El paso de una situación histórica a otra nueva y más elevada, es uno de los momentos más complejos que la clase obrera debe afrontar en su proceso de lucha hacia la liberación del yugo de la explotación.
Aunque no actuó como clase dirigente del movimiento social que hizo jirones las expectativas que el pueblo tenía sobre el poder burgués y sus instituciones para la solución de los problemas que prometían, y aún prometen, los distintos gobiernos e instituciones del Estado capitalista, las luchas del 2001 expresaron el punto de quiebre histórico que, a los pies de la clase obrera mostraba un punto, un nudo, una bifurcación en la ruta… El “que se vayan todos” implicaba soltar la mano de la clase dominante que nunca resolverá los problemas de vida propio y de los demás sectores populares.
Pero ese soltar la mano, no significaba para el proletariado optar automáticamente por el camino independiente, es decir, hacerse cargo, como clase, de resolver por sí mismo y tomar el camino del protagonismo histórico basado en el papel signado por el lugar que ocupa en la producción y reproducción del ser humano argentino y en el mundo, poniéndose al frente de todos los sectores populares oprimidos por el capital. Dejar atrás la tutela de la burguesía y emprender conscientemente el camino independiente para lo conquista de sus intereses implica un tortuoso camino a transitar con múltiples desniveles, obstáculos y aprendizajes con victorias y derrotas.
La práctica social es la madre de todas las enseñanzas y no puede, la conciencia, elevarse por fuera de esa práctica. Por esa razón, en un momento en que no hay lucha generalizada de la clase obrera, los ritmos de ese aprendizaje van de la mano de los picos de acción que aparecen en forma local, en distintas fábricas y ramas de la producción que surgen aquí y allá por diversos motivos que los han provocado, pero que constituyen los gérmenes avanzados de un movimiento superior en ciernes.
Ésta es la característica actual que presenta la confrontación entre los dueños de toda la riqueza social y los desposeídos proletarios obligados a vender diariamente su fuerza de trabajo, la cual definimos como resistencia activa.
La presión social que constituye el empeoramiento de las condiciones de vida del proletariado y sectores populares, al cual contribuirá agudamente toda la acción de gobierno y del poder del Estado, profundizando los ajustes para la obtención de mayores ganancias de la oligarquía financiera que debe enfrentarse en competencia a los beneficios de sus competidores y de negocios propios en otras partes del mundo, indudablemente llevarán a una generalización de las luchas, y esos picos que hoy aparecen desarticulados confluirán en múltiples movimientos locales, regionales y expresados nacionalmente.
Pero esos picos de lucha desarticulados que hoy presenta la realidad de nuestro país no llevarán por sí mismos a la elevación del nivel de consciencia social que se requiere para avanzar en el proceso de liberación si en ellos no actúan las fuerzas revolucionarias mostrando el camino histórico por donde debe dirigirse la acción de masas de la clase obrera.
Entonces es necesario e imprescindible para tal objetivo, el actuar hoy con las ideas revolucionarias en cada industria. Pero esas ideas revolucionarias deben ir, necesariamente, de la mano de una práctica política revolucionaria de masas porque las ideas revolucionarias no pueden transmitirse si no es sobre la base de la acción política. No es suficiente esparcir las ideas revolucionarias para que el proletariado las adopte. La propaganda revolucionaria tiene que estar estrechamente ligada a la acción política organizada y organizadora. Y aunque ésta parezca una verdad de Perogrullo, debemos enfatizar que no hay otra manera de que dichas ideas penetren en lo profundo de las vanguardias que van a atraer tras sí a los amplios sectores de masa de la clase obrera.
El escaso desarrollo de las fuerzas revolucionarias de los distintos destacamentos entre los que se encuentra nuestro Partido, puede influir en la visión de que, como el reto es muy grande y está dirigido a millones, pareciera un objetivo inalcanzable o muy a largo plazo.
Hoy, las dificultades son evidentes porque la movilización de la clase no es, aparentemente, la óptima para la acción política de masas de los revolucionarios llevando las ideas de la revolución hacia la toma del poder por el proletariado. Al respecto, debemos pararnos sobre la realidad concreta y no especular con que aún no están dadas las condiciones de movilizaciones generalizadas en donde las masas aprenden en días u horas lo que tardarían meses y años en condiciones pacíficas.
Pero los tiempos políticos están signados por acumulación y saltos gigantescos. No sabemos a ciencia cierta cuánto tiempo transcurrirá para que la situación actual devenga en una situación de otro carácter. Pero sí estamos seguros que a esas condiciones hay que ayudar a prepararlas.
Sin embargo, el hecho de que las masas y la clase, históricamente hayan roto con la tutela de la burguesía, aunque aún, en lo político cotidiano, no se vislumbre un camino alternativo, independiente, que lo convierta en protagonista de su propio destino, y sólo aparezca el poder burgués como condicionante de la vida de los argentinos con su influencia ideológica reaccionaria, con su sentido común retrógrado, ejerciendo el poder político del Estado, la propia disyuntiva de deshacerse de él y emprender la senda revolucionaria, en la que el proletariado ha sido ubicado por la lucha de clases, es en un punto inédito e inmejorable en el proceso histórico social para la labor del partido y de todos los destacamentos revolucionarios.
Sin esa acción continua, persistente y profunda en el pueblo y, fundamentalmente, en las concentraciones industriales de la clase obrera, la situación que optimice la movilización de masas hacia el objetivo de la liberación, no será posible.
Y aclaremos, cuando hablamos de acción política de masas, no nos referimos a supuestos movimientos masivos del proletariado gestados por los revolucionarios. Esa visión idealista y fantasiosa, preñada de la concepción burguesa que ve a las masas como rebaño, sólo nos llevaría a la frustración e impotencia. Nos referimos, a la actuación de los revolucionarios sobre la base material dada hoy, independientemente de cualquier subjetivismo.
La relación de la labor subjetiva del partido sobre esa base material organizando la lucha de clases hacia el objetivo socialista, en una fábrica, en la zona de influencia de la misma (por más pequeña que parezca), apuntalando las referencias políticas de base lugareñas que despuntan en la propia lucha, impulsando la democracia directa como la metodología para la toma de decisiones y ejecución de la acción, organizando cada fuerza, cada persona dispuesta a prestar servicio a la acción independiente, tejiendo la unidad con los sectores populares oprimidos de la zona con la visión de plantarse como poder local y multiplicarla nacionalmente hasta alcanzar el rango de poder dual que dispute contra el poder burgués, es el ingrediente que concebimos como la acción revolucionaria de masas, tarea impostergable que debemos profundizar y generalizar.