo del pueblo.
Todo esto pudo lograrse porque los obreros de base superaron la bronca y la impotencia que arrastraban por la explotación que sufrían y las transformaron en ingredientes para la organización y la movilización. Supieron ganar protagonismo en asambleas cada vez más amplias, y generaron formas de participación que superaron las formas tradicionales de la burocracia sindical. En las mesas de negociación se impuso la voz y el mandato de las bases, por encima de los negociados de los cabezones de la AOT y el SETIA, los sindicatos del sector. Desde un principio, denunciaron la actitud entreguista y las prácticas antidemocráticas de las estructuras sindicales, para poner por delante las decisiones de los compañeros en la puerta de la fábrica.
El papel del gremio de aceiteros merece un párrafo especial, porque fue un apoyo importante que buscaron los trabajadores al momento de romper con el gremio textil, pero luego resultó un dique de contención a la deliberación por abajo cuando se acató la conciliación obligatoria sin que ese acatamiento haya sido decidido en asamblea, resultando en una conducta que dejó de lado el protagonismo de la masa de trabajadores y que jugó en contra del ejercicio de democracia obrera que hasta allí se había llevado adelante.
Los gobiernos también jugaron a favor de la patronal, como era de esperar. Todo el Estado intervino, con las más diversas estrategias, en contra de la solución verdadera del conflicto. Los intendentes actúan como empleados de Vicentin. El poder ejecutivo provincial y el nacional, con su pantomima de «intervención» del grupo, tuvieron como prioridad dilatar y no resolver el reclamo obrero. Los legisladores aparecieron como siempre con grandes discursos y buscando cámaras periodísticas, pero no ofrecieron una sola vía de salida. La justicia también hizo sus movidas para extender en forma interminable las negociaciones, y preparar y avalar la salida represiva. Las salas de los juzgados permanecieron cerradas cuando los obreros llevaron sus reclamos, pero dieron paso libre al pedido de criminalizar la protesta.
Transcurrido más de medio año desde el comienzo de los reclamos, el conflicto dista mucho de haberse resuelto. En los últimos días, la burocracia sindical hizo un amago de involucrarse en la situación y convocó a un paro de dos horas por turno. La respuesta por abajo fue aumentar el paro a tres horas en algunos turnos y aprovechar las oportunidades para realizar nuevas asambleas. Ahora, por su propia cuenta, las mayorías decidieron trabajar a desgano en todos los turnos, para afectar donde a la empresa más le duele: la producción. A los sindicalistas poco les preocupa conseguir las respuestas necesarias, siempre la base queda un paso adelante de los «dirigentes».
La decisión y voluntad de lucha de 450 trabajadores han puesto un freno a los malos tratos y la superexplotación, lo que constituye un categórico triunfo. Resta avanzar sobre la situación económica y lograr un aumento salarial que permita recuperar el poder adquisitivo de las familias obreras.
Como resultado de la lucha de este tiempo, los obreros de Algodonera Avellaneda han conquistado un avance en sus derechos políticos. Esta situación es la base que facilita la construcción de la organización independiente necesaria, con la unidad y la movilización como norte. Somos los que producimos la riqueza, y podemos conseguir lo que merecemos. Con la herramienta de la democracia directa, sector por sector, turno por turno, y de la fábrica a las demás empresas, iremos tejiendo la fuerza de la clase obrera para alcanzar una vida digna.