Más de una vez nos hemos cruzado en los tiempos que corren con simpatizantes, relaciones o quiénes siguen nuestros materiales, en donde se nos pregunta: ¿por qué le dan tanta importancia a la difusión de las ideas revolucionarias?
La inquietud viene acompañada de argumentos tales como: “la propaganda política se desecha porque se ve a todos los partidos iguales”, “la gente ya no lee como antes”, “los problemas políticos de fondo no interesan”, “ese discurso quedó viejo”, “hoy sólo vale lo que te llega al celular” y varios más.
Desde nuestro partido, con cierta tozudez podrá pensar alguien, es importantísimo que la clase obrera y el pueblo en general comprendan a fondo no sólo las leyes del capitalismo, sino que para terminar con este sistema inhumano es necesario construir una salida revolucionaria.
Planificar y llevar a cabo diferentes actividades de propaganda (en todas sus formas: gráfica, pintadas, audiovisual, digital, mítines, etc.) nos permite abarcar múltiples aspectos de la lucha política e ideológica. Y lo compartimos de esta manera ya que pensamos que esto no es un tema “solamente” de nuestra organización sino de todo el campo revolucionario en nuestro país.
La multiplicidad de esas actividades, en muchos casos “pequeñas acciones”, se convierten en piezas fundamentales que le van dando dinámica a esos gérmenes de acción revolucionaria, en donde se va vertebrando una guía de acción en lo inmediato y en lo estratégico, tanto en lo local como en lo nacional.
Contamos con la propaganda no sólo para plantear los aspectos fundamentales de la revolución, sino como motor de organización. Para llegar cada vez con mayor amplitud hay que planificar los temas de logística, las zonas donde golpear y los recursos humanos y materiales. Esto va ayudando a mancomunar diferentes niveles de organización: si existen planes existen también manos que se suman a formar parte de esa transmisión de las ideas revolucionarias.
Con esta propaganda difundimos conceptos que desde la propia lucha de las masas “nunca” serán abordados; sobre todo cuando se parte de la lucha económica.
Un buen ejemplo puede ser la lucha por una reivindicación puntual, “aislada”, un conflicto que tiene como protagonistas a cientos de obreras y obreros que están confrontando directamente en su lugar de trabajo contra su enemigo de clase; en donde la experiencia se hace fuerte y se ganan las reivindicaciones.
Como primer punto, en esencia, esa lucha no está aislada porque está dentro de un marco general de la lucha de clases. Pero esta síntesis no la van a hacer por sí solos quienes la protagonizan sino es a través de la teoría revolucionaria, a través del marxismo-leninismo.
Ahora, a esa experiencia (que no nació en el punto más alto de la lucha sino que previamente hubo organización, otras pequeñas y grandes confrontaciones, idas y vueltas) agreguémosle todo un arsenal de ideas.
Por ejemplo: que hablen de la necesidad de la unidad como clase, de la independencia política, del Estado como herramienta de la clase burguesa, que está para oprimir y reprimir a las mayorías para garantizar las ganancias de unos pocos, que a través de la extracción de más plusvalía la oligarquía financiera concentra cada vez más masa de capitales, de por qué es necesario construir una salida revolucionaria, y un sin fin de temas de carácter político e ideológico.
Esa lucha que parecía aislada, que partía de una aspiración de carácter económico, puede empezar a ser una lucha que vislumbra la posibilidad de avanzar en organización política, en la existencia de un proyecto, en la construcción de organizaciones con un norte más allá de lo inmediato, que se planteen que la lucha de la clase es una sola y es contra su principal enemigo: la burguesía.
Está claro que esto ni es una receta ni es un “vademécum”, porque la movilidad y diversidad de la lucha de clases nos presenta día a día innumerables desafíos. Pero de lo que sí estamos seguros es que, en momentos como éste, cuando amplias mayorías descreen de esta institucionalidad y saben que se necesita una salida a toda esta podredumbre (aunque aún no vean con claridad cuál debe ser) las posibilidades de avanzar se agigantan.
Hay que pensar también, en ese ejemplo que tomamos, que la cosa no termina allí. Cada núcleo de trabajadoras y trabajadores tiene cientos de relaciones fuera de ámbito laboral, familiares, amistades, vecinas y vecinos a los cuales podrán transmitirle no sólo la experiencia de lucha sino también la síntesis política e ideológica que le pudo haber llegando desde la propaganda revolucionaria.
Por eso no nos cansaremos de decir que cuando ponemos la propaganda al servicio de la acción política concreta puede convertirse en un importante armamento que enfrente todas las injusticias del sistema capitalista.
Debemos saber encontrar los nervios movilizadores desde un carácter político sin dejar de plantear los aspectos ideológicos que desenmascaran las artimañas que tiene la burguesía para mantener su sistema de dominación.
La propaganda es un arte porque no es estática. Se adecua a las necesidades del momento y adquiere múltiples formas. A veces hace falta profundizar un concepto, una idea de fondo, pero en otras hay que sintetizar de forma simple una consigna capaz de movilizar y unificar las fuerzas dispersas.
En las calles, los centros fabriles, las escuelas, los hospitales; así como en las redes sociales, los medios alternativos y de organizaciones populares deben estar las ideas revolucionarias.
Esta propaganda es fundamental para comenzar a instalar una salida política revolucionaria que pueda destruir el capitalismo y construir esa sociedad que soñamos para dignificar al ser humano y proteger a la naturaleza.
En palabras de Lenin: “Es preciso soñar, pero con la condición de creer en nuestros sueños. De examinar con atención la vida real, de confrontar nuestra observación con nuestros sueños, y de realizar escrupulosamente nuestra fantasía”. (1)
- I. Lenin ¿Qué Hacer? Obras Completas. Editorial Progreso. Moscú 1981, tomo 6, pp. 181-182.