Varios escenarios bélicos recorren el planeta. A diario los titulares de los principales diarios del mundo anuncian guerras insospechadas hasta hace muy poco tiempo y la variedad de ellas no deja de asombrar.
En esta nota necesitaremos que nuestro lector interactúe y nos ayude a delinear mejor una idea que venimos trabajando cotidianamente. Lo que queremos es afirmar que uno de los elementos centrales de las guerras en curso, además de connotaciones de disputas intermonopolistas muchas veces disfrazadas de conflictos religiosos o fronterizos, es que las guerras aparecen luego que en los países beligerantes la lucha de clases adquirió formas de rebelión popular.
Esta tendencia se viene afirmando y habría que analizar guerras o amenazas de ellas en enfrentamientos tales como el de Marruecos con el Frente Polisario por el control del Sahara Occidental. En el primero de ellos la agitación social viene de años, no menos dinámica es la situación social en los campamentos y en Argelia es conocida la Hirak, rebelión popular que ha herido a un gobierno que responde a una burguesía monopolista interesada en los recursos de la región.
No menos importante ha sido el conflicto “fronterizo” entre India y China. Solo habría que recordar que la India actual es hija de la huelga más grande desatada en la historia del capitalismo y no menos cierto que 250 millones de indios entraron en huelga el 26 y 27 noviembre de este 2020 con consignas políticas y económicas que han embretado a las fuerzas políticas locales reacomodando el tablero de pujas de clases. No menos cierto es la conflictividad obrera al interno de China por retrasos salariales, cierres de empresas o fusiones con capitales extranjeros imponiendo condiciones de trabajo esclavista.
La aparición de nuevas y viejas “uniones y desuniones” en Europa también se está dando. Ya no sólo el convivir traumático de norte con el sur “pobre” sino que a ello se le agrega el grupo de Tres Mares (haciendo alusión a países que rodean el Mar Báltico, el Mar Mediterráneo y el Mar Negro) 12 de ellos con una conflictividad político social interna que nada tiene que envidiar a una Francia “rica” plagada de luchas políticas y sociales que ha llevado a Macrón a retroceder con las medidas netamente antidemocráticas impuestas por decreto.
En el sudeste asiático las tensiones por el Mar de China no han desaparecido a pesar del histórico acuerdo logrado por la baja de aranceles en el intercambio en la región denominada “la fábrica del mundo”. La exacerbación de la lucha de clases en estos países obliga a tensar fuerzas en nuevas y viejas alianzas muy poco claras entre EEUU, Australia, India e Israel y un Japón volcado a negocios con China multiplicando la inestabilidad regional.
Rusia y Turquía enfrentados y aliados según los negocios que correspondan, pero sus presencias imitativas en puntos claves del planeta dan cuenta que detrás de cada una de ellas, la situación social de esos países es desesperante. Hablamos de Egipto, Grecia, Armenia, un Mar Mediterráneo muy vecino de Libia. Intereses en pugna, lucha de clases en cada uno de ellos se transforman en una cotidianeidad explosiva, como la situación de Siria, el Kurdistán.
Los acuerdos de paz entre Israel y la nueva convivencia con países árabes ensalzados por Trump no son más que acuerdos de guerra por el control de regiones estratégicas. Pero habría que mirar alrededor de estas maniobras la situación de los pueblos del Líbano. Movimientos que son hijos de la Intifada y que contagiaron también el Hirak (movimientos populares nacidos desde abajo) de muchos pueblos de África del norte y del centro.
La presencia de Biden y los demócratas en el escenario bélico planetario también estará sujeta a un “nacionalismo” en caída libre, cuando el pueblo norteamericano está dando muestras de rebeldía acumulada en años de movilizaciones por derechos políticos y sociales. ¿Serán las guerras motivaciones de olvidos de la vida cotidiana de una población que convive con la pobreza de países bananeros?
La lucha de clases empantana todo intento que pueda tender caminos hacia ese objetivo de centralización política, una guerra delata lucha de clases exacerbada al interno de los contendientes con el agravante que llevamos más de doce años en donde la clase obrera en el mundo comienza a actuar como clase luego de varias décadas sin su presencia protagónica.
La pandemia vino a acelerar un proceso que denunciaba crisis de superproducción, lo que lleva consigo más concentración económica y mayor concentración de capitales, resultados que seguirán agudizándose con el correr de los meses y en ellos más guerras intermonopolistas.
Las crisis sociales y políticas están llamando a las puertas de todos los países del planeta y con ello las guerras de todo orden. Las burguesías querrán imponerlas a sangre y fuego también como una de las formas para detener la ira que provoca el propio sistema capitalista a grandes masas populares.
Los revolucionarios levantamos la bandera de la autodeterminación de los pueblos y ponemos en el centro del escenario la guerra de clases como única guerra legítima que enfrentan a la burguesía monopolista y al proletariado y los pueblos en forma irreconciliable.
El proletariado deberá oponerse a las guerras interburguesas y a ser usado como carne de cañón en esa puja de intereses. A la vez debe desplegar la concepción de guerra de clases que le facilite adquirir el protagonismo necesario para tiempos de revoluciones sociales que se irán produciendo con la tensión entre las clases fundamentales.