El run run electoral vs. lucha en contra del ajuste

El circo electoral abrió las puertas de la carpa y, en la entrada, regalan boletos para que todo el que quiera asistir a la función pueda ingresar y departir personalmente con los payasos, saltimbanquis y magos (de las finanzas).

Aunque todavía la pandemia ocupa el centro de todo mensaje desde el poder y aún sirve de escudo para intentar tapar la crisis que envuelve la vida de la clase obrera y pueblo oprimido, ya se escucha el calentar de motores anunciando la carrera electoral.

Desde todos los horizontes políticos, gobierno y oposición especulan sobre los mejores posicionamientos para la disputa de los cargos. A partir de ahora, y en forma creciente, todos los temas serán tratados según el prisma electoral. Desde la pandemia, la situación inestable que viven la América Latina y el mundo, las medidas que toma el gobierno, las que no toma, la crisis política en su interior, la de la oposición, las decisiones que se toman para la ejecución de los grandes negocios a favor de los monopolios y la mayor carga de peso sobre los hombros de la clase obrera y el pueblo.

Todo comienza a teñirse con la tinta electoral de la democracia representativa, esa democracia burguesa a través de la cual el pueblo delega en los funcionarios la toma de decisiones durante cuatro años. Esa democracia en la que el pueblo es reiterativamente traicionado en sus aspiraciones mientras los funcionarios ensayan su mejor cara de piedra.

Desde los partidos electorales convocan a la unidad de “Todos”, a la unidad de la “izquierda”, a apoyar a la “amplia vereda del centro”, a practicar la “libertad de mercados”, etc.

Tanto unos como otros dicen que van a expresar la voluntad popular.

Sin embargo, quienes dictan las leyes son quienes menos las cumplen. Desde lo dispuesto por la Constitución Nacional, pasando por toda la legislación que nominalmente beneficia a los trabajadores y pueblo oprimido, nada se cumple ni se hace cumplir.

Paritarias sin techo, acuerdos de precios, precios máximos, tarifas populares, salario mínimo vital y móvil igual a canasta familiar que supera los $ 90.000, jubilaciones dignas, prohibición de despidos sin causa, garantía de educación y salud públicas, viviendas y trabajo para todos y sigue el listado de reglamentaciones que no se cumplen ni se hacen cumplir…

Con base en eso, ¿puede acaso haber alguna expectativa de cambio en una nueva conformación de la legislatura o reemplazo de funcionarios provinciales o comunales? ¿Es con el dictado de nuevas leyes que se modifican las realidades en el país? O es con una fuerza de masas que obligue al freno, retroceso y triunfo sobre las medidas de ajuste que perjudican a las grandes mayorías laboriosas.

Entonces, ¿cómo obtiene el pueblo trabajador la verdadera democracia, esa que garantiza el cumplimiento de las aspiraciones y el cubrimiento de las necesidades de quienes todo lo producimos y sostenemos la vida de todos los habitantes del país, produciendo frutos de la tierra, alimentos, viviendas, bienes de todo tipo, etc.

Cambiar figuritas (que, además, son siempre las mismas cacatúas que se desplazan por distintos partidos políticos y viven desde hace décadas de las mieles de los cargos) del parlamento o de puestos ejecutivos, no nos dará, tal como lo hemos comprobado reiteradamente, ningún resultado favorable.

En consecuencia, el camino sigue siendo, luchar, enfrentar, frenar y hacer retroceder, con una fuerza de masas que debe expresarse desde cada lugar de trabajo, barrio o escuela, las políticas de ajuste, desnudando a quienes medran y mienten a favor de ellas, y que obligue al gobierno y a la burguesía monopolista a la que sirve el Estado, a dar pasos atrás.

Desde cada uno de esos lugares, en donde estamos los trabajadores y sectores populares, también avanzar en la unidad sin distinción de banderías, en contra del ajuste que a todos nos perjudica y a favor de lograr una vida digna.

Así, como todo lo existente en el país es proyectado, fabricado, distribuido por las y los trabajadores que no tenemos otra propiedad más que nuestra fuerza de trabajo que debemos vender diariamente a algún empresario durante toda nuestra vida (que ellos llaman útil), los mismos debemos debatir, decidir y ejecutar las acciones que nos permitan avanzar en el camino de la satisfacción de nuestras necesidades y la realización de nuestras aspiraciones.

No son elecciones lo que necesitamos, sino el desarrollo de una fuerza social autoconvocada que reniegue de esta democracia parlamentaria hipócrita que sólo alimenta zánganos y construya, en medio de la movilización y la acción directa, una democracia obrera y popular que se exprese en cada una de las asambleas en las bases y en la unidades locales para confluir en una nueva organización estatal nacional en la que la voluntad popular no se delegue sino que se haga respetar mediante el mecanismo de la remoción automática de los representantes que no estén a la altura de lo decidido por las mayorías.

 

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