En reiteradas ocasiones hemos manifestado nuestra caracterización de la etapa de la lucha de clases que transitamos como resistencia activa.
Resistencia, porque el problema de la correlación de fuerzas, entendida ésta como la insuficiente fuerza de clase independiente organizada, es un condicionante objetivo para la clase obrera a la hora de enfrentar las políticas de ajuste general que la clase dominante viene aplicando, las que se traducen, fundamentalmente, en la pérdida permanente del poder adquisitivo de los salarios y el aumento de los ritmos de producción que busca mayor productividad de la fuerza de trabajo.
Activa, porque, a pesar de esas dificultades objetivas, la lucha por las reivindicaciones y demandas obreras se manifiesta de una y mil formas y en un proceso en el que las prácticas de democracia obrera (expresadas en la autoconvocatoria) son el signo distintivo de la etapa; importantes contingentes de trabajadoras y trabajadores vienen retomando una dinámica que la clase obrera no desarrollaba desde hace décadas. En dicha práctica se pone en cuestionamiento abierto el papel de los sindicatos entreguistas, aun cuando todavía las fuerzas clasistas independientes no logran sacarse de encima definitivamente ese yugo aplastante de organizaciones sindicales que juegan abiertamente junto y con el enemigo de clase.
En ese contexto debemos agregar que el papel de la ideología dominante en el seno del proletariado todavía es importante; la burguesía, consciente de que en cada unidad productiva está su enemigo fundamental, se encargó de llevar adelante una lucha ideológica feroz contra el concepto de las clases sociales, al mismo tiempo que actuó en la práctica para dividir y crear compartimento estancos en el seno de la clase obrera, con resultados que impiden todavía que la clase de vanguardia se reconozca como clase para sí y luche rompiendo con la concepción de la conciliación de clases.
Entonces, en este último punto, radica una de las principales tareas de los destacamentos revolucionarios: llevar en forma sistemática y planificada las ideas de la revolución socialista, de la lucha por el poder, de la recuperación del concepto de “clase para sí” al seno de la clase obrera.
Al mismo tiempo, debemos analizar permanentemente cómo aportamos a que la clase de vanguardia, al mismo tiempo que recibe y procesa las ideas revolucionarias, avance en el enfrentamiento político contra la burguesía en su conjunto en un proceso que generalice la resistencia activa y permita el paso a una nueva calidad en el enfrentamiento clasista.
Si hablamos de enfrentamiento político se trata entonces de profundizar iniciativas de ese carácter que, partiendo de las demandas y reivindicaciones inmediatas de la clase, ayuden a que la lucha no se limite a los marcos económicos. La burguesía tiene muy claro este aspecto; parte de su arsenal ideológico en el seno de la clase es convencerla a ésta que su lucha es estrictamente por mejoras en el aspecto económico, dejando los problemas políticos en manos de sus verdugos. Por el contrario, los revolucionarios partimos de impulsar y fortalecer la lucha por los reclamos de toda índole para que, a partir de la misma, el movimiento clasista vaya avanzando hacia niveles superiores de enfrentamiento. El romper la concepción estrictamente económica de la lucha de clases implica realizar una persistente tarea de convencimiento en la clase obrera para que la misma tome en sus manos la lucha política contra su enemigo de clase, cos sus propias metodologías y sus propias formas de organización, que son antagónicas con las que presenta la burguesía.
Esa tarea necesariamente implica llevar al terreno concreto de cada lucha iniciativas políticas que apunten a relacionar la reivindicación inmediata como parte de una lucha general del proletariado contra la burguesía; en todo conflicto, además de estar en la primera línea en la lucha por las demandas, los revolucionarios debemos preocuparnos (y ocuparnos) de dotar a esa lucha del marco político general en el que se desarrolla: el papel de la empresa en la definición de las políticas económicas del gobierno; los planes de producción de la misma y su relación con otras ramas productivas; relacionar las políticas de mayor explotación y sometimiento de la fuerza de trabajo como el camino que la burguesía emprendió para atenuar la crisis de superproducción capitalista; explicar entonces qué es la crisis de superproducción y cómo nos afecta en la vida cotidiana, tanto dentro como fuera de la fábrica; explicar la necesidad de la unión de la lucha con otras luchas que se estén desarrollando, desde la concepción de la unidad desde la base en la que sean los propios obreros y obreras los gestores de la misma; organizar comités de lucha para nuclear a los sectores más avanzados de la clase que se eleven en el debate y la decisión de medidas que apunten a que la lucha no sea aislada ni desgastada, al mismo tiempo que impulse acciones de organización efectiva para que cada vez más contingentes obreros se sumen a las tareas concretas; avanzar en simultáneo con la construcción de las organizaciones políticas de la clase y la construcción de la herramienta partidaria; con la propaganda revolucionaria elevar el nivel de consciencia política de la clase que aporte a sintetizar la experiencia y a analizar los logros e insuficiencias de las mismas para prepararnos mejor hacia nuevos enfrentamientos.
Los niveles de explotación y opresión seguirán en aumento y ello traerá, más tarde o más temprano, una nueva oleada de luchas obreras. De lo que se trata es que los destacamentos de la revolución tengamos claro ese proceso y, sobre todo, llevemos claridad al seno de la clase de vanguardia realizando las tareas políticas indispensables para que el movimiento avance en consciencia y organización políticas. En ello es absolutamente necesario redoblar los esfuerzos en desarrollar iniciativas políticas que permitan ese avance, con la convicción que esas son las tareas políticas del momento; y que el impulso de las mismas es responsabilidad de los revolucionarios y no cabe esperar que dicho proceso se dé en forma espontánea.