Chile: un proceso constituyente sin el pueblo

Compartimos la mirada de los compañeros de “América Rebelde” sobre la situación de la lucha de clases en el actual proceso revolucionario chileno.

CHILE: UN PROCESO CONSTITUYENTE SIN EL PUEBLO

POR EL PUEBLO, PARA EL PUEBLO Y SIN EL PUEBLO

La euforia e ilusión sobre una nueva constitución sin duda hace difícil ver la realidad como también puede ser el caso de este mismo artículo que se muestra crítico a este proceso “constituyente” que hasta ahora no tiene mucho de serlo reduciéndolo solamente al acto de votar.

El proceso en que se encuentra Chile, nada tiene que ver con un proceso genuinamente constituyente, porque más allá que la exigencia sobre una nueva constitución haya nacido del estallido social, al final de cuentas quien puso los plazos, las normas y el itinerario para llegar hasta hoy fue precisamente el parlamento, órgano del Estado Burgués y parte del problema como también la clase política corrupta desde arriba para abajo y hacia un lado y otro. A la vez, fueron los partidos políticos altamente rechazados los que terminaron determinando todo el proceso, e imponiendo todo sin la participación de quienes dicen representar y quien es defino como “el soberano”, donde radica el poder constituyente, que es el pueblo. El Acuerdo Nacional de noviembre fue eso, la usurpación nuevamente del rol constituyente que le cabe al pueblo como también el aborto de la soberanía popular.

Más allá de los resultados electorales donde los independientes obtuvieron una considerable votación, el proceso “constituyente” estará centrado y encerrado entre cuatro paredes sin que los movimientos sociales, las fuerzas vivas de la sociedad tengan la posibilidad para que desde abajo influir y decidir en las demandas y velocidad de los cambios que esa misma base social clama. El oráculo de los partidos, su soberbia y su ubicación en el olimpo y pedestal seguramente reemplazará el protagonismo popular prohibiendo la posibilidad que exista una correa de transmisión entre esa “convención “, allá arriba con el “poder constituyente” allá abajo. Eso no podrá ser porque, en su mayoría, quienes integran la convención no gozan del prestigio y credibilidad necesarias para cumplir esa función esencial o porque simplemente no cuentan con las estructuras y organización propia suficiente para llegar a representar a esa masa organizada allá abajo. Cualquiera sea el caso será el pueblo el gran ausente y el Estado el gran presente.

Pero eso no es todo.

El concepto de “proceso constituyente” se ha interpretado en forma reducida y limitada y, por lo tanto, le han quitado la profundidad que posee.

Reducir el poder constituyente solamente a la convención y a la redacción de una nueva constitución capitalista y burguesa es nuevamente secuestrar el proceso y pervertirlo.

La clase política es expresión de la clase dominante y la clase política tiene otra versión de si misma, pero en el mundo social. ¿Cuál?

La Burocracia Sindical

Son estos “cuadros” sindicales, montados en la cúspide de las confederaciones y centrales sindicales puestos en los cuales se han eternizados, los que han manejado los destinos de la clase trabajadora sindicalizada y donde la base sindical no tiene pito que tocar ni bombo que golpear porque las decisiones fundamentales no se toman desde y en la asamblea sindical sino en la comisión sindical del partido que domina la confederación o central. Si a esto se suma la forma indirecta de elegir a esas “autoridades”, la falta de transparencia en los recursos económicos, y su afiliación a las centrales sindicales mundiales pro capitalistas, las del “mundo libre”, entonces tenemos una tormenta perfecta donde los trabajadores sindicalizados son los grandes ausentes.

La función de la burocracia sindical, al igual que la clase política, es perpetuar el modelo de sociedad que tiene al pueblo, al proletariado en los huesos. Es atenuar la lucha de clases e imponer las mesas tripartitas, la negociación con el empresariado y con el Estado empresarial. Asimetría total.

Curiosamente, en este nuevo escenario “constituyente”, los aires constituyentes que claman la democracia directa y el protagonismo popular no han llegado a subvertir las bases del movimiento sindical. Hasta el momento nadie desde el mundo sindical ha levantado la bandera que vaya en la dirección que sean los sindicatos, los trabajadores mismos los que desarrollen su propia Convención Constituyente Sindical que destierre a esa burocracia sindical y que recupere a ese movimiento sindical para los trabajadores mismos, que levante el control obrero y con ello todo el programa revolucionario hoy ausente de este mundo.

Burocracia Estudiantil

Lo relatado más arriba también ocurre en el ámbito estudiantil, en general, y con mucho mayor fuerza en el ámbito universitario. La burocracia estudiantil, esos jóvenes con las prácticas de los viejos, vienen corrompiendo el movimiento estudiantil hace tiempo trasladando las prácticas de la clase política y de la burocracia sindical, con mismos objetivos y funciones, a este ámbito.

Es por ello, que no es de sorprender que en las votaciones de las federaciones estudiantiles la participación estudiantil en sus elecciones bordea el 15 al 20% llevando muchas veces a los tribunales calificadores de elecciones a cambiar el quorum requerido para dotar las elecciones de un marco de legitimidad.

Curiosamente, esa participación electoral también se da en la misma proporción, o muy similar, en el ámbito sindical y en las elecciones políticas (parlamentarias, municipales, y presidenciales) si es que se toma el total de los padrones electorales en cada elección.

También la crítica de la masa estudiantil a los colectivos burocráticos estudiantiles son las mismas que se escuchan hacia la clase política y hacia la burocracia sindical. Sin embargo, tampoco se escucha que los aires constituyentes hayan impregnado a la base estudiantil para que se autoconvoque, para que se autodetermine y para que desbanque a esos “funcionarios” políticos-estudiantiles que ven la lucha estudiantil como una forma de hacer “carrera política” más que una herramienta para hacer la revolución. Nuevamente, el pueblo ausente y no representado.

Burocracia social

Para qué hablar de las juntas de vecinos que son contadas los casos que han roto con la función de ser verdaderos “empleados” del alcalde de turno, donde estos espacios por lo general se encuentran cerrados para la juventud y sus diferentes expresiones colectivas y movimientistas y abiertas solamente cuando son los diputados, los senadores, alcaldes y concejales llevan a cabo alguna comida u once con algún club a fin. Las juntas de vecinos, en general, repiten todas las prácticas antes descritas y se hermana, esta burocracia social o poblacional, con todas las anteriores.

Tampoco ha nacido desde aquí, desde las poblaciones, la necesidad de desbancar todas esas burocracias y que sea la población la que irrumpa con fuerza en las sedes vecinales para iniciar su propio proceso constituyente. Los más cercano a ello son las asambleas territoriales, las genuinas, aquellas que no son pantalla de algún partido, de alguna expresión de la clase política, para convertirla en una forma de obtener votos o de clientelismo político.

¿Y qué sucede con la Burocracia Cultural?

El arte y la cultura fueron secuestrados también por la concepción neoliberal y por el Estado. Nos muchos los artistas de toda la gama, colectivos, etc que ven como la única solución a desarrollar sus expresiones artísticas el Fondart o conseguir personalidad jurídica para con ello postular a todos los fondos provenientes de las municipalidades o gobernaciones que son entregados por el mismo Estado al cual definen como opresor y patriarcal o simplemente asesino. Sin duda, esos fondos están amarrado y generalmente el Estado sólo financia lo que le es útil y que se enmarca dentro del progresismo.

Con todo ello, ¿quién hace o escribe teatro obrero? ¿Quién desarrolla la corriente revolucionaria o insurgente desde el arte? No serán muchos porque quizás la mayoría se encuentran secuestrados por los cantos de sirenas del Estado y que este ha logrado crear esta burocracia cultural que le es útil para el divertimento y lo grandilocuente. El mundo artístico-cultural tampoco ha desarrollado su proceso constituyente propio.

De no desatar todas las fuerzas provenientes desde abajo que barran con estas y otras burocracias que pudieran existir y llevar a cabo realmente aquello de la autodeterminación en todos los planos habremos desperdiciado un momento precioso para desatar toda la furia contenida, toda la creatividad y le habremos quitado la espoleta insurgente a un proceso que pudo haberlo sido y que no fuimos capaz de comprenderlo, e incentivarlo en esa dirección. Pero quizás aun estamos a tiempo y podamos hacer en entrar a todos los pueblos en proceso constituyente, en su propia convención no aquella ubicada en Santiago sino aquella ubicada en las ´fabricas, industrias, universidades y poblaciones. Ahí está el soberano, ahí están los reales y únicos constituyente.

América Rebelde

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