Elecciones y las mentiras de la democracia burguesa

Democracia: gobierno del pueblo.

La raíz etimológica de la palabra no se condice en lo más mínimo con lo que sucede en la realidad de los hechos, hoy, en vísperas de las elecciones primarias (las PASO) en Argentina, a las cuales la ciudadanía, de manera compulsiva, es convocada para emitir un voto.

Nos dicen, nos repiten, nos bombardean a través de los medios masivos de la clase dominante, que el acto de ir a votar, de elegir a nuestros “representantes”, es el más sagrado en el ejercicio de nuestra “libertad”.

Se trata de la esencia de la democracia. Debemos estar felices de poder ejercer nuestro derecho. Es la “fiesta” de la democracia, es su acto por excelencia. Pero resulta que las cosas no son como dijo el famoso Presidente en su discurso de asunción ante la Asamblea Legislativa en 1983: parece que, con esta democracia representativa, burguesa, que no es la de la clase obrera y el pueblo, NO se come, No se educa y NO se cura.

En definitiva, los gobiernos y los legisladores pasan, pero los problemas del pueblo persisten y se multiplican, alcanzando hoy niveles más que alarmantes, con la mitad de la población sumida en la pobreza, con un 63 % de niñas, niños y adolescentes que viven en hogares pobres, con una educación desmantelada, con salarios que cada vez tienen menos poder adquisitivo y que no alcanzan para vivir de manera digna.

Mientras tanto, los políticos del régimen, del oficialismo y de la oposición, se disputan las bancas en el Parlamento y se compran departamentos en Puerto Madero.

Legislan y gobiernan para ellos (la burguesía, los grupos económicos concentrados) mientras nosotros (trabajadoras y trabajadores, jubilados, desocupados, niñas, niños y jóvenes) vivimos sumidos en la angustia generada por las carencias de nuestra vida cotidiana.

No es esta la democracia que queremos ni la que necesitamos.

Esta falsa democracia está diseñada para sostener la explotación y la opresión. Por eso no nos quieren en las calles, no quieren que salgamos a defender nuestros derechos ni que nos organicemos desde nuestras bases, en el trabajo, en el barrio, en los centros educativos.

Porque eso atenta contra esa democracia que no es la nuestra, sino la de ellos. Tanto es así, que la propia Constitución burguesa (la misma que desconocen cuando se refiere a los derechos de los trabajadores y el pueblo) lo deja bien en claro en su artículo 22: “el pueblo no delibera ni gobierna, sino por medio de sus representantes y autoridades creadas por esta Constitución.”

Pues bien, si queremos realmente cambiar este estado de cosas y pasar a ser protagonistas de lo que viene, de nuestro destino y de nuestras vidas, justamente, tenemos que empezar a deliberar, a debatir, a organizar las luchas autoconvocadas y a unir esas luchas para golpear allí donde les duele.

Sumar acciones de resistencia, pasar a la acción consciente y planificada, construir poder en esos lugares que compartimos con nuestras compañeras y compañeros.

Por una sencilla razón: somos las trabajadoras y trabajadores los que producimos la riqueza en la sociedad, por lo tanto, somos nosotros los que debemos decidir, en pleno ejercicio de la democracia directa y revolucionaria, acerca de qué tipo de sociedad queremos construir.

Ya lo dijo Lenin, la democracia representativa es la mejor envoltura política del sistema capitalista de producción.

Sistema que se encuentra transitando una crisis terminal, que traba el desarrollo de las fuerzas productivas y el progreso de la historia. Enfrentemos a la clase dominante y a sus políticos de turno. El futuro es nuestro.

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