Los anuncios sobre las inversiones y el nuevo impulso al desarrollo del transporte ferroviario vienen siendo cada día más ponderados desde el gobierno y los medios de difusión.
La semana pasada, sin ir muy lejos, el ministro Meoni anunció el relanzamiento de la empresa FASE (Ferrocarriles Argentinos Sociedad del Estado) que es un instrumento de centralización política del transporte de cargas, de pasajeros, de infraestructura operacional y técnica. Como así también de coordinación de las diversas empresas monopolistas que intervienen en estas áreas. Las de carga, logística, transporte, infraestructura, sin dejar de lado las corporaciones multinacionales que concentran la producción y exportación agroindustrial, como así también la producción minera, por ejemplo, el litio que se desarrolla en nuestro país. Es decir, es un nuevo emblema de Estado con las premisas del capital monopolista.
Estas grandes corporaciones multinacionales (Cargill, Cofco, Bunge, A.D.M. Black Rock, Monsanto, entre una serie de no más de 10) están instalados en regiones cada vez más vastas del centro, noreste y litoral de nuestro país, que se extienden abarcando grandes zonas del sur de Brasil, millones de hectáreas de territorios del Paraguay, parte de Bolivia y parte de Uruguay. Dominan el escenario productivo y necesitan urgentemente de transportes cada vez más rápidos y con menores costos logísticos para la realización de sus formidables negocios globales.
Lo grandes barcos de carga deben ser llenados, en los más de 18 puertos de las costas del Paraná (todos en manos de grandes monopolios) a ritmos que el transporte de camiones ya no puede cubrir. El transporte ferroviario de carga reduce un 40% de esos costos de transporte. A la vez de aumentar la capacidad de carga, acelera significativamente el transporte mundial de la misma.
Según datos económicos de la prensa burguesa, en 2020, el 76 % de los bienes cargados en transporte ferroviario estuvieron vinculados a la agroindustria, especialmente al conjunto de granos, harinas/pellets y aceite,
Invocando a la mística y al desarrollo de los ferrocarriles alcanzado en otras épocas históricas (como por ejemplo en los primeros gobiernos peronistas), la burguesía monopolista -con el gobierno a su servicio- trata de representar una farsa aludiendo al progreso social como el objetivo de estas inversiones ferroviarias.
Pero la realidad dista mucho de ser así. El 72% de todas operaciones de transporte de carga ferroviaria -la llamada logística- están en manos de monopolios. Es decir, de grandes capitales transnacionales.
Estas mismas -donde también están incluidas las exportadoras- delinean políticas de inversión que corren por cuenta del Estado, abonando el camino a sus grandes ganancias. Políticas que se traducen en reducciones salariales, ajustes y pobreza pero que, al mismo tiempo, se expresan en millonarios recursos a favor de ellas. Por lo tanto, en el escenario de inversiones del que profusamente hablan Fernandez y Meoni, están prendidos los Maturano, los Sacia, (que desde la Unión Ferroviaria forman parte accionaria del Belgrano Cargas) y toda la runfla de sindicalistas y vedetongos mediáticos al estilo Pollo Sobrero, traidores compulsivos a los trabajadores, tan conocedores de estos negocios del capital que incluyen el ataque a toda la clase obrera. En los hechos, todos sus parloteos distan mucho de ser lo que dicen ser.
Fue la propia burguesía monopolista la que operó para destruir los ferrocarriles en favor del negocio de transporte de camiones. Hoy, la misma burguesía monopolista expresando otras facciones de su misma clase es la que no ve un negocio en el transporte automotor.
Cambia el escenario según sus intereses, pero en un mundo mucho más agudizado por la crisis, más cruento e inconsistente, más exacerbado por las ganancias.
Los mismos funcionaros y gobernantes de turno que sostenían en la época menemista la privatización porque “eran ineficientes”, hoy le dan una vuelta de tuerca a su discurso en base a la dominación de estas concentradas facciones de la presente época. La consumada apropiación de los ferrocarriles operada por aquellos negocios ahora se presenta sobre la mentira inconsistente de un aparente progreso social.
En el 2019 el transporte de cargas aumentó un 31% respecto del 2018. En el 2020 volvió a aumentar un 15% respecto del año anterior, todo ello sobre la base del abandono en grandes extensiones ferroviarias. Sin embargo, las desastrosas condiciones técnicas y de infraestructura -por falta de mantenimiento- en inversión en las que se encuentran los talleres, las vías férreas, los vagones, y que se expresa también en el marco de las pésimas condiciones laborales de los trabajadores, no impide a los monopolios usufructuar la propia destrucción de fuerzas productivas que ellos han causado.
Tan cebadas por los negocios están las corporaciones monopolistas que prefieren correr riesgos de accidentes, descarrilamientos y desastres que perder los bajos costos de transporte, y de hacer el uso más extremo de la apropiación de un patrimonio del pueblo en función de las ganancias. Durante el macrismo los accidentes y descarrilamientos han sido constantes en Corrientes y Entre Ríos, lo mismo durante el 2020. Y sin ir muy lejos hace pocos días nuevamente ocurrió en Salta.
A pesar que estas condiciones representan una enorme ventaja, cada retraso ocasionado por estos accidentes aumenta sus gastos de logística (por ejemplo, los tiempos de espera de los barcos en los puertos). De allí que los Fernandez, los Meoni y compañía anuncien con pompa y en nombre del pueblo las inversiones en ferrocarriles en correspondencia con las necesidades del capital. Cínicamente igual que cuando las burocracias sindicales rubricaron un 7% de aumento a los ferroviarios “en nombre de los trabajadores”, cuando en realidad el objetivo era bajos costos de la burguesía monopolista.
Todo tiene que ver con todo y lo que salta a la vista es que el Estado es un instrumento de los monopolios y por lo tanto también su economía de costos y sus políticas de costos. Mano de obra barata con transportes de cargas baratos son los resultados de la ecuación.
Cabe aquí, del mismo modo que cabe en la totalidad de la industria, que trabajadoras y trabajadores asumamos la independencia de clase en correspondencia con nuestras verdaderas aspiraciones de vida digna. Pues la herrumbre de este régimen podrido ha corroído cualquier posibilidad de progreso verdadero para nuestro pueblo.