Ya aparece, en declaraciones de ciertas cámaras empresariales y de algunos dueños y CEO de monopolios, expresiones claras de que en Argentina se avanza hacia una mayor producción.
La industria petrolera con Vaca Muerta a la cabeza, la industria siderúrgica, la automotriz, la industria autopartista, la industria del neumático, la industria agropecuaria (granos, aceites y harinas, y ganadería), la industria frigorífica, la industria de la construcción, la industria del software, la vitivinícola, la textil, y otras, todas estas, al menos, han coincidido en que se comienza un repunte productivo. Varios funcionarios gubernamentales han coincidido en el diagnóstico y se relamen pensando en el proceso electoral en marcha calculando en que esto los ayudará a posicionarse en los puestos deseados por el sector oficialista.
Las preguntas son: ¿Se está saliendo de la crisis? ¿Los empresarios y el gobierno han encontrado un camino que beneficiará a los trabajadores y al pueblo? ¿Permitirá este empuje recomponer salarios y condiciones de trabajo y de vida? ¿Podremos aspirar así a una verdadera democracia?
Para respondernos, debemos ver cuáles son los “costos” sobre los cuales estos sectores de empresas altamente monopolizadas avanzan con sus negocios. Veamos a qué llaman reactivación económica.
Lo primero que aparece en la superficie es la gran concentración de capital que se ha producido en todos estos sectores. Hablando en criollo, como se dice, ha habido una serie de quiebras, absorciones y fusiones, abandono y pérdida de mercado, incluso de empresas monopolistas (Vicentín, Falabella, Garbarino, Walmart, BASF, Axalta, Saint Gobain Sekurit, sólo por nombrar algunas de las más emblemáticas), que en total suman, según las cifras oficiales, más de 230.000 en todo el país, dado lo cual los espacios dejados por las mismas fueron ganados por sus competidores quienes abarcan una porción más grande de la torta.
Pero esto no atempera la competencia entre los grandes monopolios, sino que aumenta su sed de ganar más mercados y aumentar su capital, no sólo entre empresas de la misma rama, sino la competencia por obtener del Estado mayores ventajas económicas tales como incrementos de subsidios, otorgamiento de nuevos negocios, créditos blandos, menores impuestos, y otro sinnúmero de beneficios.
Todos “apuran” al gobierno para que les suelte más plata y la cinchada se transforma en una orgía de arrebatos de recursos, coimas, “devoluciones” a funcionarios, y otros fraudes que paga el pueblo. Y esta nueva vuelta de tuerca anuncia mayores sufrimientos para las mayorías en el marco de una crisis capitalista mundial que todavía tiene mucho por destruir.
Del otro lado, es decir desde la clase obrera y sectores oprimidos del pueblo, se han perdido puestos de trabajo, las empresas ganadoras han disminuido personal y aumentado la intensidad de la explotación con más horas de trabajo e intensificación de ritmos, los salarios quedaron muy por debajo de la inflación, los ingresos de monotributistas y profesionales independientes han disminuido abruptamente, las jubilaciones paupérrimas a $ 23.000, el salario mínimo, vital y móvil hoy a $ 27.216 que es el monto sobre el cual cabalgan todos los convenios y abarca a la mayoría de los trabajadores llamados “informales”. La mayoría de los ingresos de trabajadores está por debajo de la línea de pobreza y la canasta familiar de $ 100.000,00 es inalcanzable para la mayoría.
Los comestibles y vestimenta es lo que más aumentó, o sea que para sobrevivir alimentados y vestidos hay que hacer sacrificios sobre gastos de… comida y vestimenta además del resto de postergar otros gastos normales de los trabajadores para estar en condiciones no digamos de vivir, sino de volver a trabajar.
La crisis es soportada por la clase obrera y sectores populares oprimidos y la perspectiva es que tenderá a profundizarse porque el nuevo piso impuesto por los dueños del poder y su gobierno cómplice, descrito en los tres párrafos anteriores, no va a ser elevado en beneficio del pueblo por iniciativa de nadie de quienes manejan los recursos: los dueños de los monopolios y el gobierno de turno a cargo del Estado.
A pesar de los aires de reactivación de negocios ellos van a querer aplastar aún más las condiciones de vida del pueblo porque la crisis mundial del capitalismo todavía no toca fondo y la competencia tenderá a intensificarse y a profundizarse. Desarrollo capitalista no es lo mismo que desarrollo para el pueblo. Cuando dicen que Argentina debe desarrollarse hablan de sus negocios, de su capital y no de las necesidades y aspiraciones del pueblo oprimido.
La única manera de elevar ese piso, tal como lo dijimos en la nota de esta misma página publicada el pasado martes (la cual recomendamos leer), será por medio de la intensificación y generalización de la lucha franca en contra de esta política denominada “de ajuste” que aplican la burguesía y el gobierno reaccionario con la complicidad de los aparatos sindicales. Sólo una fuerza organizada, activa y resuelta de la clase obrera en unidad con el pueblo, puede frenarlos, hacerlos retroceder y llegar a derrotarlos.