El miedo a que crezcan las luchas y movilizaciones populares que vienen gestándose en los últimos meses, a cuyo frente se encuentra la clase obrera, impulsan al gobierno y a la burguesía en general a buscar un enemigo al cual combatir, porque el virus ya no produce pánico en la mayoría de la población.
Las mentiras y cuarentena disciplinadora, quedaron burdamente expuestas como máscaras de una serie de medidas políticas y económicas que toman para sostener sus ganancias –en medio de una crisis estructural del capitalismo- dejando en evidencia que la salud de la población no les importa nada a la clase dominante y su gobierno. Sólo pretenden detener los efectos económicos que pueden reducir sus beneficios.
Un ejemplo de esto es el discurso del presidente Fernández festejando la nueva reglamentación de la “movilidad” jubilatoria que condena a millones con jubilaciones y pensiones que traen más desamparos y pobreza, mientras apuntaba a la juventud como culpable principal de los rebrotes del Covid19. Siembran miseria al tiempo que nos hablan de salud.
Resulta que la baja masiva de salarios y jubilaciones, la superexplotación y el aumento generalizado de precios no tienen nada que ver con la salud de los grupos de riesgo y la población en general, pero sí las aglomeraciones de jóvenes… ¡Eso sí contagia!
Sin ruborizarse, Fernández dijo: “Ir a bailar es lindo, jugar al fútbol es lindo, todo es lindo salvo que haya un virus en el medio”. Pero el fútbol profesional se juega, los casinos funcionan, y el jolgorio de las finanzas y la especulación se sostiene y crece produciendo ganancias para los monopolios las cuales superan largamente las necesidades irresueltas de toda la población.
Si mereciera alguna respuesta diríamos que también es lindo fortalecer nuestra salud con buenos ingresos, casas cómodas que nos permitan cuidarnos adecuadamente, acceso a una salud de calidad y masiva, jubilaciones dignas, transporte urbano e interurbano suficiente y frecuente adecuado a la pandemia, instalaciones educativas adecuadas con docentes y personal auxiliar bien pagos y protegidos para que alumnas y alimnos de todos los niveles puedan asistir a clases sin riesgo, etc. Pero no, ni el presidente ni la clase burguesa a la que pertenece y sirve pueden oír tales cosas. ¡El pueblo se las tiene que imponer con sus luchas!
Todas las medidas tomadas por el gobierno van en contra de lo anterior y entonces queda evidenciado que el discurso presidencial y la campaña de medios masivos que pulula en estos días busca atacar a la juventud y hacerla culpable de los contagios.
Esto no es nuevo en la historia de los gobiernos burgueses recalcitrantes cuando se ven desbordados por el cúmulo de contradicciones que no pueden resolver y crece el peligro de futuras explosiones sociales, al tiempo que profundizan sus crisis políticas.
En la década de los ‘60 y ’70 del siglo pasado, las dictaduras y Perón estigmatizaron a la juventud. Hipies, sucios, vagos o estúpidos imberbes fueron los calificativos usados intentando generarles un aislamiento del resto de la sociedad y señalarlos como enemigos a combatir. Por la televisión se decía: ¿Usted sabe qué está haciendo su hijo en este momento? Con esto se pretendía que todo joven fuera sospechoso de algo y que la sociedad los denunciara.
Fracasaron, a la larga, en todos esos intentos y volverán a fracasar porque, como la mayoría de las y los jóvenes de aquel entonces, los de la actualidad, pertenecen a una clase obrera que la burguesía monopolista y este gobierno reaccionario han calificado de “esenciales” enarbolando la gran mentira para que se continúe produciendo en condiciones de superexplotación, y también trabajadoras y trabajadores en general, personal de la salud, personal de servicios, choferes, estudiantes que se ven privados de asistir a sus lugares de estudio, etc. muchos de los cuales están en la primera línea de exposición frente a la pandemia.
Del virus, sabremos cuidarnos, incluso, a pesar de todas las medidas gubernamentales que promueven la proliferación del mismo atentando contra la salud poblacional al generalizar la pobreza, contribuir a la disminución de las defensas del organismo de los miembros del pueblo laborioso, favorecer las aglomeraciones por falta de infraestructura y elementos sanitarios, laboral, social, en el transporte, etc. ¡El verdadero promotor de la insalubridad es el Estado!
Entonces, la peor fiesta de la que tenemos que cuidarnos y hay que denunciar y combatir es la de las superganancias de la burguesía monopolista para la cual trabaja este gobierno al frente de su Estado y todas sus instituciones. Para eso es menester darles combate y no dejarlos respirar, en lo posible, ni un minuto.