Con relación a hechos de ocupación de tierras por personas carentes de todo recurso como fue el resonante caso de Guernica, o excluidos por su origen étnico como el caso de pueblos originarios (Mascardi, Chaco, Formosa y otras regiones) que reclaman la restitución de territorios en donde vivían ancestralmente, ha reverdecido el tema de la “propiedad privada”.
Políticos, empresarios y propagandistas (en sus distintas versiones: liberales, progresistas, populistas, etc.) de la ideología burguesa salieron a declamar el “respeto a la propiedad privada”. Así, a secas.
La jerarquía eclesiástica salió también al ruedo con un mensaje que tituló “La tierra es de Dios”. Sin embargo, leyendo el texto, se omitía toda referencia al “divino padre” y se hablaba de la propiedad de determinados seres humanos de carne y hueso sobre parcelas del planeta, lo cual contradecía el título, porque si la tierra fuera pertenencia del “creador”, no pertenecería a particulares.
Pero, por fuera de tal contradicción, la cual forma parte de miles en las que caen las jerarquías eclesiásticas, todos los voceros mencionados confundían a propósito, o bien llevados por la lógica del pensamiento burgués que tienen internalizado, identificando en una sola “propiedad privada” los diversos tipos de propiedad que existen en esta sociedad capitalista.
Porque una cosa es la propiedad privada de bienes de uso surgida del trabajo propio (una vivienda, un medio de locomoción, los bienes materiales que sirven a las personas para poder vivir, etc.) y otra cosa muy diferente son los bienes de capital surgidos de la apropiación de trabajo ajeno.
Toda persona que trabaja y adquiere bienes de uso tiene derecho al disfrute de los mismos en este sistema y también en el sistema socialista por el que luchamos. Ninguna vivienda, producto de este esfuerzo, puede ocasionar alguna privación al resto de la humanidad. Es más, los revolucionarios peleamos para que todo trabajador y su familia tengan una vivienda en la que vivir, cosa que este sistema le priva y, además, empuja a los más humildes propietarios de viviendas a entregar la misma a manos de bancos y especuladores por pago de deudas adquiridas ocasionadas por el duro trámite diario de intentar llegar a fin de mes y fracasar en el intento dada las condiciones de vida impuestas por la explotación burguesa del trabajo asalariado.
Por el contrario, la propiedad capitalista generada por la apropiación del trabajo ajeno (ya sea por la plusvalía obtenida o por herencia de saqueos y crímenes de generaciones anteriores) ocasiona privaciones al resto de la humanidad. Expulsa a personas de la posibilidad de disfrutar de grandes extensiones de tierra, somete a la voluntad individual el destino de partes del planeta que no deberían tener dueños, fomenta la especulación inmobiliaria, etc., en lo referido a la propiedad inmueble. Y en lo atinente a otros bienes de producción, otorga el derecho a su o sus propietarios de disponer del fruto del trabajo social que ese o esos particulares serían impotentes de poner en movimiento. Por todo ello, la propiedad privada capitalista tiene como consecuencia irremediable las “ocupaciones” que no son más que la ejecución del derecho inalienable de las personas de tener a un lugar para vivir el que le es negado por dicha propiedad privada.
Cuando la burguesía y los propaladores de su ideología salen a defender la “propiedad privada” se refieren a esta propiedad capitalista basada en el saqueo, la explotación del trabajo ajeno y la exclusión de masas humanas a las que condena a no tener acceso más que a un salario cada vez más flaco y a desprenderse obligadamente de sus pocas propiedades de bienes de uso que haya podido obtener con el sacrificio de su propio trabajo. Argumentan cínicamente que “el derecho de uno termina cuando empieza el derecho de otro”. Se “olvidan” que la propiedad privada capitalista atenta y destruye la propiedad de bienes (incluso viviendas) generados por el trabajo del trabajador. Siempre la pobreza social es la contrapartida de la riqueza individual.
La propiedad capitalista de la tierra y de todo medio de producción social es absurda y debe ser combatida y finalmente recuperada por los trabajadores para ser convertida en propiedad social, porque ese tipo de propiedad privada excluye a sus propios productores (ya que además de todo lo producido en el mundo, la explotación de la tierra o la construcción de infraestructura sobre la misma, también es generada por los trabajadores). Esa propiedad privada es nociva para el ser humano por su carácter excluyente y empobrecedor de las grandes masas que no la poseen y nunca podrán acceder a ella.
Por el contrario, la propiedad individual de bienes de uso, es un derecho inalienable de todo trabajador. Esta propiedad privada no es excluyente y, en la sociedad socialista, será fiel reflejo de la riqueza social alcanzada por el grado de desarrollo de la fuerza productiva social y del nivel de desarrollo humano adquirido por el trabajo en cooperación para beneficio y disfrute de todos.
Por todo lo dicho, este gobierno, como todo gobierno burgués, que desaloja por medio de la represión a los ocupantes de tierras como lo hizo en Guernica, como lo hace en el norte del país con lo Wichis, Qom y otros pueblos originarios, en la Patagonia con los Mapuches, o en todo el territorio del país defendiendo la propiedad capitalista, diciendo que así defiende la Constitución Nacional no debería olvidarse, y si lo hace valgan estos párrafos para recordarle, que también la misma ley fundamental establece que todos los trabajadores tenemos derecho a una vida digna y, precisamente, la imposibilidad de acceder a ella está dada por la propiedad privada capitalista.