La crisis política del gobierno ha golpeado a la democracia representativa

 

La crisis política que ha desatado el resultado de las elecciones en el gobierno parece no tener fin. Mientras Fernández (la “vicepresidenta”) intenta despegarse de la derrota recibida frente a su oponente aspirante a los cargos para mejor servir ala oligarquía financiera, Fernández (el presidente), hace malabares para sostener a un gobierno que todavía debe afrontar la mitad de su mandato.

Ambos expresan claramente en qué consiste la democracia burguesa, democracia formal que más bien es dictadura contra la clase obrera y sectores populares. Una, miembro del gobierno y selectora a dedo del actual presidente, pretende decirnos que SU decisión hubiese sido otra diametralmente opuesta a las medidas tomadas durante estos dos años de gestión. Nos avisa luego de dos años de gestión. El otro, nos acaba de decir que va a tomar las medidas que Él considere convenientes para gobernar a favor del pueblo. ¿Por qué no lo hizo antes?

Ambos nos dicen: yo esto, yo lo otro. Según esto, la “democracia representativa”, burguesa, se resume a la decisión de una sola persona. “El pez por la boca muere”, nos dice el refrán. ¿Ésta es la democracia que debe tener una sociedad basada en la producción social generada por millones de trabajadores?… Una autocracia de la que dependemos 45 millones de personas. ¡Qué subestimación a la inteligencia popular!

La derrota muestra las verdaderas personalidades… Ambos quieren salvar la ropa frente a sus mandantes: los dueños de los grandes capitales.

Y en esto último radica el verdadero problema para el sistema. La crisis no es sólo del gobierno. La crisis es una crisis política de la clase en el poder. El Sr. presidente y la Sra. Vice fueron avalados por la clase que sostiene el poder: la burguesía y, más precisamente, quienes manejan el timón de cualquier gobierno de turno: la burguesía monopolista u oligarquía financiera.

Esta crisis en la que ha caído toda la “democracia” burguesa, fue provocada por una elección ¡interna abierta!, en donde se deberían haber dirimido los candidatos de cada partido para las elecciones de noviembre.

¿Fue provocada por la elección? ¿O fue producto de la debilidad de gobernar el descontento de las masas y del miedo a estallidos sociales provocados por el brutal ajuste al que se viene sometiendo al pueblo? Porque si bien, la burguesía monopolista detenta el poder, le es cada vez más complicado encontrar la “fórmula” para el engaño masivo al pueblo capaz de aventar cualquier previsible inestabilidad incontrolable en la lucha de clases, mientras ejerce una política de mayor explotación y opresión, gobierne quien gobierne.

Es claro que para los funcionarios mercenarios de la burguesía monopolista que tienen la responsabilidad de contener el descontento social no es lo mismo que para los aspirantes a los cargos que se encuentran en el cómodo espacio de la oposición. La experiencia nos ha mostrado siempre que los opositores siempre “tienen razón”.

Con esta diferenciación, ahora, frente a la estrepitosa crisis gubernamental, la oposición se esfuerza por hacernos creer que hay dos modelos de país: uno, el del gobierno peronista y otro, el del partido radical PRO. Pero eso no es más que la expresión de la disputa de los cargos del gobierno que es a lo que aspiran estas dos bandas de arribistas oportunistas. Y también las otras más pequeñas que no tienen entidad para encaramarse a los puestos.

¿Acaso puede haber dos modelos como nos quieren hacer creer? ¿Hay acaso dos sectores de la oligarquía financiera que pelean entre sí y que constituyen la base material de intereses en donde se apoyan estos dos proyectos?

No hay dos proyectos porque no hay dos burguesías que disputen entre sí. La burguesía monopolista es una sola y tiene un solo interés de clase: sostener el sistema capitalista y optimizar sus ganancias lo cual se logra apretando a la clase obrera y a los sectores populares. Pero esto no quiere decir que no haya contradicciones entre los grupos monopolistas. En tal caso, la diversidad de grupos económicos que integran esa burguesía y que disputan permanentemente entre sí por los mercados, los territorios, las ganancias y las direcciones políticas de los Estados, hace que no haya sólo “dos fórmulas” para ensayar frente a esos problemas, sino que cualquier gobierno de turno que responda a los grupos o grupo que momentáneamente lidere al resto, debe acudir a lo que ellos llaman el pragmatismo. Es decir, tomar las medidas que más convengan para el dominio y el sometimiento al descontento y la previsible rebeldía popular. La disputa entre monopolios es permanente y diaria y los gobiernos deben manejarse en ese marco.

La experiencia en estos 40 años de democracia burguesa así lo ha demostrado. Los gobiernos de turno, fueran peronistas, radicales o del Pro, han tomado medidas que, supuestamente, no tenían que ver con sus proclamados conceptos políticos.

Peronistas han privatizado y entregado al capital transnacional empresas estatales como pasó durante el gobierno de Menem, aunque se esforzaran por calificar al mismo de Menemismo y no de peronismo. Durante el gobierno de Cristina hicieron lo mismo con los contratos de Vaca Muerta y otros ejemplos que no vamos a detallar en esta nota.

Por su parte, el gobierno de Macri, supuestamente liberal, implementó controles de precios, aumentó la plantilla de empleados del Estado, otorgó subsidios a desocupados, etc. Medidas todas, tildadas de populistas.

Pero ninguno hizo lo que hizo para beneficio del pueblo sino para facilitar los negocios de la clase a la que sirven, la burguesía, y para sostener, contra viento y marea, al sistema de producción capitalista basado en la propiedad privada y la explotación del trabajo ajeno, tratando de contener a las grandes masas.

Las disputas por los cargos gubernamentales no deben confundirnos sobre distintos “proyectos o modelos” de país. Tampoco las contradicciones entre los distintos grupos financieros que expresan las diversas competencias a muerte que tienen los grandes capitales.

La unidad política entre capitales monopolistas es cada vez más imposible debido a que va en contra de su naturaleza profundamente competitiva y violenta no sólo contra el pueblo sino entre pares de su propia clase.

La democracia burguesa o democracia representativa ha recibido un golpe enorme por su incapacidad, cada vez más evidente, de constituirse en herramienta de engaño para la dominación de las grandes masas populares. Pero, sobre todo, por la presión de trabajadores y pueblo que en este período de resistencia activa muestran un horizonte de previsibles luchas y de creciente inestabilidad que la burguesía pretende frenar antes que se produzcan.

La actual crisis abre nuevas perspectivas para conquistar nuestras aspiraciones de todo tipo y para avanzar en la experiencia de la democracia obrera que se viene ejerciendo en las luchas de trabajadores y sectores populares, que va a remplazar a esta falsa democracia representativa actual.

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