La conciencia es producto de la acción, de la experiencia, y no al revés

Es difícil muchas veces en la vida política determinar cuándo pasamos de una estación a otra, sobre todo cuando se interrelacionan elementos viejos que aún perduran y se niegan a morir, y los nuevos que ya han asomado pero que aún no se manifiestan con toda su plenitud.

Venimos sosteniendo que el rasgo más saliente del momento actual es la combinación de una resistencia activa del movimiento de masas en lucha por sus derechos y aspiraciones, con el surgimiento y fortalecimiento de organizaciones independientes en el seno de la clase obrera, que en algunos casos saltan el límite de las demandas económicas convirtiendo sus acciones reivindicativas en escenas de lucha política, desafiando inclusive el “mandato” institucional.

Esa reaparición de una vanguardia de la clase obrera y el pueblo, producto directo del enfrentamiento clasista, es el colofón de años de lucha, de escaramuzas, de marchas y contramarchas, de avances y retrocesos, una experiencia que continúa siendo procesada y sintetizada para preparar las futuras batallas.

Nuestro objetivo es que esos brotes maduren, marchando desde enfrentamiento a la dominación monopolista hacia nuestros sueños y aspiraciones.

Por años el reformismo y el oportunismo justificaron sus vacilaciones y su conducta veleta en “la falta de conciencia del movimiento de masas”; muestra de ello es el papel que están jugando en el circo electoral y sobre el cual ya nos hemos referido días atrás en esta misma página (https://prtarg.com.ar/2021/09/08/una-clase-obrera-que-resiste-y-avanza/)

En el mejor de los casos el objetivo de “esclarecer” parece ser su razón de ser, mostrando el grado de desprecio y subestimación a la experiencia que realiza el pueblo, como si la conciencia revolucionaria se tratara de una inyección que hay que inocular.

Traemos el asunto del reformismo y el oportunismo no como denuncia sino por el impacto de su tradicional concepción política, subordinada a las reglas superestructurales de la burguesía y por su nefasto papel para el desarrollo de las auténticas organizaciones políticas de los trabajadores y el pueblo.

Desde esa prédica abandonan el problema de la organización del movimiento de masas, y en muchas ocasiones aportan a la desarticulación de las organizaciones genuinas, que nuestra clase y nuestro pueblo construye en las luchas.

El desarrollo de la conciencia revolucionaria es una gran tarea, indispensable para poner a la revolución y al socialismo como el norte que guie la lucha de la clase trabajadora y el pueblo.

Pero la resolución de este desafío no se logra si no nos metemos a fondo con la organización política. No nos cansaremos de repetirlo: la conciencia es producto de la acción, de la experiencia, de la vida y no al revés, como sostiene el idealismo “pienso, luego existo”.

Entonces: ¿cómo podemos aportar las y los revolucionarios a la formación de una conciencia revolucionaria?

Asumiendo los desafíos de profundizar el accionar de las organizaciones de base, consolidando la unidad con el conjunto de la comunidad, buscando nuevos ejes movilizadores, fortaleciendo la práctica de construcción del poder del pueblo. Y todo esto, haciendo un trabajo en profundidad con los hombres y mujeres que despuntan en esa vanguardia, planificando estas tareas. Y como parte de un todo, hacer pesar la ideología proletaria y la táctica revolucionaria.

Hay que aferrarse hoy más que nunca a nuestros principios, a nuestro territorio, a nuestros desafíos, saltando las zancadillas y manobras del orden institucional monopolista, combatiendo las posiciones que capitulan ante él, buscando ganar la dirección política y poner nuestra correlación de fuerzas a favor de la revolución.

Desde lo pequeño a lo grande, cada paso que demos en esta dirección irá abonando la marcha de la construcción de un verdadero movimiento obrero revolucionario, indispensable para encolumnar detrás de él a toda la fuerza transformadora de nuestro pueblo.

Aumentan nuestras responsabilidades en la misma medida que aumenta el odio a la dominación monopolista.

No empezamos de cero. Ya se han clavado estacas, ya hay hitos donde afirmarse para vislumbrar el porvenir.

Cimentemos nuestras fuerzas. Esa potencia en acción es capaz de alcanzar las cumbres más altas, y poner las aspiraciones de cambio y de progreso en las vías del triunfo.

Si vamos consolidando nuestra independencia política descubriremos cuanto poder tenemos en nuestras manos, cuanto somos capaces de hacer.

Y descubriremos además que cuanto más fuerte somos nosotros más débiles son ellos.

Afianzar ese poder, esa fuerza y con la mayor decisión de ir por lo nuestro, para arrancarles el control a los monopolios, destruir su aparato de dominación y edificar una sociedad sin explotadores ni explotados.

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