La “Gran Resignación”. De esta manera diversos medios internacionales han bautizado el espectacular incremento de la tasa de renuncia en Estados Unidos. Tras la publicación que regularmente realiza el U.S. Boreau Of Labor Statistics desde el año 2000, más de 4 millones de estadounidenses renunciaron a su trabajo durante julio de este año, lo que representa el 2,7% de la fuerza laboral de ese país. Según un estudio de la universidad de Harvard, las y los asalariados de entre 30 y 45 años presentan los niveles más elevados, que presentaron un aumento interanual del 20%.[1]
Otro estudio, esta vez de la multinacional Adobe elaborado en base a una encuesta propia, revela que el éxodo es liderado por las generaciones millenials y la “generación Z” (nacidos entre 1996 y 2012). Según el informe, el 49% de los millenials y el 56% de los Generación Z planean renunciar a su trabajo ¿Los motivos según el informe? La cantidad de horas trabajadas y la presión que sienten de estar las 24 hs del día perturbados por el trabajo.[2]
Ambos estudios coinciden con que las principales causas de estos fenómenos son el congelamiento salarial y las altas cargas de trabajo, sumado a un agotamiento por la superexplotación implementada durante los últimos años. En este sentido, según el estudio de Harvard, las ramas laborales con la tasa de renuncia más alta son aquellas que han experimentado una mayor demanda: salud y tecnología.
Las contradicciones del capitalismo son tan grandes, es tan inhumano y parasitario este sistema, que mientras crece la desocupación mundial, se generalizan las renuncias porque la superexplotación se hace insostenible. Es una realidad que vivimos todos los días, en distintas ramas laborales y en sectores con las más disímiles calificaciones. Sin lugar a dudas, aquellas ramas donde existe mayor demanda de mano de obra, o aquellos puestos que requieren mano de obra calificada, son donde mejor posición tienen las y los trabajadores para renunciar por agotamiento. Pero esta realidad también se vive en sectores asalariados que, a pesar de encontrar serias dificultades para conseguir trabajo, muchas veces revientan y renuncian.
No hace falta irse tan lejos, ni contar con estudios sellados con nombres de prestigiosas universidades. Esta realidad la vivimos a diario, constituye una forma de resistencia individual, no organizada, al igual que el trabajo a desgano, las tasas de ausentismo, o la falta de “proactividad”. Estas actitudes golpean de hecho los planes productivos del capital y sus ganancias, por eso es que la burguesía está tan preocupada por encontrar incentivos “morales” para que no caigan los niveles de productividad que tienen trazados.
El gran desafío que tenemos las y los revolucionarios es organizar toda esa bronca, que no constituye un fenómeno particular ni momentáneo, sino a escala global. Organizar la resistencia al capital significa hacer consciente el trabajo a desgano, y organizarlo. Boicotear la producción, atacar los planes de productividad, negarnos a hacer horas extra, etc. La lucha de clases no es solo el momento de la huelga. No. Esa huelga, esa rebelión que necesitamos para construir un futuro digno se construye todos los días, partiendo de pequeñas acciones que nos organicen. Solo así podremos derrotar el ajuste permanente de este sistema.
[1] https://hbr.org/2021/09/who-is-driving-the-great-resignation
[2] https://fortune.com/2021/08/26/pandemic-burnout-career-changes-great-resignation-adobe/