Empujar a la burguesía al terreno en el que más débil se encuentra

El ajuste explícito o implícito que ejecuta la burguesía monopolista a través de su gobierno -con el beneplácito de todo el arco político institucional- hay que seguir enfrentándolo con una resistencia persistente, tenaz y cotidiana.

A la burguesía hay que empujarla al terreno en el que más débil se encuentra.

Su desprestigio, que se traduce a políticos y gremialistas, se incrementa día a día en los puestos de trabajo, en los barrios y en todo lugar donde la injusticia se hace carne a diario.

Empujarlos a su terreno quiere decir que en cada sector de trabajo a las medidas nacionales que quieren aplicar, hay que oponerles fuerzas de abajo y con acciones que tiendan cada vez más a la masificación y organización de lo propuesto para actuar.

En este sentido nos estamos chocando con una nueva realidad, en donde el espíritu de rechazo a lo burocrático que hay en la base convive con lo viejo, que es el paraguas “legal” o el “aval de lo de arriba”.

Una época de grises en donde se hace necesario encontrar el eslabón fuerte de la cadena y desde allí tirar para adelante.

En esa convivencia de lo nuevo con lo viejo de lo que se trata es que la primera vaya tomando cuerpo y solo lo irá haciendo fundamentalmente con acciones en los puestos de trabajo, en la medida que -de una u otra manera- se desarrollen asambleas para tomar las medidas como base de la nueva democracia, directa, enfrentada a la democracia burocrática «representativa».

Este período hay que caminarlo como parte de la resistencia. Esas asambleas hechas bien abajo tienen que perdurar en el tiempo, es una metodología que tiene que ir ganando terreno y confianza. No es una tarea sencilla cuando todo el aparato institucional se opone. El oponerse es parte de lo que hace el poder burgués para sostenerse y sostener un sistema capitalista injusto por donde se lo mire.

Este camino de resistencia tiene que abarcar la masividad y la organización de esa masividad.

No se trata entonces de ganar un conflicto y deshacer lo conseguido. Se trata de elevar el grado de conciencia de lo alcanzado en el plano político e ideológico, que permita allanar el camino de acumulación de fuerzas con un sentido revolucionario.

Resistir las medidas de ajuste en cada lugar concreto tiene un abanico amplio para realizarlas.

En la gran industria, los monopolios van por mayor productividad (entre otras cosas), van por la baja del poder adquisitivo que abarca a todo asalariado, presupuestos indignos a la educación y la salud… en fin, todo el daño que las apetencias de ganancias determine. Los jubilados y jubiladas serían el ejemplo al peor despojo humanitario.

Esa resistencia de la que hablamos está caminando y no son pocas las experiencias realizadas sobre todo en la clase obrera industrial. Pero de lo que se trata es de llevar la resistencia cada vez más abajo, que la mayoría de los trabajadores desde sus sectores participen en las decisiones para las medidas de fuerza.

Allí radica el principal elemento del por qué aferrar la lucha al terreno en donde podemos lograr verdadera masividad y a la vez, agudizar las contradicciones de la clase dominante, confundirla.

Por abajo hay bronca, intolerancia, desazón. Saltan conflictos también con esa impronta, pero hay que organizar el abajo confiando en nuestro pueblo. Este es un tema crucial para las actividades de resistencia.

La burguesía -a través de sus avanzadas ideológicas en el seno de la clase obrera y del pueblo, desde el reformismo y el oportunismo- resume sus aspiraciones en la ganancia electoral cuando afirman que el pueblo está “adormecido”. Con una parte de la verdad justifican toda su inacción. O peor aún, se ponen como contención a las aspiraciones de lucha que envuelve hoy el dolor de nuestra sociedad.

Se trata de dar respuesta concreta en cada lugar en concreto sin tutelas por arriba. Y en ello nuestro pueblo y nuestra clase responden. Están un paso más adelante de toda la basura política electoral.

Pero hay que mostrar los colmillos en donde toda esta fabulación “democrática” no es creíble y es creíble cada vez más que la única salida es la lucha.

Repetimos, este camino hay que hacerlo. Que cada vez más se robustezca la confianza en la fuerza propia y para ello hay que accionar de lo pequeño a lo grande y de lo débil a lo fuerte. Estas resistencias son la base fundamental para lo que se viene en las tensiones futuras de clase.

La unidad política lograda contra las medidas concretas en cada lugar posibilita reafirmar que la unidad política no es una cuestión imposible de alcanzar. Por allí se está gestando una alternativa revolucionaria con la impronta y la experiencia de lucha alcanzada.

Enfrentar el ajuste posibilita ampliar la unidad política en varios planos, lo que obliga a elevar el debate político en cada sector de trabajo

Hay que desenmascarar el oportunismo que se expresa en esas necesidades electorales, que intenta terminar con las ansias de lucha cuando esas fuerzas se montan sobre la base de conflictos genuinos y sobre todo con una fuerte impronta autoconvocada.

Caminar, fortalecer esos caminos y volver avanzar. Esa calidad se va adquiriendo con avances y retrocesos. El presente nos indica que hemos avanzado como sociedad cuando lo que comienza a estar presente es lo nuevo, a pesar que aún lo viejo se sostiene con su desprestigio masivo.

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