A 45 años del golpe de Estado más sangriento que hubo en nuestro país, muchas son las voces que se alzan y gritan al unísono que debemos tener memoria. Los gobernantes de todos los niveles estatales, partidos “opositores” y funcionarios institucionales de la maquinaria estatal, junto a los medios propaladores del sistema, lo hacen por oportunismo o para engañar. O para cubrir la complicidad que tuvieron con los instigadores y ejecutores de la dictadura militar.
La mayoría, la clase trabajadora y los sectores populares, lo hacen de buena fe. Impulsando año tras año, la movilización y las acciones que mantienen presente y siempre vigente el repudio generalizado de la sociedad oprimida contra el plan macabro de los monopolios y su partido político de entonces. La única organización capaz de interpretar y ejecutar el plan de hacerse definitivamente del poder del Estado y ponerlo a su servicio: las Fuerzas Armadas.
La palabra memoria está impresa en muchos de los escritos y expresiones de quienes hoy se manifiestan en esta jornada. “Un pueblo que tiene memoria no repite los errores del pasado”, dice el papa Francisco. Puede leerse la misma frase replicada en distintos medios y repetida profusamente.
Sin embargo, no hay errores que puedan considerarse desde ambos sectores que fueron separados por un río de sangre.
La sangre en nuestro país, fue fluyendo durante la historia de cientos de luchas que fueron reprimidas con crímenes tremendos. Fusilamientos, bombardeos, encarcelamientos, destierros, etc., a los que debemos sumar la explotación diaria, la miseria, la discriminación, etc.
Miles de canales por donde transitó sangre popular mucho antes de que se diera el golpe de Estado que hoy recordamos con dolor. Los crímenes de la burguesía frente a las luchas populares fueron, son y serán cada vez que tenga que enfrentar una fuerza popular que amenace su estabilidad.
La lucha de las clases se resuelve en el enfrentamiento de fuerza contra fuerza, no por voluntad de los oprimidos sino por imposición de los opresores.
La burguesía monopolista, el sector minoritario ejecutor de ese gobierno, produjo 30.000 desaparecidos, apropiaciones de niños, más muertos, encarcelados, torturas, violaciones sistemáticas a mujeres, varones y niños, terrorismo de Estado, empobrecimiento abrupto de las masas populares, oscurantismo en las ciencias, la educación y la cultura, niveles de corrupción nunca antes visto elevando la deuda estatal de 8.000 millones de dólares a más de 40.000 millones, robos, apropiaciones de viviendas y bienes de las víctimas, etc. Lo hizo con un fin preciso del cual no se arrepienten. Incluidos los sectores eclesiásticos del cual nunca habló el papa ni hizo acto de contrición.
Apoderarse del Estado para llevar adelante la conducción económica y política de toda la Nación para poner todos los recursos a disposición del gran capital monopolista transnacional, no fue un error para ellos.
Porque la misma clase burguesa, principalmente, la dueña de los monopolios financieros, es la que hoy sostiene el poder administrado por los gobiernos de turno que les son fieles, sea cual fuere la bandera política con la que se presenten.
La clase obrera y los sectores populares, la mayoría de la sociedad, tampoco cometió error por enfrentarse al poder dominante.
Porque un pueblo que busca las vías y las formas para luchar por su liberación del yugo impuesto por la explotación capitalista; una clase obrera que intenta apropiarse socialmente del fruto del trabajo social generado por ella con su esfuerzo, sudor y lágrimas que le es sustraído “naturalmente” por el derecho que otorga la posesión de los bienes de producción santificado por las leyes del Estado, aunque dichos bienes sean producto del saqueo previo, de la violencia estatal, de la superexplotación, etc., tampoco tiene motivos para arrepentirse y considerar errores a esas acciones.
Así como la burguesía dominante se afirma en el poder y no revisa supuestos “errores” a pesar de su fase decadente y crítica estructural de la cual no saldrá hasta que la clase obrera en unidad con los amplios sectores populares logremos derrotarla y hacernos cargo de la conducción del país para satisfacer nuestras necesidades y transitar el camino de la satisfacción de nuestras aspiraciones de desarrollo, las mayorías populares tampoco tenemos que revisar supuestos “errores” por querer vivir dignamente. En tal caso, a lo sumo, deberemos revisar cuáles son los caminos más directos y menos tortuosos para lograr nuestra liberación.
Es falso entonces que la memoria de los pueblos sirva para “no cometer los errores del pasado”.
La memoria histórica de un pueblo, por el contrario, mantiene viva la llama de la lucha por su liberación, revive en cada individuo actual y en los movimientos sociales y de clase la permanencia en el tiempo de los miles y miles de compañeras y compañeros que brindaron su existencia diaria por una vida digna y libre del yugo de la explotación.
A quienes les fueron arrebatadas sus vidas para mantener los privilegios de la clase dominante y sus servidores indeseables que se pasean por las instituciones estatales con el título de “respetables funcionarios y políticos”.
Aquellos que hablan de memoria para vaciar de contenido esas luchas deben ser repudiados por su cinismo, su oportunismo y el intento de confusión a quienes, con la mejor de las intenciones, repiten esas frases huecas tan presentes en esta jornada.
Nuestra memoria está en la reivindicación de las luchas y aspiraciones, hoy más vigentes que nunca, de una Argentina sin explotadores y explotados. Es decir, continuar la lucha que miles y miles de obreros, de obreras y de gente del pueblo sufrido que emprendimos contra el poder burgués, por la revolución y el socialismo.