Partimos de un principio: nunca subestimar al enemigo. Tener claro que tenemos enfrente a una burguesía monopolista con experiencia de siglos de dominación; y que en las últimas décadas ha mostrado, aquí y en el mundo, tener una supremacía en lo ideológico y en lo político en pos de frenar y/o desviar la lucha de la clase obrera y los pueblos hacia caminos que no cuestionen tal dominio de clase.
Este es el marco objetivo en el que se desarrolla la lucha de clases en el último período histórico. Sin embargo, al mismo tiempo, la propia lucha de clases (que se expresa de una y mil formas) muchas veces pone patas para arriba lo que hasta ayer parecía que estaba ordenado.
Eso es lo que pasó con el pronunciamiento de las masas populares en las PASO del último domingo. Al punto que el gobierno peronista, que se vendía como garante de la estabilidad política, al día de hoy aparece cuestionado hasta en ese aspecto. El pueblo golpeó el ajuste aplicado en los dos años del actual gobierno, continuidad del gobierno anterior, y condiciona toda política que de aquí en adelante se quiera implementar.
Ese pronunciamiento también reparte esquirlas a la principal oposición “ganadora” de las elecciones. Y este es un análisis político indispensable de abordar en conjunto. Si vemos solamente cómo el golpe en las urnas afectó al gobierno (que, por supuesto, es el principal damnificado) y junto a ello no se analiza que todas las fuerzas del sistema están condicionadas políticamente hacia el futuro, se puede llegar a conclusiones erróneas que afecten las tácticas a seguir.
En este punto nos referimos específicamente a las lecturas que concluyen que “la derecha ha salido fortalecida”. Y que ello implica un avance de esos sectores burgueses que allanan el camino para sus planes. En primer lugar, reiteramos lo expresado en la nota publicada el lunes 13 de septiembre en este mismo medio, apenas conocidos los resultados. El voto, mayoritariamente, no es ideológico.
El denominado “voto bronca”, y la propia palabra lo dice, expresa la bronca y el hartazgo de amplios sectores del pueblo contra las políticas de ajuste que, en parte, se manifestó en el voto a la oposición. Pero al mismo tiempo, y haciendo un análisis materialista de lo sucedido, tal oposición perdió casi dos millones de votos respecto de lo cosechado en 2019. Y, además, hubo 13 millones de votantes que no acudieron a las urnas o votaron en blanco. Entonces así vemos cómo lo aparente resulta, al menos, parcialmente falso.
Que la oposición haya sacado más votos que el oficialismo no está mostrando que la bronca se haya expresado sólo a través de esa facción. Todo lo contrario; la oposición perdió votos y, lo más importante, la bronca se expresó mayoritariamente en el abstencionismo y el voto en blanco. Esto implica que una gran mayoría que quiso expresar su descontento no vio en la oposición “ganadora” la vía para demostrarlo.
Por lo tanto, la conclusión que debemos sacar es que todas las fuerzas electorales que expresan a las distintas facciones de la burguesía monopolista salieron políticamente condicionadas en grado extremo. Que un sector del poder haga una mala lectura acerca de que las masas castigaron al gobierno porque “gasta de más”, “tarda en acordar con el FMI”, etc. es hasta entendible en un punto ya que la burguesía siempre busca aprovechar la ocasión para avanzar con sus planes. Ahora que esa lectura alcance a los revolucionarios es un error de apreciación que pone en un segundo plano la lucha de clases, la resistencia que se viene ejerciendo y, peor aun, que el golpe electoral está “por fuera” de esa resistencia.
Determinando entonces que el golpe electoral es una manifestación categórica del proceso de resistencia que se viene atravesando, las tácticas de los destacamentos revolucionarios deben orientarse a profundizar la resistencia. En un contexto, reiteramos, en el que la burguesía monopolista en su conjunto y los partidos que la representan están políticamente sujetos a la expresión popular mayoritaria en contra del ajuste, en todas sus formas.
La profundización de esa resistencia debe tener como norte principal ir ganando escalones organizativos para que la misma vaya confluyendo a pegar golpes certeros, que obliguen a la burguesía a ceder ante las demandas más sentidas de la clase obrera y el pueblo, con la independencia política y las metodologías que aporten a la construcción de la herramienta revolucionaria de masas.
Así es como iremos forjando una potente organización obrera y popular que, desde abajo y en la confrontación abierta contra la burguesía y todos los partidos que la sostienen, vaya creciendo y ejerciendo su propia organización política que nos permita quebrar el ajuste sobre nuestras vidas y avanzar a una diferente calidad en el enfrentamiento clasista.
Y al mismo tiempo es la táctica que los revolucionarios debemos llevar adelante para, también, dar la lucha política e ideológica contra la denominada derecha y cualquier otra variante política que sea sostén del sistema capitalista.