Hay un mensaje muy insistente de parte del poder dominante que consiste en poner al Covid como el causante de la crisis estructural del sistema capitalista.
Los colapsos financieros, el quiebre de empresas, la alta inflación, los ajustes, la desocupación creciente, el descenso de salarios, el colapso de los sistemas sanitarios, el empobrecimiento generalizado de miles de millones de trabajadoras y trabajadores, de pueblos y de regiones enteras, el descenso generalizado del consumo de alimentos, la exacerbación en la lucha intermonopolista y las políticas de Estado generalizadas a escala mundial para acentuar el ritmo de apropiación de ganancias de los núcleos transnacionales entre otros tantos efectos, son aspectos ajenos a la acumulación histórica de contradicciones y de crisis seguidas de sus secuelas destructivas.
Según esta premisa burguesa la pandemia es causa de todos los males que acontecen y las consecuencias que se descargan sobre los pueblos son inevitables.
Los hechos reales y tangibles de una crisis histórica que reproduce de forma exponencial y cada vez más acentuada las dolorosas y profundas contradicciones que conviven en este régimen anacrónico son, por lo tanto, “consecuencias de un virus”.
La pandemia lo justifica todo y la impunidad del capital monopolista transnacional no deja dudas. A tal punto es su hipocresía que en la voz de sus apologistas se desliza la idea que acabada la pandemia se acaba la crisis. Así lo afirman economistas, de todo cuño, políticos burgueses sindicalistas profesionales al servicio de la explotación obrera, justamente la gentuza que determina las políticas en favor de la clase dominante.
Para los monopolios la pandemia es una oportunidad tal como lo afirma con la crisis, o sea, una oportunidad dentro de una crisis. Y lo deja expresado con suma nitidez cuando acentúa la guerra del capital contra el trabajo como la única condición de garantizar sus ganancias descomunales.
La baja de la masa salarial a nivel mundial -según datos de la OIT- llegó a la friolera de 3.7 billones de dólares en el 2020. De la masa salarial mundial el capital monopolista extrajo por los mecanismos de ajustes, inflación, devaluaciones, etc. un 8,3%. En el 2021, en lo que va de este primer cuatrimestre, tal reducción llega a un 5,3 % de la suma de la masa salarial, alcanzando los 1,3 billones de dólares.
Cifras tan significativas explican por sí solas las ganancias monstruosas que ostentan los monopolios en la diversidad de ramas industriales y financieras. Quien niegue que hay un ajuste descomunal contra la clase obrera y el pueblo apoya de lleno la mentira que la pandemia es el mal a combatir dejando de lado al capital monopolista y su régimen explotador.
Sin embargo, la lucha de clases aun en un marco de restricciones, represión, y oscurantismo mediático como el actual, se desenvuelve cada día más efusivamente. Aunque pongan en práctica los mantos desinformativos mas ruines la situación se agrava por la lucha de clases en el mundo.
Trabajadores del transporte en nueva Zelandia, mineros de Perú, Colombia, Chile, EE. UU México, trabajadores metalúrgicos de la india; médicos en Australia, petroleros en Texas, huelgas de trasportes en Brasil, más los permanentes estados de movilización en las calles de Colombia e Irak, por ejemplo, son muestra de ello.
Luchas que abonan un camino más conflictivo a escala planetaria, signado por el denominador común que es la guerra del capital contra el trabajo desatada con más virulencia desde el 2020 con pandemia de por medio.
Son incontables por su abundancia la cantidad de huelgas, tomas de empresas, bloqueos, protestas callejeras, movilizaciones, piquetes de trabajadores en una diversidad de rubros y de poblaciones que se dan hoy en el mundo.
Los picos de desbordes masivos en determinados países coexisten con luchas obreras y populares. En otros, llegando incluso a huelgas obreras de varias de semanas enteras contra grandes corporaciones transnacionales como ocurre en la industria automotriz india.
Los niveles de desborde de este creciente aumento de la lucha de clases aun no han llegado a escenarios masivos, pero a medida que los monopolios pretendan avanzar en sus politicas de ajuste y superexplotación, la lucha de clases hace aparecer estos escenarios en abierto enfrentamiento contra las politicas imperialistas.
La lucha de clases en el mundo también tiene a la clase obrera en picos de avanzadas. Las señales son claras. Con más razón aun es necesaria la acción y la organización proletaria desde un proyecto revolucionario en el seno de nuestras fábricas y barriadas. Porque somos parte de un mismo ejército de millones que puja por romper las cadenas de la opresión en la guerra contra el capital y estamos diciendo basta.